/ martes 13 de octubre de 2020

El aburrimiento digital

Laura Coronado Contreras.*

* Profesora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México. Autora de la “Libertad de Expresión en el Ciberespacio”, Investigadora Nivel I del CONACYT.

Abel Dufresne decía que “el aburrimiento es la enfermedad de las personas felices.” Con la contingencia sanitaria las horas que pasamos conectados se han multiplicado, pero ¿cómo deriva ello en que, por encima de sentir tristeza o miedo, los jóvenes se sientan aburridos?

¿Es una condición frívola de la que se están quejando? “Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor” según Bertrand Russell, pero dichas frases no podrían vislumbrar los cambios que la pandemia ha traído. Quizás, después de todo, el manifestarse como aburridos sea sólo la superficie de algo mucho más profundo.

El 75% de los trabajadores mexicanos tienen “tecnoestrés” debido al home office ya que, contrario a lo que realmente debe ser el trabajo a distancia, se les pide estar conectados permanentemente (24/7). Por su parte, el 94% de los jóvenes reportaron estar más tiempo conectados a redes sociales que dedicados a las tareas.

¿Es culpa de la tecnología o son las empresas y escuelas las que no están haciendo buen uso de ellas?

Arthur Schopenhauer decía, a manera de ironía, que “un estudio muy amplio nos indica que los dos enemigos de la felicidad humana son el dolor y el aburrimiento.” Y, probablemente, es a lo que estamos condenando a los “pandemians”. El confinamiento y la incertidumbre son un factor de riesgo para la salud mental de cualquiera, pero los adolescentes están rodeados de mensajes poco alentadores para el futuro. Desde el gobierno, autoridades educativas, las empresas y padres, no estamos respondiendo adecuadamente.

¿Cómo impulsar a las nuevas generaciones a estudiar si las cifras de desempleo se disparan y 47 millones de mexicanos se encuentran sin trabajo o con salarios bajos? ¿Cómo decirles que la pandemia no durará para siempre cuando hay rebrotes en otras regiones del mundo y en México no disminuye el número de contagios? ¿Cómo pedirles que sean creativos si su entorno familiar es violento psicológica, emocional o físicamente? ¿Cómo combatir el mensaje de que no necesitamos arquitectos, ingenieros o investigadores? ¿Cómo revertir el poder de las redes sociales en donde puedes ser influencer sin tener algún mérito?

Muchas voces, rápidamente los han calificado como “la generación de mazapán.” No obstante, como mencionaba, Clifton Paul Fadjman: “aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia”. Lo que nos están diciendo es que como sociedad no hemos sido capaces de enseñarles lo bello, lo bueno y la verdad. Ello no es responsabilidad del ciberespacio.

En su reciente Encíclica, “Fratelli tutti” (Hermanos todos), el Papa Francisco señala la desconexión humana que puede desencadenarse por un excesivo uso de las redes sociales, en donde no se construye un verdadero “nosotros”. Nuestro gran pendiente será, ante este símbolo de protesta y hartazgo, demostrarles que, a pesar de un entorno tan complicado, es posible aprender y mejorar. Hemos vivido la necesidad de contar con buenos gobernantes, científicos calificados, profesores de excelencia y empresarios sensibles socialmente. Hoy, las palabras de Aristóteles pueden cobrar relevancia cuando hablamos de la trascendencia de adquirir conocimientos ya que son “un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”.

Laura Coronado Contreras.*

* Profesora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México. Autora de la “Libertad de Expresión en el Ciberespacio”, Investigadora Nivel I del CONACYT.

Abel Dufresne decía que “el aburrimiento es la enfermedad de las personas felices.” Con la contingencia sanitaria las horas que pasamos conectados se han multiplicado, pero ¿cómo deriva ello en que, por encima de sentir tristeza o miedo, los jóvenes se sientan aburridos?

¿Es una condición frívola de la que se están quejando? “Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor” según Bertrand Russell, pero dichas frases no podrían vislumbrar los cambios que la pandemia ha traído. Quizás, después de todo, el manifestarse como aburridos sea sólo la superficie de algo mucho más profundo.

El 75% de los trabajadores mexicanos tienen “tecnoestrés” debido al home office ya que, contrario a lo que realmente debe ser el trabajo a distancia, se les pide estar conectados permanentemente (24/7). Por su parte, el 94% de los jóvenes reportaron estar más tiempo conectados a redes sociales que dedicados a las tareas.

¿Es culpa de la tecnología o son las empresas y escuelas las que no están haciendo buen uso de ellas?

Arthur Schopenhauer decía, a manera de ironía, que “un estudio muy amplio nos indica que los dos enemigos de la felicidad humana son el dolor y el aburrimiento.” Y, probablemente, es a lo que estamos condenando a los “pandemians”. El confinamiento y la incertidumbre son un factor de riesgo para la salud mental de cualquiera, pero los adolescentes están rodeados de mensajes poco alentadores para el futuro. Desde el gobierno, autoridades educativas, las empresas y padres, no estamos respondiendo adecuadamente.

¿Cómo impulsar a las nuevas generaciones a estudiar si las cifras de desempleo se disparan y 47 millones de mexicanos se encuentran sin trabajo o con salarios bajos? ¿Cómo decirles que la pandemia no durará para siempre cuando hay rebrotes en otras regiones del mundo y en México no disminuye el número de contagios? ¿Cómo pedirles que sean creativos si su entorno familiar es violento psicológica, emocional o físicamente? ¿Cómo combatir el mensaje de que no necesitamos arquitectos, ingenieros o investigadores? ¿Cómo revertir el poder de las redes sociales en donde puedes ser influencer sin tener algún mérito?

Muchas voces, rápidamente los han calificado como “la generación de mazapán.” No obstante, como mencionaba, Clifton Paul Fadjman: “aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia”. Lo que nos están diciendo es que como sociedad no hemos sido capaces de enseñarles lo bello, lo bueno y la verdad. Ello no es responsabilidad del ciberespacio.

En su reciente Encíclica, “Fratelli tutti” (Hermanos todos), el Papa Francisco señala la desconexión humana que puede desencadenarse por un excesivo uso de las redes sociales, en donde no se construye un verdadero “nosotros”. Nuestro gran pendiente será, ante este símbolo de protesta y hartazgo, demostrarles que, a pesar de un entorno tan complicado, es posible aprender y mejorar. Hemos vivido la necesidad de contar con buenos gobernantes, científicos calificados, profesores de excelencia y empresarios sensibles socialmente. Hoy, las palabras de Aristóteles pueden cobrar relevancia cuando hablamos de la trascendencia de adquirir conocimientos ya que son “un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”.