En marzo del 2012 Goldman Sachs realizó una previsión audaz sobre el futuro de la economía mexicana: de acuerdo con su prospectiva se ubicaría en el lugar siete del mundo, una posición que nunca había ocupado. Bajo dicho escenario México aportaría el 7.8% del PIB mundial superando a Rusia y la India.
Goldman Sachs consideraba que las reformas estructurales, particularmente en materia energética, serían el camino para transformar una economía que sufría una atonía sistémica: el PIB promedió un aumento de sólo 2.5% durante los 20 años previos.
Las reformas estructurales llegaron, pero no el crecimiento prometido. Otras visiones locales y globales también sobrestimaron el futuro de México y el poder transformador de las llamadas reformas estructurales.
En 2015 el grupo financiero BBVA presentó un pronóstico de crecimiento para las naciones agrupadas bajo su acrónimo EAGLE´s: se planteó que México, Turquía y Rusia contribuirían más que Alemania y Reino Unido al crecimiento global durante el periodo 2015-2025.
Se sabía que, aún antes del Covid-19, ello no sería alcanzable para el caso de México porque el país seguía creciendo sólo 2.5%. Además, la pandemia puso a prueba la eficacia del sistema económico global y exhibió la resiliencia de cada modelo de desarrollo: aprobó el asiático y no lo hizo para el caso de América Latina, Europa y Estados Unidos.
El Covid-19 también sometió a revisión a la eficacia y validez de la estrategia económica de los conocidos como BRICS: difícilmente se puede considerar que Brasil, Sudáfrica y Rusia alcanzarán los objetivos de crecimiento y desarrollo económico adjudicados cuando el economista James O´Neill (Goldman Sachs) dio a conocer el acrónimo en 2001. Tienen el potencial, pero no la eficacia para alcanzar metas superiores de progreso y bienestar.
Bajo este contexto viene una nueva prueba para México: se vive un cambio estructural. El aumento en las tasas de interés por parte del Banco de México muestra su independencia de la política fiscal local pero también su vinculación con las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos.
La cautela de los bancos centrales no solamente se refiere a la inflación: tiene que ver con las burbujas especulativas creadas durante la época del dinero barato. Al igual que en 2009, los esquemas de derivados financieros, la pirámide de criptomonedas, los mercados de bonos y bursátiles dependen de un aterrizaje suave para evitar una recesión global de gran magnitud. El problema es que se tienen menos herramientas fiscales y monetarias a la mano.
Por ello prefieren frenar la economía antes que relajar su estrategia monetaria (tasas e interés): Banxico y la Fed conocen la magnitud de los ajustes financieros que se encuentran involucrados.
Así, debe reconsiderarse el futuro de la economía y crear nuevos paradigmas que son pertinentes para este momento: México necesita crecer más de 4% de forma anual durante las siguientes dos décadas para alcanzar un nivel superior de bienestar.
Sin inversión productiva no será posible: el alza en las tasas de interés juega en contra y la debilidad de la mayor parte de los socios económicos deja al mercado interno y al T-MEC como la alternativa.
La oportunidad que presenta fortalecer lo Hecho en México alrededor del “nearshoring” es única y puede alcanzarse con una política industrial que trascienda el ámbito nacional y llegue a lo regional.