/ miércoles 10 de agosto de 2022

En el fondo son los semiconductores 

Por Pedro de la Rosa, Economista y asociado del COMEXI


La histórica desavenencia entre China y Taiwán se ha intensificado durante las últimas semanas después de la visita de la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a Taiwán, según reportan medios internacionales. En paralelo con las demostraciones militares recientes, las sanciones comerciales que ha impuesto China a las exportaciones e importaciones que tiene con Taiwán, podrían tener un impacto en las capacidades productivas Taiwanesas y, en función de la intensidad y el tiempo que se mantengan vigentes, podrían alterar las cadenas globales de suministro.

Hoy, Taiwán es uno de los principales actores en la producción de semiconductores a nivel mundial y por ello llama la atención que, entre las exportaciones que China optó por suspender hacia Taiwán, se encuentra la arena de cuarzo, insumo necesario para la producción de semiconductores y del cual es su principal proveedor.

Como resultado de la globalización económica, en la actualidad resultaría imposible producir algún bien intermedio o de consumo final sin emplear insumos provenientes de varias partes del mundo. Este es uno de los fundamentos detrás de la integración productiva y las cadenas de suministro globales, cuya adopción ha derivado en avances tecnológicos acelerados y mayor accesibilidad de bienes relacionados con ese sector.

La industria de los semiconductores es el ejemplo perfecto de ello, ya que cumple una doble función en el marco de las cadenas de suministro globales. Por un lado, su producción contempla su propia cadena de suministro que abarca procesos y transformaciones que van desde la extracción de los minerales utilizados como materia prima, hasta el ensamble de los microchips, donde cada segmento de la cadena puede suceder en puntos geográficos distintos. Por otro lado, los microchips/semiconductores son un insumo clave dentro de las cadenas de suministro de diversas industrias que se pueden considerar críticas para las economías como la automotriz, las telecomunicaciones, los dispositivos electrónicos y la defensa.

Si se llegase a presentar alguna interrupción en las cadenas de suministro, las consecuencias tendrían un alcance global. Un claro ejemplo de ello fueron las disrupciones que provocó la pandemia del COVID-19 en múltiples cadenas, particularmente la de semiconductores, cuyo impacto continúa reflejándose en la escasez de bienes como vehículos, electrónicos, dispositivos médicos, etc. Este fenómeno ha orillado tanto a gobiernos a repensar su política industrial, como a empresas a reconfigurar la forma en la que producen, en ambos casos poniendo el énfasis en la resiliencia.

En este contexto, el Gobierno de Estados Unidos ha orientado sus esfuerzos hacia la relocalización de la producción de semiconductores para llevarlas a su territorio, o al menos los segmentos más críticos de la cadena, ya que consideran a esta industria como un sector de seguridad nacional. Como parte de estos esfuerzos, el Congreso estadounidense aprobó en julio, con apoyo bipartidista, el CHIPS Act, legislación que está próxima a ser firmada por el Presidente Joe Biden y contempla $52 mil millones de dólares de incentivos en forma de subsidios y créditos fiscales para aquellas empresas que decidan instalar su producción de semiconductores en Estados Unidos, toda vez que estas se comprometan a no realizar inversiones significativas de alta tecnología en China.

Además de las cuestiones políticas referentes a las formas de gobierno, también existen razones económicas que podrían explicar la posición que ha tomado Estados Unidos en torno a la situación entre China y Taiwán. Según estadísticas oficiales de Estados Unidos, Taiwán es su décimo socio comercial y se encuentra entre sus principales proveedores de dispositivos electrónicos, entre los cuales destacan los semiconductores de alta gama. Actualmente, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) es la líder global en la producción de microchips de alta gama, que son esenciales para industrias como la de defensa y la aeroespacial. Adicionalmente, TSMC planea invertir alrededor de $35 mil millones de dólares en una mega fábrica de semiconductores en Arizona, lo cual explicaría porqué durante su visita a Taiwán, la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se reunió con ejecutivos de la empresa a escasos días de haber sido aprobado el CHIPS Act.

Si bien aún no hay claridad en torno a si las sanciones comerciales impuestas por China a Taiwán podrán generar disrupciones en las cadenas de suministro, la realidad es que la competencia por generar y relocalizar inversiones de alta tecnología se ha intensificado y esta tendencia se mantendrá. Ante este período de reconfiguración, será de vital importancia para Estados Unidos trabajar con sus socios norteamericanos en generar un ecosistema óptimo que permita el desarrollo de las industrias del futuro de manera competitiva.

