/ domingo 21 de enero de 2024

Entre piernas y telones / José Agustín y el teatro

Lo conocí cuando yo tenía 19 o 20 años; tres o cuatro más que los que él tenía cuando escribió y publicó su primera novela: La tumba, que fue un suceso en la literatura mexicana. Sin embargo, ésa no fue la que leí, sino De Perfil, una especie de “autobiografía” del autor que cuenta las andanzas de un adolescente rebelde, como él.

Así descubrí a José Agustín quien, desde entonces, hace más de cuatro décadas, ha sido una constante en mi vida; como lo es ahora, cuando ha fallecido hace unos días, con una cobertura mediática que seguramente él no hubiera imaginado,

Como sucedió conmigo, el impacto que la literatura y la persona misma de José Agustín tuvo y tiene en infinidad de personas es realmente sorprendente, como lo he podido comprobar en entrevistas, testimonios, publicaciones en distintos medios difundidos desde el pasado martes 16 de enero, día de su fallecimiento.

Novela, cuento, crónica, ensayo, guion… son algunos de los géneros que desarrolló, a los que hay que sumar la dramaturgia, una faceta casi desconocida del escritor, pero que bien vale la pena hoy recordar.

Tres son las obras que escribió: Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6, Abolición de la propiedad y Círculo vicioso.

Cada uno de estos textos dramáticos tuvo su propio recorrido, que bien vale la pena recordar.

A finales de los años 60 escribió Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6, que se montó en 1970, dirigida por Adam Guevara.

La trama gira en torno al despertar sexual de un grupo de adolescentes, obviamente estudiantes en la citada escuela, donde paradójicamente el protagonista se muestra muy tímido con una maestra que lo atrae, mientras que con su novia es muy osado.

En 1969 publicó su novela Abolición de la propiedad, que él mismo adaptó para el teatro. En la semblanza publicada en la revista Proceso (versión digital), este jueves 18 de enero, Estela Leñero cita al investigador Juan Bruce-Novoa, quien afirmó: “José Agustín en teatro se lanzó hacia lo experimental, no sólo en el lenguaje sino en la resolución escénica. En Abolición de la propiedad usa multimedia, circuito cerrado de televisión; se reproducen voces a través de una casetera y se incluye a un grupo de rock”.

Un amigo de José Agustín la montó en inglés en una universidad de EU, y en 1978 el mismo novelista la dirigió. “En ella -de acuerdo al texto de Estela Leñero- una misteriosa grabadora funciona como oráculo y reproduce las conversaciones futuras de dos jóvenes que recién se conocen y que con esas cintas se instalan en un tiempo mítico”.

La tercera aproximación de José Agustín a la dramaturgia fue Círculo vicioso, dirigida por él mismo en 1972. Es la más conocida de sus obras e impactó tanto por el lenguaje como por el tema. Está inspirada en su propia experiencia en la cárcel de Lecumberri, donde estuvo encerrado durante seis meses.

La obra muestra la corrupción del sistema carcelario y la impartición de justicia.

Como siempre en esos tiempos, la obra pasó por la censura, y el responsable de evaluarla aconsejó al “talentoso autor” que mejor reescribiera la obra quitándole las obscenidades y groserías que utilizaban los personajes, ya que eran una falta de respeto para el público.

Tres obras forman el legado dramatúrgico de José Agustín, gran escritor que a los 79 años ha partido, dejando un gran legado al que hay que volver permanentemente.


Lo conocí cuando yo tenía 19 o 20 años; tres o cuatro más que los que él tenía cuando escribió y publicó su primera novela: La tumba, que fue un suceso en la literatura mexicana. Sin embargo, ésa no fue la que leí, sino De Perfil, una especie de “autobiografía” del autor que cuenta las andanzas de un adolescente rebelde, como él.

Así descubrí a José Agustín quien, desde entonces, hace más de cuatro décadas, ha sido una constante en mi vida; como lo es ahora, cuando ha fallecido hace unos días, con una cobertura mediática que seguramente él no hubiera imaginado,

Como sucedió conmigo, el impacto que la literatura y la persona misma de José Agustín tuvo y tiene en infinidad de personas es realmente sorprendente, como lo he podido comprobar en entrevistas, testimonios, publicaciones en distintos medios difundidos desde el pasado martes 16 de enero, día de su fallecimiento.

Novela, cuento, crónica, ensayo, guion… son algunos de los géneros que desarrolló, a los que hay que sumar la dramaturgia, una faceta casi desconocida del escritor, pero que bien vale la pena hoy recordar.

Tres son las obras que escribió: Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6, Abolición de la propiedad y Círculo vicioso.

Cada uno de estos textos dramáticos tuvo su propio recorrido, que bien vale la pena recordar.

A finales de los años 60 escribió Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6, que se montó en 1970, dirigida por Adam Guevara.

La trama gira en torno al despertar sexual de un grupo de adolescentes, obviamente estudiantes en la citada escuela, donde paradójicamente el protagonista se muestra muy tímido con una maestra que lo atrae, mientras que con su novia es muy osado.

En 1969 publicó su novela Abolición de la propiedad, que él mismo adaptó para el teatro. En la semblanza publicada en la revista Proceso (versión digital), este jueves 18 de enero, Estela Leñero cita al investigador Juan Bruce-Novoa, quien afirmó: “José Agustín en teatro se lanzó hacia lo experimental, no sólo en el lenguaje sino en la resolución escénica. En Abolición de la propiedad usa multimedia, circuito cerrado de televisión; se reproducen voces a través de una casetera y se incluye a un grupo de rock”.

Un amigo de José Agustín la montó en inglés en una universidad de EU, y en 1978 el mismo novelista la dirigió. “En ella -de acuerdo al texto de Estela Leñero- una misteriosa grabadora funciona como oráculo y reproduce las conversaciones futuras de dos jóvenes que recién se conocen y que con esas cintas se instalan en un tiempo mítico”.

La tercera aproximación de José Agustín a la dramaturgia fue Círculo vicioso, dirigida por él mismo en 1972. Es la más conocida de sus obras e impactó tanto por el lenguaje como por el tema. Está inspirada en su propia experiencia en la cárcel de Lecumberri, donde estuvo encerrado durante seis meses.

La obra muestra la corrupción del sistema carcelario y la impartición de justicia.

Como siempre en esos tiempos, la obra pasó por la censura, y el responsable de evaluarla aconsejó al “talentoso autor” que mejor reescribiera la obra quitándole las obscenidades y groserías que utilizaban los personajes, ya que eran una falta de respeto para el público.

Tres obras forman el legado dramatúrgico de José Agustín, gran escritor que a los 79 años ha partido, dejando un gran legado al que hay que volver permanentemente.