/ domingo 2 de mayo de 2021

Entre piernas y telones | Tártaro

Apenas entrar a la sala es encontrarse con la primera imagen inquietante: colgado, de cabeza, un hombre recuerda a un cristo martirizado. Y ahí, pendiendo de unos hilos invisibles comienza un monólogo que, en ese principio, ese largo arranque, resulta lo menos desconcertante.

Se trata de Tártaro, la nueva propuesta escénica de Teatro sin paredes, la compañía que se ha convertido en un importante referente de innovación, búsqueda y propuesta en la escena nacional.

Como muy bien lo explica su comunicado de prensa, “Tártaro es un monólogo que reflexiona sobre las circunstancias a las que se enfrenta una gran parte de la juventud que construye nuestro país debido al narcotráfico imperante en todo el territorio. La puesta en escena es un inigualable cruce entre la investigación sociológica y la poesía”.

Y de verdad que lo es: cruce entre investigación sociológica y poesía.

Escrito por Sergio López Vigueras Tártaro es al mismo tiempo una bofetada y una caricia al espectador.

La anécdota es un rompecabezas que uno debe ir armando a lo largo de los 90 minutos que se prolonga la puesta en escena. Lo que al inicio no se entiende, no se ubica, incluso desconcierta, va cobrando sentido y en la segunda parte del montaje todo va cayendo en su sitio y revelando la terrible realidad nacional (¿o mundial?) de la cual se está hablando. He ahí el golpe.

Y luego la caricia: la propuesta estética es tan cuidada, tan sofisticada, tan sutil… gracias a la mezcla de una música maravillosa y un video estupendo, que el público se entrega plácidamente a un mensaje que al final resulta tremendamente revelador.

La dirección de escena, estupenda, es responsabilidad del talentosísimo y siempre emprendedor David Psalmon, quien se apoya en cuatro grandes, grandes artistas: el diseño sonoro es Daniel Hidalgo Valdés; el diseño de vestuario es de Mario Marín del Río; el videoarte y dispositivo multimedia es Miriam Romero. De verdad el ambiente que logran estos creativos es maravilloso. Todo se oye y se ve tan bien, que se vuelve un verdadero y alucinante viaje.

Y el cuarto gran, gran, de verdad estupendo artista es Bernardo Gamboa, enorme actor quien ofrece un trabajo memorable lleno de matices, fuerza, impacto, simpatía, dolor, riesgo… Bravo, bravo, bravo…

Por exacta, cito nuevamente la información de prensa de este montaje: “Tártaro es una tragedia contemporánea, un réquiem de cuerpo presente, un reflejo de lo que también sucede en los ranchos, en los pueblos, en las calles donde el neoliberalismo hace sentir cada vez más sus estragos”.

Después de 90 inquietantes minutos la imagen con la que cierra Tártaro es estremecedora, y al mismo tiempo reveladora de la todavía más estremecedora realidad que día a día vivimos y padecemos millones de personas en este país (¿o en el mundo?) y de la que el arte en general, y el teatro en particular, debe de ocuparse.

Tártaro se presenta lunes y martes hasta el 1 de junio a las 20 horas en el teatro Helénico.


Apenas entrar a la sala es encontrarse con la primera imagen inquietante: colgado, de cabeza, un hombre recuerda a un cristo martirizado. Y ahí, pendiendo de unos hilos invisibles comienza un monólogo que, en ese principio, ese largo arranque, resulta lo menos desconcertante.

Se trata de Tártaro, la nueva propuesta escénica de Teatro sin paredes, la compañía que se ha convertido en un importante referente de innovación, búsqueda y propuesta en la escena nacional.

Como muy bien lo explica su comunicado de prensa, “Tártaro es un monólogo que reflexiona sobre las circunstancias a las que se enfrenta una gran parte de la juventud que construye nuestro país debido al narcotráfico imperante en todo el territorio. La puesta en escena es un inigualable cruce entre la investigación sociológica y la poesía”.

Y de verdad que lo es: cruce entre investigación sociológica y poesía.

Escrito por Sergio López Vigueras Tártaro es al mismo tiempo una bofetada y una caricia al espectador.

La anécdota es un rompecabezas que uno debe ir armando a lo largo de los 90 minutos que se prolonga la puesta en escena. Lo que al inicio no se entiende, no se ubica, incluso desconcierta, va cobrando sentido y en la segunda parte del montaje todo va cayendo en su sitio y revelando la terrible realidad nacional (¿o mundial?) de la cual se está hablando. He ahí el golpe.

Y luego la caricia: la propuesta estética es tan cuidada, tan sofisticada, tan sutil… gracias a la mezcla de una música maravillosa y un video estupendo, que el público se entrega plácidamente a un mensaje que al final resulta tremendamente revelador.

La dirección de escena, estupenda, es responsabilidad del talentosísimo y siempre emprendedor David Psalmon, quien se apoya en cuatro grandes, grandes artistas: el diseño sonoro es Daniel Hidalgo Valdés; el diseño de vestuario es de Mario Marín del Río; el videoarte y dispositivo multimedia es Miriam Romero. De verdad el ambiente que logran estos creativos es maravilloso. Todo se oye y se ve tan bien, que se vuelve un verdadero y alucinante viaje.

Y el cuarto gran, gran, de verdad estupendo artista es Bernardo Gamboa, enorme actor quien ofrece un trabajo memorable lleno de matices, fuerza, impacto, simpatía, dolor, riesgo… Bravo, bravo, bravo…

Por exacta, cito nuevamente la información de prensa de este montaje: “Tártaro es una tragedia contemporánea, un réquiem de cuerpo presente, un reflejo de lo que también sucede en los ranchos, en los pueblos, en las calles donde el neoliberalismo hace sentir cada vez más sus estragos”.

Después de 90 inquietantes minutos la imagen con la que cierra Tártaro es estremecedora, y al mismo tiempo reveladora de la todavía más estremecedora realidad que día a día vivimos y padecemos millones de personas en este país (¿o en el mundo?) y de la que el arte en general, y el teatro en particular, debe de ocuparse.

Tártaro se presenta lunes y martes hasta el 1 de junio a las 20 horas en el teatro Helénico.