/ domingo 24 de marzo de 2024

El sometimiento popular al líder (V)

A finales del siglo XIX, Gustav Le Bon teme a la eclosión de la era de las masas. Advierte, en consecuencia, que las más grandes conmociones de la historia humana han sido detonadas por invasiones de pueblos y derrocamientos dinásticos que se han gestado a partir de la “modificación profunda en las ideas de los pueblos”, esto es, de sus opiniones, concepciones y creencias. De tal suerte que las verdaderas conmociones históricas, no han sido las que visiblemente impactan por su magnitud y violencia sino las que tienen lugar en el ámbito de la intangibilidad propia de dichas opiniones, concepciones y creencias. Tiene claro que el pensamiento humano está en vías de transformación y que quien hoy supusiera que el mundo actual está comenzando a atestiguar el fin de una era, evidenciaría que no ha leído a Le Bon, quien en 1895 denunció que la transformación del mundo era evidente y uno de los principales factores confirmantes era la destrucción de las creencias religiosas, políticas y sociales en las que Occidente se había fincado. Comenzaba pues un período de transición pero también de caos.

De ahí su pregunta: ¿en qué ideas fundamentales se basarán las nuevas sociedades? No era fácil anticiparlo, pero hay una certeza: “la última soberana” de la edad moderna será “la potencia de las masas”, que habría de erigirse sobre las ruinas de los cadáveres de las ideas que un día se creyeron verdaderas, dando paso a la nueva era: la de las masas, cuyo advenimiento anunciaría la anárquica llegada de una de las postreras etapas de la civilización occidental, desde el momento en que históricamente su dominio ha caracterizado a las distintas fases de desorden que la humanidad ha conocido.

¿Temor? Sí, porque “la masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Sin embargo, desde el punto de vista de los actos que los sentimientos provocan puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada”, dirá. Ello, porque el individuo ve desvanecerse su personalidad consciente al dejar de ser él y emerger su personalidad inconsciente, permitiéndose así quedar subordinado a la masa de cuya “alma colectiva” es ahora parte bajo el influjo de pensamientos unidireccionales, en la medida que “las masas no acumulan la inteligencia sino la mediocridad”. Ejemplo de ello -puntualizará-: las masas latinas, que a su juicio eran notoriamente “femeninas”, al predominar en ellas el instinto sobre la razón y ser rebeldes frente a la autoridad débil y serviles ante una fuerte, como buenas partidarias de la tiranía más que de la paternalidad. Duras concepciones las lebonianas, pero que ejercieron notoria influencia en sus lectores, comenzando por Mussolini, Hitler y Roosvelt e intelectuales contemporáneos.

Uno de ellos: Gabriel Tarde, quien sostendrá que toda masa es básica y elemental, desde el momento en que encierra en sí misma el estadio temprano de la evolución humana. Obra clave en la que es posible conocer su posición a este respecto es “L’opinion et la foule” (1901), en la cual destaca que la “multitud” (“foule”) es, después de la familia, el grupo social más antiguo, por lo que posee un elemento pueril y uno bestial, pues al tiempo que es crédula y desmemoriada, es también más cruel en su unidad que cualquiera de sus integrantes en lo individual, y concluye: “la multitud es mujer” aunque esté integrada por hombres. Aserto que hoy en día podrá ser calificado de misógino, pero es necesario remontar esta idea e ir más al fondo de este planteamiento psicosociológico que en Tarde trasciende hacia la esfera criminológica, desde el momento en que uno de sus principales objetivos de análisis será el estudio de los “crímenes de las muchedumbres”.

Crímenes en los que el elemento hipnótico -ya anunciado por Le Bon y desarrollado por las Escuelas de la Salpêtrière y de Nancy- será tomado prioritariamente en cuenta al hablar de la “fuerza de arrastre” del líder frente a la muchedumbre. Líder que ante los ojos tardianos es un “demiurgo”, un “conductor”, un “meneur”, que desencadena esa “fuerza maléfica, esa terrible boa popular que tiene por anillos a hombres esclavizados y subyugados”. De ahí su concepción de la muchedumbre -en estrecha identificación con una secta- en la que se concentran todo tipo de pasiones criminales y fuerzas incendiarias que trastornan a sus integrantes hasta envilecerles.

Pero Tarde no será el único en seguir a Le Bon. Sigmund Freud no sólo se inspira, transcribe profusamente los textos lebonianos como punto de partida al iniciar su obra “Psicología de las masas”, en la cual incorpora nuevos elementos sustantivos: dos de ellos, sugestión y líbido. Una masa, dirá Freud, debe mantenerse cohesionada por algún poder, ergo, Eros la une. Asimismo, desde el momento en que el sujeto renuncia a lo que le es personal y se permite ser sugestionado por otros, tal pareciera que lo hace para colmar su necesidad de saberse de acuerdo con ellos y no en su contra, en pocas palabras: “por amor a los demás”. (Continuará)



bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli




\u000chttps://es.slideshare.net/ricardobur/freud-psicologia-de-las-masas-y-anlisis-del-yo

https://es.slideshare.net/ricardobur/freud-psicologia-de-las-masas-y-anlisis-del-yo

https://www.pagina12.com.ar/244607-lideres-y-masas

https://upcndigital.org/~ciper/biblioteca/Filosofia%20moderna/Psicologia-de-las-masas-G.-Le-Bon.pdf

https://www.temasdepsicoanalisis.org/2020/01/31/la-dinamica-narcisista-de-la-sumisionla-atraccion-de-los-indefensoshacia-lideres-autoritarios/

