Pasado el Adviento, las posadas, la llegada de Santa Claus y, lo más importante, el nacimiento del Niño Dios, vayamos a recibir este Nuevo Año con la ilusión, el entusiasmo y la alegría con que esperamos siempre una nueva oportunidad de renovarnos y desear que este sea mejor que el anterior…
Durante las cuatro semanas del Adviento, el objetivo es domingo a domingo realizar una pequeña oración en familia que nos deje momentos reflexivos y una tarea de beneficio personal durante la semana como preparación para la Navidad; las posadas, llevan a pensar en el egoísmo y la falta de caridad que a lo largo de los años ha prevalecido, desafortunadamente cada vez en mayor dimensión; Santa Claus es un personaje vulnerable, irreal, inverosímil, producto de la mercadotecnia, protagónico y cuya figura desvía el verdadero sentido de la celebración religiosa pero, es innegable la ilusión , el entusiasmo e incluso la motivación que su presencia ha causado en la infancia a través de los años…
El niño Dios… independientemente de las creencias religiosas y tradiciones en el mundo, la presencia de un Dios en nuestras vidas es real: la esencia del ser humano no se comprende sin la presencia de una fuerza, divinidad, persona, etc., aunque sea temporalmente en algún momento de su existencia. Pasando particularmente a las religiones católica y cristiana, la celebración por el nacimiento de Jesús –Dios hijo-, aunque no se haya dado realmente le 25 de diciembre como hoy hay teorías que lo aseguran, la realidad es que la fecha ha trascendido en el mundo a través de los tiempos… sin afán de especulaciones ni provocación de polémica, algo hay en ello...
Pero vamos a la festividad que se aproxima: un nuevo año, y con él optimismo, propósitos, oportunidades, digamos que un cambio de actitud. Aunque quizá todo ello sea temporal y pasajero, se trata en estos momentos de aprovechar estos deseos de renovación, de actitud y disposición para promover el cambio que personalmente anhelamos y la sociedad grita!!!
Y es que sabemos las dificultades que implica promover un cambio en nosotros, en nuestra forma de vida, en los hábitos, en la manera de ver y pensar las cosas: si cada año nos hacemos grandes propósitos de los que en días, semanas o cuando mucho meses desistimos, tenemos claro evidentemente que no es tan fácil…
Y es que derivado de estudios científicos, los seres humanos renunciamos a los propósitos de año nuevo debido a la falta de autocontrol, al exceso de estrés y a las emociones negativas: la verdad es que en su mayoría, nos proponemos metas o propósitos muy ambiciosos y difíciles de cumplir al mismo tiempo y sin alcances claros, específicos y objetivos, es por ello que el agobio al observar en poco tiempo lo difícil que se vuelve cumplir una meta, nos lleva decaer en la fuerza de voluntad, a renunciar y retomar la rutina cotidiana.
Pero, se acerca nuevamente el año nuevo y la ilusión por cambiar y retomar el propósito olvidado aparece nuevamente, las ganas, el entusiasmo, la motivación están aquí y ahora… carpe díem…
Y es que parte del problema es también tener muchos propósitos por cumplir; ello genera un innecesario y provoca el fracaso en las metas propuestas; recordemos que los propósitos de año nuevo son, generalmente hábitos, y para lograr construir un nuevo hábito de vida, requerimos tomar decisiones conscientes a lo largo del tiempo, no del 31 de diciembre al 1° de enero...
Adicionalmente, consideremos que mientras más específica sea una meta, más posibilidades tendremos de ser constantes y lograr resultados, siempre consientes de la claridad por la cual pretendemos lograr el propósito lo cual nos motivará a cumplirlo, con honestidad y valentía porque, para cambiar hay que ser valientes ¿no es cierto?
Vayamos pues tras las metas –no muchas para que podamos alcanzarlas-; para ello, hagamos un plan que nos ayude a ser constante y lograr el objetivo…
¡FELIZ AÑO NUEVO 2020! El número está bonito, es un buen augurio!!!
gamogui@hotmail.com