/ martes 4 de abril de 2023

DEA: ¿Renovarse o morir?

El pasado 24 de marzo, la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), hizo público un reporte en el que se evaluaron las operaciones internacionales que esa agencia realiza en 69 países, a través de sus 93 oficinas. La evaluación consta de un total de 17 recomendaciones orientadas a incrementar la efectividad y la integridad de la institución estadounidense en el exterior.


Al inicio, llama la atención que el reporte señala lo siguiente: “la DEA ha identificado al Cártel de Sinaloa y al Cártel Jalisco Nueva Generación como las principales amenazas globales contra Estados Unidos en la actualidad”. En otras palabras, para la DEA, no es la China comunista que reta la hegemonía global estadounidense ni la Rusia nuclear que podría sumergir al mundo en una guerra sin precedentes. En cambio, las principales amenazas tienen nombres y apellidos: Cártel Jalisco Nueva Generación y Cártel de Sinaloa –como si ambas organizaciones siguieran teniendo hoy el mismo nivel de cohesión y estructura que antaño.

Más allá de lo llamativa que pueda ser, esta aseveración podría tener una explicación administrativa de por medio: un grito desesperado por retener presupuesto y seguir siendo indispensable para el aparato gubernamental en los Estados Unidos.

Más que por una vocación de transparencia y rendición de cuentas, probablemente este reporte se deba a la presión que dicha institución enfrenta al interior de los Estados Unidos. Por ejemplo, el senador Chuck Grassley pidió información sobre el juicio y posterior sentencia de Genaro García Luna, otrora multipremiado policía y con quien la DEA colaboró estrechamente. No es detalle menor, por cierto, que el senador por el estado de Iowa pertenezca al Partido Republicano.

La presión actual sobre la DEA no es para menos. Han habido repetidos eventos, por demás turbios, en los que dicha institución se ha visto envuelta. Ya se mencionó arriba la relación que esa institución mantuvo por años con García Luna. Pero también se trata del ex director regional de la DEA en México, Nicholas Palmeri, quien fue sutilmente removido de su cargo por presuntamente hacer fiestas con abogados de narcotraficantes.

Lamentablemente, estos hechos no son aislados ni raros. En 2015, por ejemplo, Michele Leonhard, a la sazón directora de la DEA, tuvo que presentar su renuncia tras saberse que agentes de esa institución participaban en fiestas con narcotraficantes colombianos. Un informe de 139 páginas elaborado por el órgano de control del Departamento de Justicia, recogió acusaciones que involucraron a varios agentes de la DEA en fiestas con capos y prostitutas mientras trabajaban en oficinas en el extranjero.

Una fuente conocedora de lo que sucede en los principales corredores de Washington D.C., comentó a quien suscribe que la DEA está en la cuerda floja, y que hay cada vez más voces influyentes que se inclinan por una reforma de gran calado o su desaparición.

Esta posibilidad no es descabellada, sobre todo si consideramos que la antecesora de la DEA, la Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas (BNDD), fue desaparecida precisamente ante sospechas de una corrupción sistémica.

La opción de que la DEA se renueve es, por demás, necesaria e impostergable.

Discanto: Apreciable lector(a), le deseo una profunda Semana Santa. Nos leemos de nuevo el 17 de abril.


Consultor


El pasado 24 de marzo, la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), hizo público un reporte en el que se evaluaron las operaciones internacionales que esa agencia realiza en 69 países, a través de sus 93 oficinas. La evaluación consta de un total de 17 recomendaciones orientadas a incrementar la efectividad y la integridad de la institución estadounidense en el exterior.


Al inicio, llama la atención que el reporte señala lo siguiente: “la DEA ha identificado al Cártel de Sinaloa y al Cártel Jalisco Nueva Generación como las principales amenazas globales contra Estados Unidos en la actualidad”. En otras palabras, para la DEA, no es la China comunista que reta la hegemonía global estadounidense ni la Rusia nuclear que podría sumergir al mundo en una guerra sin precedentes. En cambio, las principales amenazas tienen nombres y apellidos: Cártel Jalisco Nueva Generación y Cártel de Sinaloa –como si ambas organizaciones siguieran teniendo hoy el mismo nivel de cohesión y estructura que antaño.

Más allá de lo llamativa que pueda ser, esta aseveración podría tener una explicación administrativa de por medio: un grito desesperado por retener presupuesto y seguir siendo indispensable para el aparato gubernamental en los Estados Unidos.

Más que por una vocación de transparencia y rendición de cuentas, probablemente este reporte se deba a la presión que dicha institución enfrenta al interior de los Estados Unidos. Por ejemplo, el senador Chuck Grassley pidió información sobre el juicio y posterior sentencia de Genaro García Luna, otrora multipremiado policía y con quien la DEA colaboró estrechamente. No es detalle menor, por cierto, que el senador por el estado de Iowa pertenezca al Partido Republicano.

La presión actual sobre la DEA no es para menos. Han habido repetidos eventos, por demás turbios, en los que dicha institución se ha visto envuelta. Ya se mencionó arriba la relación que esa institución mantuvo por años con García Luna. Pero también se trata del ex director regional de la DEA en México, Nicholas Palmeri, quien fue sutilmente removido de su cargo por presuntamente hacer fiestas con abogados de narcotraficantes.

Lamentablemente, estos hechos no son aislados ni raros. En 2015, por ejemplo, Michele Leonhard, a la sazón directora de la DEA, tuvo que presentar su renuncia tras saberse que agentes de esa institución participaban en fiestas con narcotraficantes colombianos. Un informe de 139 páginas elaborado por el órgano de control del Departamento de Justicia, recogió acusaciones que involucraron a varios agentes de la DEA en fiestas con capos y prostitutas mientras trabajaban en oficinas en el extranjero.

Una fuente conocedora de lo que sucede en los principales corredores de Washington D.C., comentó a quien suscribe que la DEA está en la cuerda floja, y que hay cada vez más voces influyentes que se inclinan por una reforma de gran calado o su desaparición.

Esta posibilidad no es descabellada, sobre todo si consideramos que la antecesora de la DEA, la Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas (BNDD), fue desaparecida precisamente ante sospechas de una corrupción sistémica.

La opción de que la DEA se renueve es, por demás, necesaria e impostergable.

Discanto: Apreciable lector(a), le deseo una profunda Semana Santa. Nos leemos de nuevo el 17 de abril.


Consultor