/ lunes 2 de octubre de 2017

El más calvo se hace trenzas

Vivimos en fechas tan aciagas y está nuestro pobre pueblo tan lleno de tribulaciones, que no quiero agregarle más horrores en este annus horribilis, ya que se ha terminado el septiembre negro del 2017 y por ello me valgo de una frase o refrancillo que escuché con respecto a los nobles mujeres y hombres que han participado en el salvamento de los desposeídos por la fatalidad.

Sacado del ubérrimo acervo paremiológico nacional, dijeron: aquí el más tullido es alambrista, el más chimuelo masca tuercas y el más calvo se hace trenzas y entonces me asaltó el recuerdo de Miguel Hidalgo con su calvicie que empato sin discutir, pero también vino a mi memoria el más grande mexicano de todos los tiempos, Benito Juárez, que parecía que se peinaba con asientos de tlayuda y no sé por qué, así que ni me pregunte usted al oído libidinosa paisana, recordé los dos más espantosos copetes de la actualidad, el de Donald J. Trump que parece como un algodón de azúcar redoblado hacia atrás y el de menor popularidad acá en estos momentos y usted sabe perfectamente a quién me refiero, amigo panzón, guango, flojo y chismoso.

Y ya encarrerado el ratón, arriban a la memoria dos copetines o, mejor dicho, dos copetones, que no es lo mismo, aunque ambos merecen respeto. Me asalta el recuerdo del copetillo de Napoleón con un chinito caído en la frente que habrían de inmortalizar también Bill Halley y el rarito pero genial Elvis Presley y, perdóneme que se la recuerde, distinguido conservador, pero ha llegado a mi caletre la cabellera de Adolfo Hitler tan cargada hacia la derecha y más negra que su alma, dicho sea, con toda reverencia a las almas y espíritus que en el mundo han sido. Y qué pero le pone usted, jovencita soñadora, novia del manos largas, a las trencitas del más famoso rabino de Nueva York o al copete de hueso seboso de Onésimo Cepeda o el copete ventarrón que prestigiara mi maestro querido Albert Einstein.

Y conste que no me meto con los maravillosos enjambres que se hacen las damas de sociedad urbi et orbi, que siempre se andan agarrando del chongo, y solo me concentro en los sapiens masculinos, aunque recuerdo el peinadito de Carlos I de Inglaterra cuando se enfrenta con Cromwell en el Parlamento, lo cual le costaría no nada más el copete sino la cabeza entera en la guillotina que sé que le gusta recordar. La verdad mis respetos para el greñero de Víctor Hugo o de Posada el grabador extraordinario de las calaveras. Tampoco caeré en la provocación de meterme con Salinas, ni con el espantoso y repugnante tupé tan teñidito de Vicente Fox o el rebelde gallito del innombrable López Obrador o el copete de chayote rasurado y güero de Ricardo Anaya, ni el engominado aceitoso de Moreno Valle o el piojero ensortijado de Ochoa Reza parecido a la de la Medusa mitológica.

Perdone que le meta la duda, ¿Stevie Wonder, traía trencitas? Usted habrá notado que no aludo a los peinados de su gobernador preferido, pues no le hago a la homofobia ni a los tacos de suadero, pero la verdad, la verdad, es que en materia de copetes Kennedy superaba por mucho al repugnante bisoñé de Emmanuel Macron el actual presidente de Francia y respeto que los weight watchers   le hayan dado el premio del mejor peinado al señor presidente de Corea del Norte Kim Yong-un, que tanto envidia el cronista Gabriel Fonseca Verdugo.

En fin, solo quería que usted se distrajera un poco en este lunes que únicamente nos habla de edificios colapsados y de políticos cutres que lucran con la desgracia haciéndose notar o presumiendo de caritativos. Sí, hoy es dos de octubre.

rojedamestre@yahoo.com

Vivimos en fechas tan aciagas y está nuestro pobre pueblo tan lleno de tribulaciones, que no quiero agregarle más horrores en este annus horribilis, ya que se ha terminado el septiembre negro del 2017 y por ello me valgo de una frase o refrancillo que escuché con respecto a los nobles mujeres y hombres que han participado en el salvamento de los desposeídos por la fatalidad.