Por Pedro de la Rosa, Economista y asociado del COMEXI


La histórica desavenencia entre China y Taiwán se ha intensificado durante las últimas semanas después de la visita de la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a Taiwán, según reportan medios internacionales. En paralelo con las demostraciones militares recientes, las sanciones comerciales que ha impuesto China a las exportaciones e importaciones que tiene con Taiwán, podrían tener un impacto en las capacidades productivas Taiwanesas y, en función de la intensidad y el tiempo que se mantengan vigentes, podrían alterar las cadenas globales de suministro.

Hoy, Taiwán es uno de los principales actores en la producción de semiconductores a nivel mundial y por ello llama la atención que, entre las exportaciones que China optó por suspender hacia Taiwán, se encuentra la arena de cuarzo, insumo necesario para la producción de semiconductores y del cual es su principal proveedor.

Como resultado de la globalización económica, en la actualidad resultaría imposible producir algún bien intermedio o de consumo final sin emplear insumos provenientes de varias partes del mundo. Este es uno de los fundamentos detrás de la integración productiva y las cadenas de suministro globales, cuya adopción ha derivado en avances tecnológicos acelerados y mayor accesibilidad de bienes relacionados con ese sector.

La industria de los semiconductores es el ejemplo perfecto de ello, ya que cumple una doble función en el marco de las cadenas de suministro globales. Por un lado, su producción contempla su propia cadena de suministro que abarca procesos y transformaciones que van desde la extracción de los minerales utilizados como materia prima, hasta el ensamble de los microchips, donde cada segmento de la cadena puede suceder en puntos geográficos distintos. Por otro lado, los microchips/semiconductores son un insumo clave dentro de las cadenas de suministro de diversas industrias que se pueden considerar críticas para las economías como la automotriz, las telecomunicaciones, los dispositivos electrónicos y la defensa.

Si se llegase a presentar alguna interrupción en las cadenas de suministro, las consecuencias tendrían un alcance global. Un claro ejemplo de ello fueron las disrupciones que provocó la pandemia del COVID-19 en múltiples cadenas, particularmente la de semiconductores, cuyo impacto continúa reflejándose en la escasez de bienes como vehículos, electrónicos, dispositivos médicos, etc. Este fenómeno ha orillado tanto a gobiernos a repensar su política industrial, como a empresas a reconfigurar la forma en la que producen, en ambos casos poniendo el énfasis en la resiliencia.

En este contexto, el Gobierno de Estados Unidos ha orientado sus esfuerzos hacia la relocalización de la producción de semiconductores para llevarlas a su territorio, o al menos los segmentos más críticos de la cadena, ya que consideran a esta industria como un sector de seguridad nacional. Como parte de estos esfuerzos, el Congreso estadounidense aprobó en julio, con apoyo bipartidista, el CHIPS Act, legislación que está próxima a ser firmada por el Presidente Joe Biden y contempla $52 mil millones de dólares de incentivos en forma de subsidios y créditos fiscales para aquellas empresas que decidan instalar su producción de semiconductores en Estados Unidos, toda vez que estas se comprometan a no realizar inversiones significativas de alta tecnología en China.

Además de las cuestiones políticas referentes a las formas de gobierno, también existen razones económicas que podrían explicar la posición que ha tomado Estados Unidos en torno a la situación entre China y Taiwán. Según estadísticas oficiales de Estados Unidos, Taiwán es su décimo socio comercial y se encuentra entre sus principales proveedores de dispositivos electrónicos, entre los cuales destacan los semiconductores de alta gama. Actualmente, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) es la líder global en la producción de microchips de alta gama, que son esenciales para industrias como la de defensa y la aeroespacial. Adicionalmente, TSMC planea invertir alrededor de $35 mil millones de dólares en una mega fábrica de semiconductores en Arizona, lo cual explicaría porqué durante su visita a Taiwán, la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos se reunió con ejecutivos de la empresa a escasos días de haber sido aprobado el CHIPS Act.

Si bien aún no hay claridad en torno a si las sanciones comerciales impuestas por China a Taiwán podrán generar disrupciones en las cadenas de suministro, la realidad es que la competencia por generar y relocalizar inversiones de alta tecnología se ha intensificado y esta tendencia se mantendrá. Ante este período de reconfiguración, será de vital importancia para Estados Unidos trabajar con sus socios norteamericanos en generar un ecosistema óptimo que permita el desarrollo de las industrias del futuro de manera competitiva.