/ jueves 21 de septiembre de 2023

Ciclos presupuestales y política pública

Por Ricardo Gallegos*

Después de conocer recientemente el paquete económico, en el que se presenta para análisis y aprobación la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos para el próximo año, han surgido, como es natural, una diversidad de opiniones desde muchas ópticas: más deuda, más déficit, más gasto social, pero también más crecimiento. Vale la pena conciliar algunos puntos y acotar algunos riesgos enmarcados dentro de un ciclo presupuestal y de política pública.

Uno de los principales aspectos que hay que destacar del paquete, y que de alguna manera sí sorprendió por los niveles planteados, fue el déficit en el balance presupuestario, el cual se plantea para el próximo año en -4.9%, el más alto en muchos años. El indicador, de manera simple, estaría pagado con un incremento en el nivel de endeudamiento, lo que es una señal poderosa y definitiva de cómo se quiere cerrar el último año de administración.

Ahora, tampoco hay sorpresas. Gran parte de este presupuesto se definió para concluir las obras emblemáticas, en particular, el Tren Maya; pero también para realizar un incremento y apoyo en los programas sociales, como las becas del bienestar y las pensiones para adultos mayores. También se puede apreciar el apoyo a Pemex y a la CFE, y aquí empiezan a divergir una serie de situaciones.

Dentro de cualquier ciclo presupuestal, y más aún de política pública, lo más común es que efectivamente se programe un esfuerzo adicional para concluir las obras, sobre todo las de mayor calado, precisamente por la volatilidad política que arrojan; también suele haber un movimiento generalizado en la política del gasto social, pues ésta es la que finalmente decide el futuro político del partido político en las próximas elecciones, y esto es un movimiento que se observa a nivel soberano y subsoberano en distintas partes del mundo; de hecho, en México no es la primera vez que esto pasa.

Un dato adicional todavía sin entrar a detalle, dejando completamente de lado si estas obras cumplen con una rentabilidad social y ambiental adecuada, si efectivamente son la inversión socialmente rentable que necesitamos o si el precio final presenta una sobreestimación a la inicial y un largo etcétera, es el hecho de que seguramente sí se estarán terminando, y esto también, como todo fenómeno económico, envía una poderosa señal, porque es cierto: podríamos discutir si dichos proyectos son o no los mejores, pero el punto es que estarán terminados.

Dentro de la historia reciente, lo cual no es un aspecto para presumir, es relativamente común ver como administraciones federales, pero también estatales y municipales, dejan obras inconclusas, pero además sin presupuesto, muchas veces sin comprobación, y que a la postre resulta muy complicado y mucho más caro terminarlas que lo que inicialmente parecía. Desde el punto de vista de política pública, estimo que es positivo concluir estos proyectos que han necesitado una gran cantidad de recursos públicos, ya que, sin duda, le darán cierto margen a la administración entrante, por lo menos desde el punto de vista de inversión.

Ahora, ¿por qué preocupa? Porque estábamos acostumbrados a tener un déficit bastante más pequeño y no requerir tales niveles de endeudamiento. De hecho, ese fue uno de los discursos más auxiliados durante la presente administración. ¿Se deberían prender todo tipo de alarmas?, todavía no: el paquete fiscal tiene, primero, la naturaleza de que debe ser discutido y aprobado (aunque no esperemos grandes cambios); segundo, está basado en una serie de estimaciones, por ejemplo: el comportamiento de los ingresos tributarios y petroleros, los cuales los estimaron a la baja; y tercero, estamos justo en un buen momento de reactivación económica en que muy probablemente superaremos este año un crecimiento del 3%. Con esto, podríamos decir que se utilizó el espacio generado en los últimos dos años para no llevar el nivel de Deuda Neta a PIB por arriba del 50%.

El tema más bien será en 2025: qué hacer con una cantidad de gasto que tiende a ser menos flexible y donde políticamente se ve complicado arrancar con una reforma fiscal. Eso, entonces, sí llegaría a preocupar en términos de la calificación para el país (actualmente HR BBB+ (G)), si se muestra un dúo sostenido entre déficits del 4% y una deuda neta a PIB que se acerque más o rebase el 50%. Al tiempo.

