/ miércoles 13 de febrero de 2019

Fuera de Agenda | El narco después del Chapo

La herencia es dual, se reparte entre Iván el primogénito considerado mas “disperso” en sus obligaciones, y su hermano menor Alfredo, entrenado por su padre para encargarse de las finanzas de la organización. Los menores, como se les conoce en Sinaloa a Iván y Alfredo Guzmán Salazar, hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, llevan un lustro encargados del negocio que les heredó su padre. Se sabe que las decisiones que influyen en la dirección, hasta hace no mucho tiempo se le consultaban a Ismael El Mayo Zambada, jefe máximo.

Tras el veredicto de cadena perpetua en el juicio contra El Chapo, los hermanos Guzmán Salazar aparecen como los responsables directos de administrar la red que les legó, y que consiste no sólo en controles territoriales en la zona serrana colindante con Durango, y en el sur de Sinaloa, sino en la interlocución con los mandos regionales en varias partes del país con los que mantienen negocios.

Los tiempos cambian en el negocio del tráfico de droga. La mariguana está legalizada para consumo recreativo pasando la frontera de Tijuana, y hoy día el negocio se ha diversificado. La preponderancia la tienen las metanfetaminas, heroína, y existe más control en cada flujo de cocaína.

Los reportes generados por las áreas de inteligencia de la Tercera Región Militar, con sede en Mazatlán y jurisdicción en las zonas militares décima de Durango y novena de Culiacán, coinciden en señalar que los hermanos son los encargados de llevar las riendas de la organización. Tras el juicio que mediatizó la figura de su padre, presumiblemente lo que buscarían ambos sería una lógica cada vez mas apegada a los viejos cánones de los clanes sinaloenses, es decir, bajo perfil y aminorar la violencia.

“La guerra contra el narco terminó”, dijo el último día del mes de enero pasado el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador. La frase podría tener una lectura entre líneas sino ocurriera lo que se vive desde hace varios meses en el sur de Sonora, en los municipios de Cajeme, Guaymas y Empalme, donde los habitantes viven un desborde de la violencia traducida en un incremento de asesinatos ante la llegada de pistoleros de una organización que se identifica afín a la que encabeza en Jalisco Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, que busca desplazar a las bandas asociadas al clan sinaloense encabezado por Zambada y los Guzmán Salazar.

Tijuana es otro escenario donde los volúmenes de beligerancia de los grupos delictivos se han traducido en nuevos récords de asesinatos. Las autoridades señalan a las huestes del Mencho como protagonistas de la disputa criminal contra grupos locales asociados a los sinaloenses.

La agenda estratégica de los grupos alrededor del clan Guzmán Salazar aparece a los ojos de analistas militares como complicada. No queda claro por el momento el futuro de la relación con Zambada, después de los sucedido en el juicio donde un hermano y el hijo del Mayo testificaron contra su padre.

El negocio del narco después del Chapo se vislumbra incierto en cuanto a la capacidad de cohesión de los viejos clanes sinaloenses. Los meses por venir podrían deparar reacomodos, nuevos acuerdos y cesiones que le darían un nuevo rostro a la geografía del tráfico de drogas en el país.

La herencia es dual, se reparte entre Iván el primogénito considerado mas “disperso” en sus obligaciones, y su hermano menor Alfredo, entrenado por su padre para encargarse de las finanzas de la organización. Los menores, como se les conoce en Sinaloa a Iván y Alfredo Guzmán Salazar, hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, llevan un lustro encargados del negocio que les heredó su padre. Se sabe que las decisiones que influyen en la dirección, hasta hace no mucho tiempo se le consultaban a Ismael El Mayo Zambada, jefe máximo.

Tras el veredicto de cadena perpetua en el juicio contra El Chapo, los hermanos Guzmán Salazar aparecen como los responsables directos de administrar la red que les legó, y que consiste no sólo en controles territoriales en la zona serrana colindante con Durango, y en el sur de Sinaloa, sino en la interlocución con los mandos regionales en varias partes del país con los que mantienen negocios.

Los tiempos cambian en el negocio del tráfico de droga. La mariguana está legalizada para consumo recreativo pasando la frontera de Tijuana, y hoy día el negocio se ha diversificado. La preponderancia la tienen las metanfetaminas, heroína, y existe más control en cada flujo de cocaína.

Los reportes generados por las áreas de inteligencia de la Tercera Región Militar, con sede en Mazatlán y jurisdicción en las zonas militares décima de Durango y novena de Culiacán, coinciden en señalar que los hermanos son los encargados de llevar las riendas de la organización. Tras el juicio que mediatizó la figura de su padre, presumiblemente lo que buscarían ambos sería una lógica cada vez mas apegada a los viejos cánones de los clanes sinaloenses, es decir, bajo perfil y aminorar la violencia.

“La guerra contra el narco terminó”, dijo el último día del mes de enero pasado el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador. La frase podría tener una lectura entre líneas sino ocurriera lo que se vive desde hace varios meses en el sur de Sonora, en los municipios de Cajeme, Guaymas y Empalme, donde los habitantes viven un desborde de la violencia traducida en un incremento de asesinatos ante la llegada de pistoleros de una organización que se identifica afín a la que encabeza en Jalisco Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, que busca desplazar a las bandas asociadas al clan sinaloense encabezado por Zambada y los Guzmán Salazar.

Tijuana es otro escenario donde los volúmenes de beligerancia de los grupos delictivos se han traducido en nuevos récords de asesinatos. Las autoridades señalan a las huestes del Mencho como protagonistas de la disputa criminal contra grupos locales asociados a los sinaloenses.

La agenda estratégica de los grupos alrededor del clan Guzmán Salazar aparece a los ojos de analistas militares como complicada. No queda claro por el momento el futuro de la relación con Zambada, después de los sucedido en el juicio donde un hermano y el hijo del Mayo testificaron contra su padre.

El negocio del narco después del Chapo se vislumbra incierto en cuanto a la capacidad de cohesión de los viejos clanes sinaloenses. Los meses por venir podrían deparar reacomodos, nuevos acuerdos y cesiones que le darían un nuevo rostro a la geografía del tráfico de drogas en el país.