https://www.fcede.es/site/es/libros/detalles.aspx?id_libro=12910

le bon tarde freud moscovici



A finales del siglo XIX, Gustav Le Bon teme a la eclosión de la era de las masas. Advierte, en consecuencia, que las más grandes conmociones de la historia humana han sido detonadas por invasiones de pueblos y derrocamientos dinásticos que se han gestado a partir de la “modificación profunda en las ideas de los pueblos”, esto es, de sus opiniones, concepciones y creencias. De tal suerte que las verdaderas conmociones históricas, no han sido las que visiblemente impactan por su magnitud y violencia sino las que tienen lugar en el ámbito de la intangibilidad propia de dichas opiniones, concepciones y creencias. Tiene claro que el pensamiento humano está en vías de transformación y que quien hoy supusiera que el mundo actual está comenzando a atestiguar el fin de una era, evidenciaría que no ha leído a Le Bon, quien en 1895 denunció que la transformación del mundo era evidente y uno de los principales factores confirmantes era la destrucción de las creencias religiosas, políticas y sociales en las que Occidente se había fincado. Comenzaba pues un período de transición pero también de caos.

De ahí su pregunta: ¿en qué ideas fundamentales se basarán las nuevas sociedades? No era fácil anticiparlo, pero hay una certeza: “la última soberana” de la edad moderna será “la potencia de las masas”, que habría de erigirse sobre las ruinas de los cadáveres de las ideas que un día se creyeron verdaderas, dando paso a la nueva era: la de las masas, cuyo advenimiento anunciaría la anárquica llegada de una de las postreras etapas de la civilización occidental, desde el momento en que históricamente su dominio ha caracterizado a las distintas fases de desorden que la humanidad ha conocido.

¿Temor? Sí, porque “la masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Sin embargo, desde el punto de vista de los actos que los sentimientos provocan puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada”, dirá. Ello, porque el individuo ve desvanecerse su personalidad consciente al dejar de ser él y emerger su personalidad inconsciente, permitiéndose así quedar subordinado a la masa de cuya “alma colectiva” es ahora parte bajo el influjo de pensamientos unidireccionales, en la medida que “las masas no acumulan la inteligencia sino la mediocridad”. Ejemplo de ello -puntualizará-: las masas latinas, que a su juicio eran notoriamente “femeninas”, al predominar en ellas el instinto sobre la razón y ser rebeldes frente a la autoridad débil y serviles ante una fuerte, como buenas partidarias de la tiranía más que de la paternalidad. Duras concepciones las lebonianas, pero que ejercieron notoria influencia en sus lectores, comenzando por Mussolini, Hitler y Roosvelt e intelectuales contemporáneos.

Uno de ellos: Gabriel Tarde, quien sostendrá que toda masa es básica y elemental, desde el momento en que encierra en sí misma el estadio temprano de la evolución humana. Obra clave en la que es posible conocer su posición a este respecto es “L’opinion et la foule” (1901), en la cual destaca que la “multitud” (“foule”) es, después de la familia, el grupo social más antiguo, por lo que posee un elemento pueril y uno bestial, pues al tiempo que es crédula y desmemoriada, es también más cruel en su unidad que cualquiera de sus integrantes en lo individual, y concluye: “la multitud es mujer” aunque esté integrada por hombres. Aserto que hoy en día podrá ser calificado de misógino, pero es necesario remontar esta idea e ir más al fondo de este planteamiento psicosociológico que en Tarde trasciende hacia la esfera criminológica, desde el momento en que uno de sus principales objetivos de análisis será el estudio de los “crímenes de las muchedumbres”.

Crímenes en los que el elemento hipnótico -ya anunciado por Le Bon y desarrollado por las Escuelas de la Salpêtrière y de Nancy- será tomado prioritariamente en cuenta al hablar de la “fuerza de arrastre” del líder frente a la muchedumbre. Líder que ante los ojos tardianos es un “demiurgo”, un “conductor”, un “meneur”, que desencadena esa “fuerza maléfica, esa terrible boa popular que tiene por anillos a hombres esclavizados y subyugados”. De ahí su concepción de la muchedumbre -en estrecha identificación con una secta- en la que se concentran todo tipo de pasiones criminales y fuerzas incendiarias que trastornan a sus integrantes hasta envilecerles.

Pero Tarde no será el único en seguir a Le Bon. Sigmund Freud no sólo se inspira, transcribe profusamente los textos lebonianos como punto de partida al iniciar su obra “Psicología de las masas”, en la cual incorpora nuevos elementos sustantivos: dos de ellos, sugestión y líbido. Una masa, dirá Freud, debe mantenerse cohesionada por algún poder, ergo, Eros la une. Asimismo, desde el momento en que el sujeto renuncia a lo que le es personal y se permite ser sugestionado por otros, tal pareciera que lo hace para colmar su necesidad de saberse de acuerdo con ellos y no en su contra, en pocas palabras: “por amor a los demás”. (Continuará)



bettyzanolli@gmail.com

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\u000chttps://es.slideshare.net/ricardobur/freud-psicologia-de-las-masas-y-anlisis-del-yo

https://es.slideshare.net/ricardobur/freud-psicologia-de-las-masas-y-anlisis-del-yo

https://www.pagina12.com.ar/244607-lideres-y-masas

https://upcndigital.org/~ciper/biblioteca/Filosofia%20moderna/Psicologia-de-las-masas-G.-Le-Bon.pdf

https://www.temasdepsicoanalisis.org/2020/01/31/la-dinamica-narcisista-de-la-sumisionla-atraccion-de-los-indefensoshacia-lideres-autoritarios/

https://www.fcede.es/site/es/libros/detalles.aspx?id_libro=12910

le bon tarde freud moscovici