/ sábado 3 de abril de 2021

Disco duro | Un Presidente enojado 

El que se enoja pierde, reza el dicho popular.


Pero el Presidente de la República que goza del mayor grado de aprobación de un mandatario mexicano a estas alturas del sexenio, con mayoría en el Congreso, con mayoría de gobernadores, con una oposición desarticulada, está de malas todo el tiempo.

No quiere mayorías, desea unanimidad. De manera obsesiva denuesta a diario a sus enemigos, a sus críticos, se encoleriza por las críticas de quienes él ha señalado como moralmente derrotados y quienes, asegura, son una minoría. Si son una minoría intrascendente ¿por qué entonces la furia?

No se ve que los enormes apoyos que tiene lo fortalezcan; prefiere concentrarse en los reclamos. Le gusta compararse con Juárez en cuanto a las oposiciones que tuvo. Él no las tiene en aquellas dimensiones, pero por lo visto las recrea y sufre mucho más dentro de su ficción juarista. Por alguna razón, prefiere verse de rodillas capoteando tormentas, que de pie gobernando con rumbo.

Su vocación victimista lo hacen ver un mandatario acorralado, asediado. No el estadística que disfruta su mandato a plenitud, sino uno que explota porque una minoría de mexicanos no lo comprende.

En este deseo de unanimidad ha ofendido hasta a quienes fueron sus aliados: la comunidad científica, los artistas del cine de vanguardia mexicano, por ejemplo. Particularmente a los defensores de derechos humanos, a los que esta semana acusó de no haber denunciado en el pasado las atrocidades que sucedían en este país, cosa que es completamente falsa e indignó a integrantes de colectivos, de víctimas, de madres, de académicos con trayectorias de décadas, a quienes, de un plumazo, aventó al lado oscuro de la historia.

En esa misma línea inventó que la figura jurídica del feminicidio fue algo que a él se ocurrió, y que en el pasado nadie lo contabilizaba, acusando a las feministas y a las organizaciones de la sociedad civil de conservadoras y de formar parte de un complot empresarial, pagado por supuesto, para denostarlo a él y a su gobierno.

De inmediato saltaron las organizaciones a desmentirlo y a recordarle que desde 2007 existe una Ley para una Vida Libre de Violencia para las mujeres, y que el feminicidio se tipificó en 2012. Y es más, que en esta administración se pretendió desaparecer esa figura, vía el fiscal Alejandro Gertz Manero, al que le parecía innecesaria.

De paso insultó a la respetable organización Artículo 19, por denunciar y documentar las atrocidades de la directora de Notimex, Sanjuana Martínez, de las que se hizo eco el periódico del oficialismo, con muy mal tino editorial.

Es decir, el presidente enojado está haciendo enojar a muchos. Esta molestia de momento queda dentro del círculo rojo de intelectuales y académicos, que no son muros de carga de su gobierno, por lo mismo insuficientes para cuartear su apoyo entre la población, pero sí la daña, y mucho, dentro de la comunidad de las ideas y la razón, donde más adelante pudiera no contar con aliados para empujar la versión de la historia enorme y epopéyica en la que el Presidente cree ser el protagonista principal y único.


En el USB..


Lo dicho, el Tribunal Electoral le hace el trabajo sucio a Morena, y con eufemismos que aparentan control, en el fondo permite propaganda presidencial en las mañaneras, contrario al criterio original del INE.


El que se enoja pierde, reza el dicho popular.


Pero el Presidente de la República que goza del mayor grado de aprobación de un mandatario mexicano a estas alturas del sexenio, con mayoría en el Congreso, con mayoría de gobernadores, con una oposición desarticulada, está de malas todo el tiempo.

No quiere mayorías, desea unanimidad. De manera obsesiva denuesta a diario a sus enemigos, a sus críticos, se encoleriza por las críticas de quienes él ha señalado como moralmente derrotados y quienes, asegura, son una minoría. Si son una minoría intrascendente ¿por qué entonces la furia?

No se ve que los enormes apoyos que tiene lo fortalezcan; prefiere concentrarse en los reclamos. Le gusta compararse con Juárez en cuanto a las oposiciones que tuvo. Él no las tiene en aquellas dimensiones, pero por lo visto las recrea y sufre mucho más dentro de su ficción juarista. Por alguna razón, prefiere verse de rodillas capoteando tormentas, que de pie gobernando con rumbo.

Su vocación victimista lo hacen ver un mandatario acorralado, asediado. No el estadística que disfruta su mandato a plenitud, sino uno que explota porque una minoría de mexicanos no lo comprende.

En este deseo de unanimidad ha ofendido hasta a quienes fueron sus aliados: la comunidad científica, los artistas del cine de vanguardia mexicano, por ejemplo. Particularmente a los defensores de derechos humanos, a los que esta semana acusó de no haber denunciado en el pasado las atrocidades que sucedían en este país, cosa que es completamente falsa e indignó a integrantes de colectivos, de víctimas, de madres, de académicos con trayectorias de décadas, a quienes, de un plumazo, aventó al lado oscuro de la historia.

En esa misma línea inventó que la figura jurídica del feminicidio fue algo que a él se ocurrió, y que en el pasado nadie lo contabilizaba, acusando a las feministas y a las organizaciones de la sociedad civil de conservadoras y de formar parte de un complot empresarial, pagado por supuesto, para denostarlo a él y a su gobierno.

De inmediato saltaron las organizaciones a desmentirlo y a recordarle que desde 2007 existe una Ley para una Vida Libre de Violencia para las mujeres, y que el feminicidio se tipificó en 2012. Y es más, que en esta administración se pretendió desaparecer esa figura, vía el fiscal Alejandro Gertz Manero, al que le parecía innecesaria.

De paso insultó a la respetable organización Artículo 19, por denunciar y documentar las atrocidades de la directora de Notimex, Sanjuana Martínez, de las que se hizo eco el periódico del oficialismo, con muy mal tino editorial.

Es decir, el presidente enojado está haciendo enojar a muchos. Esta molestia de momento queda dentro del círculo rojo de intelectuales y académicos, que no son muros de carga de su gobierno, por lo mismo insuficientes para cuartear su apoyo entre la población, pero sí la daña, y mucho, dentro de la comunidad de las ideas y la razón, donde más adelante pudiera no contar con aliados para empujar la versión de la historia enorme y epopéyica en la que el Presidente cree ser el protagonista principal y único.


En el USB..


Lo dicho, el Tribunal Electoral le hace el trabajo sucio a Morena, y con eufemismos que aparentan control, en el fondo permite propaganda presidencial en las mañaneras, contrario al criterio original del INE.