/ domingo 17 de marzo de 2024

El sometimiento popular al líder (IV)

En el nazismo, el sádico deseo de poder sobre las masas actuó como motor impulsor del líder nazi, pero no fue exlusivo de él. Desde la óptica psicoanalítica de Eric Fomm, las masas poseen un alto grado de deseo masoquista de ser sometidas y, al mismo tiempo, un descarnado sadismo que satisfacen a costa de las minorías raciales y políticas. Esto, desde el momento en que late en ellas un incontenible deseo de sometimiento al poder de una fuerza abrumadora que les conduce al aniquilamiento de su propio yo mientras mantienen vivo el deseo de ejercer poder sobre quienes carecen de él.

De ahí que el discurso oficial nazi haya dicho una y otra vez: “el individuo es nada y nada significa”. Es insignificante y debe fundirse en el seno del poder para participar de su gloria. Por algo Goebbels sentenciará que el socialismo no era otra cosa que el sacrificio del individuo al todo, pero ¿qué es sacrificio? Hitler lo definirá al establecer cuál sería la esencia de la nueva organización política: la renuncia a opinar, a ostentar intereses y a anheler una felicidad en lo individual. En suma: sacrificio y autonegación, de manera que en vez de buscar que la felicidad pudiera ser para cada uno de los individuos, el orden social se dirigiría a todos los que eran tan pobres que sus vidas carecían de significado y lucharía por explotar la pobreza de las masas a fin de inocularlas con el “evangelio de la autoaniquilación”.

Aquí la semilla dual del masoquismo presente tanto en el pensamiento hitleriano como en la ideología nazi: masas masoquistas, resignadas y sometidas al líder y su élite. Así como un líder masoquista que se somete a un poder superior: Dios, el Destino, la Necesidad, la Historia, la Naturaleza. Sadomasoquismo que en el líder nace de sus sentimientos de inferioridad, odio a la vida, ascetismo y envidia hacia quienes disfrutan de la vida y que en las masas encuentra eco al compartir con él una estructura similar de carácter, lo que les hace ser atraídas y excitadas por sus “enseñanzas” y les transforma “en ardientes partidarios” del hombre con el que no sólo les comparte sino que, ante todo, les expresa “sus mismos sentimientos”. Líder sadomasoquista, en consecuencia, que se erige en una especie de espejo de sus masas igualmente sadomasoquistas.

Sí, masas que evidentemente optaron por seguir el camino frommiano de la libertad negativa ante condiciones psicológicas en las que la ruptura con sus vínculos primarios era evidente, pero que no constituían tampoco una alternativa de solución que les garantizara alcanzar en su búsqueda incesante la felicidad al elegir como sistema el autoritarismo.

No obstante, cuando Fromm escribe su demoledor y visionario ensayo “El miedo a la libertad” no ha concluido la guerra. No sabe por tanto cuál será el futuro del nazismo y él mismo se lo pregunta porque el nazifascismo aún palpita en esos momentos. Lo que no es inédito es la masa, es el pueblo. Abordémoslo.

Uno de los primeros estudiosps de la psicología de masas fue el decimonónico Gustave Le Bon, quien desde 1895 en su obra “Psicología de las masas” establecía que una masa sólo se integraba cuando algo o alguien le aglutinaba y daba sentido a la colectividad, haciendo de este grupo humano un ente social que en lo individual aceptaba ser despersonalizado en aras de formar parte de un nuevo colectivo cuyo fin o fines todos sus miembros compartían. Esto es, como dirá luego Jung: “lo heterogéneo se sumerge en lo homogéneo y las cualidades inconscientes dominan”. ¿Y por qué hablar estos y muchos otros intelectuales de las masas? Porque Le Bon lo advirtió: con el siglo XX había dado inicio “la era de las masas”.

Masas organizadas, masas psicológicas, en las que sentimientos e ideas se habrán de fundir “como un solo ser” quedando sometidas bajo la influencia de emociones violentas a la “ley psicológica de la unidad mental de las masas”. Masas a las que desde la perspectiva leboniana les caracteriza la impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y de espíritu crítico, así como la exageración de sentimientos. Qué mejor ejemplo reconocido por la historia contemporánea que aquellas masas que, compartiendo como finalidad la de “acabar” con el Antiguo Régimen, devinieron en el principal apoyo de unos cuantos líderes revolucionarios a la hora de mandar a la guillotina a miles de individuos al quedar instaurado el nuevo régimen del Terror.

¿Por qué? Porque las masas son en extremo sugestionables y pueden pasar en un instante de la más atroz ferocidad sanguinaria a la mayor generosidad o heroísmo, esto es, transitar de víctimas a verdugos en un instante, lo que evidencia su incapacidad de ser constantes en su pensamiento y, en cambio, ser notoriamente impulsivas, al grado que, como dirá Le Bon: al formarse una masa, “el ignorante y el sabio se convierten en idéndicamente incapaces de observación” y son proclives a la alucinación y sugestión colectivas, lo que les hace ser potenciales sujetos-objeto del poder de la “hipnosis” que sobre ellas pueda ejercer su líder. Sí, el enamoramiento de la masa hacia su líder del que hablará Freud. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


En el nazismo, el sádico deseo de poder sobre las masas actuó como motor impulsor del líder nazi, pero no fue exlusivo de él. Desde la óptica psicoanalítica de Eric Fomm, las masas poseen un alto grado de deseo masoquista de ser sometidas y, al mismo tiempo, un descarnado sadismo que satisfacen a costa de las minorías raciales y políticas. Esto, desde el momento en que late en ellas un incontenible deseo de sometimiento al poder de una fuerza abrumadora que les conduce al aniquilamiento de su propio yo mientras mantienen vivo el deseo de ejercer poder sobre quienes carecen de él.