*Director General Adjunto de Análisis Económico en HR Ratings.

Por Ricardo Gallegos*

Después de conocer recientemente el paquete económico, en el que se presenta para análisis y aprobación la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos para el próximo año, han surgido, como es natural, una diversidad de opiniones desde muchas ópticas: más deuda, más déficit, más gasto social, pero también más crecimiento. Vale la pena conciliar algunos puntos y acotar algunos riesgos enmarcados dentro de un ciclo presupuestal y de política pública.

Uno de los principales aspectos que hay que destacar del paquete, y que de alguna manera sí sorprendió por los niveles planteados, fue el déficit en el balance presupuestario, el cual se plantea para el próximo año en -4.9%, el más alto en muchos años. El indicador, de manera simple, estaría pagado con un incremento en el nivel de endeudamiento, lo que es una señal poderosa y definitiva de cómo se quiere cerrar el último año de administración.

Ahora, tampoco hay sorpresas. Gran parte de este presupuesto se definió para concluir las obras emblemáticas, en particular, el Tren Maya; pero también para realizar un incremento y apoyo en los programas sociales, como las becas del bienestar y las pensiones para adultos mayores. También se puede apreciar el apoyo a Pemex y a la CFE, y aquí empiezan a divergir una serie de situaciones.

Dentro de cualquier ciclo presupuestal, y más aún de política pública, lo más común es que efectivamente se programe un esfuerzo adicional para concluir las obras, sobre todo las de mayor calado, precisamente por la volatilidad política que arrojan; también suele haber un movimiento generalizado en la política del gasto social, pues ésta es la que finalmente decide el futuro político del partido político en las próximas elecciones, y esto es un movimiento que se observa a nivel soberano y subsoberano en distintas partes del mundo; de hecho, en México no es la primera vez que esto pasa.

Un dato adicional todavía sin entrar a detalle, dejando completamente de lado si estas obras cumplen con una rentabilidad social y ambiental adecuada, si efectivamente son la inversión socialmente rentable que necesitamos o si el precio final presenta una sobreestimación a la inicial y un largo etcétera, es el hecho de que seguramente sí se estarán terminando, y esto también, como todo fenómeno económico, envía una poderosa señal, porque es cierto: podríamos discutir si dichos proyectos son o no los mejores, pero el punto es que estarán terminados.

Dentro de la historia reciente, lo cual no es un aspecto para presumir, es relativamente común ver como administraciones federales, pero también estatales y municipales, dejan obras inconclusas, pero además sin presupuesto, muchas veces sin comprobación, y que a la postre resulta muy complicado y mucho más caro terminarlas que lo que inicialmente parecía. Desde el punto de vista de política pública, estimo que es positivo concluir estos proyectos que han necesitado una gran cantidad de recursos públicos, ya que, sin duda, le darán cierto margen a la administración entrante, por lo menos desde el punto de vista de inversión.

Ahora, ¿por qué preocupa? Porque estábamos acostumbrados a tener un déficit bastante más pequeño y no requerir tales niveles de endeudamiento. De hecho, ese fue uno de los discursos más auxiliados durante la presente administración. ¿Se deberían prender todo tipo de alarmas?, todavía no: el paquete fiscal tiene, primero, la naturaleza de que debe ser discutido y aprobado (aunque no esperemos grandes cambios); segundo, está basado en una serie de estimaciones, por ejemplo: el comportamiento de los ingresos tributarios y petroleros, los cuales los estimaron a la baja; y tercero, estamos justo en un buen momento de reactivación económica en que muy probablemente superaremos este año un crecimiento del 3%. Con esto, podríamos decir que se utilizó el espacio generado en los últimos dos años para no llevar el nivel de Deuda Neta a PIB por arriba del 50%.

El tema más bien será en 2025: qué hacer con una cantidad de gasto que tiende a ser menos flexible y donde políticamente se ve complicado arrancar con una reforma fiscal. Eso, entonces, sí llegaría a preocupar en términos de la calificación para el país (actualmente HR BBB+ (G)), si se muestra un dúo sostenido entre déficits del 4% y una deuda neta a PIB que se acerque más o rebase el 50%. Al tiempo.

*Director General Adjunto de Análisis Económico en HR Ratings.