Sacado del ubérrimo acervo paremiológico nacional, dijeron: aquí el más tullido es alambrista, el más chimuelo masca tuercas y el más calvo se hace trenzas y entonces me asaltó el recuerdo de Miguel Hidalgo con su calvicie que empato sin discutir, pero también vino a mi memoria el más grande mexicano de todos los tiempos, Benito Juárez, que parecía que se peinaba con asientos de tlayuda y no sé por qué, así que ni me pregunte usted al oído libidinosa paisana, recordé los dos más espantosos copetes de la actualidad, el de Donald J. Trump que parece como un algodón de azúcar redoblado hacia atrás y el de menor popularidad acá en estos momentos y usted sabe perfectamente a quién me refiero, amigo panzón, guango, flojo y chismoso.

Y ya encarrerado el ratón, arriban a la memoria dos copetines o, mejor dicho, dos copetones, que no es lo mismo, aunque ambos merecen respeto. Me asalta el recuerdo del copetillo de Napoleón con un chinito caído en la frente que habrían de inmortalizar también Bill Halley y el rarito pero genial Elvis Presley y, perdóneme que se la recuerde, distinguido conservador, pero ha llegado a mi caletre la cabellera de Adolfo Hitler tan cargada hacia la derecha y más negra que su alma, dicho sea, con toda reverencia a las almas y espíritus que en el mundo han sido. Y qué pero le pone usted, jovencita soñadora, novia del manos largas, a las trencitas del más famoso rabino de Nueva York o al copete de hueso seboso de Onésimo Cepeda o el copete ventarrón que prestigiara mi maestro querido Albert Einstein.

Y conste que no me meto con los maravillosos enjambres que se hacen las damas de sociedad urbi et orbi, que siempre se andan agarrando del chongo, y solo me concentro en los sapiens masculinos, aunque recuerdo el peinadito de Carlos I de Inglaterra cuando se enfrenta con Cromwell en el Parlamento, lo cual le costaría no nada más el copete sino la cabeza entera en la guillotina que sé que le gusta recordar. La verdad mis respetos para el greñero de Víctor Hugo o de Posada el grabador extraordinario de las calaveras. Tampoco caeré en la provocación de meterme con Salinas, ni con el espantoso y repugnante tupé tan teñidito de Vicente Fox o el rebelde gallito del innombrable López Obrador o el copete de chayote rasurado y güero de Ricardo Anaya, ni el engominado aceitoso de Moreno Valle o el piojero ensortijado de Ochoa Reza parecido a la de la Medusa mitológica.

Perdone que le meta la duda, ¿Stevie Wonder, traía trencitas? Usted habrá notado que no aludo a los peinados de su gobernador preferido, pues no le hago a la homofobia ni a los tacos de suadero, pero la verdad, la verdad, es que en materia de copetes Kennedy superaba por mucho al repugnante bisoñé de Emmanuel Macron el actual presidente de Francia y respeto que los weight watchers   le hayan dado el premio del mejor peinado al señor presidente de Corea del Norte Kim Yong-un, que tanto envidia el cronista Gabriel Fonseca Verdugo.

En fin, solo quería que usted se distrajera un poco en este lunes que únicamente nos habla de edificios colapsados y de políticos cutres que lucran con la desgracia haciéndose notar o presumiendo de caritativos. Sí, hoy es dos de octubre.

rojedamestre@yahoo.com

ÚLTIMASCOLUMNAS
miércoles 03 de enero de 2018

Impresionante tecnológico

Ramón Ojeda

lunes 25 de diciembre de 2017

Mancerazo antiambiental

Ramón Ojeda

lunes 18 de diciembre de 2017

El pregabinete passiflorino

Ramón Ojeda

lunes 11 de diciembre de 2017

La caída de Mancera

Ramón Ojeda

lunes 04 de diciembre de 2017

El Factor Videgaray

Ramón Ojeda

lunes 27 de noviembre de 2017

Que no quede huella

Ramón Ojeda

lunes 20 de noviembre de 2017

Se ensució la sucesión

Ramón Ojeda

lunes 06 de noviembre de 2017

Sicarios pecadores

Ramón Ojeda

Cargar Más