De ahí que el discurso oficial nazi haya dicho una y otra vez: “el individuo es nada y nada significa”. Es insignificante y debe fundirse en el seno del poder para participar de su gloria. Por algo Goebbels sentenciará que el socialismo no era otra cosa que el sacrificio del individuo al todo, pero ¿qué es sacrificio? Hitler lo definirá al establecer cuál sería la esencia de la nueva organización política: la renuncia a opinar, a ostentar intereses y a anheler una felicidad en lo individual. En suma: sacrificio y autonegación, de manera que en vez de buscar que la felicidad pudiera ser para cada uno de los individuos, el orden social se dirigiría a todos los que eran tan pobres que sus vidas carecían de significado y lucharía por explotar la pobreza de las masas a fin de inocularlas con el “evangelio de la autoaniquilación”.

Aquí la semilla dual del masoquismo presente tanto en el pensamiento hitleriano como en la ideología nazi: masas masoquistas, resignadas y sometidas al líder y su élite. Así como un líder masoquista que se somete a un poder superior: Dios, el Destino, la Necesidad, la Historia, la Naturaleza. Sadomasoquismo que en el líder nace de sus sentimientos de inferioridad, odio a la vida, ascetismo y envidia hacia quienes disfrutan de la vida y que en las masas encuentra eco al compartir con él una estructura similar de carácter, lo que les hace ser atraídas y excitadas por sus “enseñanzas” y les transforma “en ardientes partidarios” del hombre con el que no sólo les comparte sino que, ante todo, les expresa “sus mismos sentimientos”. Líder sadomasoquista, en consecuencia, que se erige en una especie de espejo de sus masas igualmente sadomasoquistas.

Sí, masas que evidentemente optaron por seguir el camino frommiano de la libertad negativa ante condiciones psicológicas en las que la ruptura con sus vínculos primarios era evidente, pero que no constituían tampoco una alternativa de solución que les garantizara alcanzar en su búsqueda incesante la felicidad al elegir como sistema el autoritarismo.

No obstante, cuando Fromm escribe su demoledor y visionario ensayo “El miedo a la libertad” no ha concluido la guerra. No sabe por tanto cuál será el futuro del nazismo y él mismo se lo pregunta porque el nazifascismo aún palpita en esos momentos. Lo que no es inédito es la masa, es el pueblo. Abordémoslo.

Uno de los primeros estudiosps de la psicología de masas fue el decimonónico Gustave Le Bon, quien desde 1895 en su obra “Psicología de las masas” establecía que una masa sólo se integraba cuando algo o alguien le aglutinaba y daba sentido a la colectividad, haciendo de este grupo humano un ente social que en lo individual aceptaba ser despersonalizado en aras de formar parte de un nuevo colectivo cuyo fin o fines todos sus miembros compartían. Esto es, como dirá luego Jung: “lo heterogéneo se sumerge en lo homogéneo y las cualidades inconscientes dominan”. ¿Y por qué hablar estos y muchos otros intelectuales de las masas? Porque Le Bon lo advirtió: con el siglo XX había dado inicio “la era de las masas”.

Masas organizadas, masas psicológicas, en las que sentimientos e ideas se habrán de fundir “como un solo ser” quedando sometidas bajo la influencia de emociones violentas a la “ley psicológica de la unidad mental de las masas”. Masas a las que desde la perspectiva leboniana les caracteriza la impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y de espíritu crítico, así como la exageración de sentimientos. Qué mejor ejemplo reconocido por la historia contemporánea que aquellas masas que, compartiendo como finalidad la de “acabar” con el Antiguo Régimen, devinieron en el principal apoyo de unos cuantos líderes revolucionarios a la hora de mandar a la guillotina a miles de individuos al quedar instaurado el nuevo régimen del Terror.

¿Por qué? Porque las masas son en extremo sugestionables y pueden pasar en un instante de la más atroz ferocidad sanguinaria a la mayor generosidad o heroísmo, esto es, transitar de víctimas a verdugos en un instante, lo que evidencia su incapacidad de ser constantes en su pensamiento y, en cambio, ser notoriamente impulsivas, al grado que, como dirá Le Bon: al formarse una masa, “el ignorante y el sabio se convierten en idéndicamente incapaces de observación” y son proclives a la alucinación y sugestión colectivas, lo que les hace ser potenciales sujetos-objeto del poder de la “hipnosis” que sobre ellas pueda ejercer su líder. Sí, el enamoramiento de la masa hacia su líder del que hablará Freud. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli