Por Fátima Masse, directora de sociedad incluyente @Fatima_Masse
Contrario a lo que muchos piensan, tanto las mujeres como los hombres sufren del “síndrome del impostor”, que se refiere a la incapacidad de una persona para reconocer que sus logros derivan de su talento o esfuerzo y se los atribuyen a causas externas generando desconfianza en sí misma. Sin embargo, la magnitud en la que cada sexo presenta esta situación y la forma en la que responde es diferente, lo que puede detener o ralentizar el crecimiento profesional de las mujeres.
En México, solo cuatro de cada 10 mujeres en edad productiva tienen un trabajo o buscan uno en comparación con ocho de cada 10 hombres. Esta disparidad se reduce considerablemente entre mujeres y hombres que tienen licenciatura o posgrado. A pesar de ello, las mujeres difícilmente llegan a los puestos más altos. ¿Por qué?
Una encuesta sobre los elementos que influyen en el crecimiento profesional de hombres y mujeres que levantó el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) apunta, entre otras cosas, a que las mujeres con al menos licenciatura tienden a desconfiar más de la calidad de su trabajo que los hombres con el mismo nivel educativo, lo que las lleva a tomar decisiones laborales que las ponen en desventaja frente a sus pares.
Según este estudio, aunque la mayoría de los hombres y las mujeres encuestadas consideran que sus ideas se toman en cuenta, ambos sexos dudan de la calidad de su trabajo, pero hay más mujeres que lo reconocen (52%) en comparación con los hombres (38%). Además, 23% de las personas encuestadas sienten miedo al ser evaluadas, pero el porcentaje aumenta a 39% para las mujeres.
Si bien cualquiera puede sentir cierta inseguridad intelectual en el entorno laboral, el problema surge cuando influye de manera negativa en las decisiones personales. La encuesta del IMCO arroja que una de cada tres mujeres evita tomar tareas complejas o nuevas por miedo a fallar. Esta proporción cae a casi uno de cada cinco hombres. Desafortunadamente, este tipo de elecciones poco a poco pueden dejar al margen a las mujeres para ser consideradas para un ascenso.
La confianza se puede practicar y aumentar al conquistar metas y aprender de los fracasos. En parte eso explica que, en la encuesta del IMCO, la proporción de mujeres que duda de su desempeño se reduce conforme aumenta la antigüedad laboral. Aunque eso es una buena noticia, el desafío en un país como México es retener a más mujeres de manera que crezca su nivel de confianza, así como generar las condiciones laborales para que se reconozca el su talento a pesar de esta situación.
¿Por qué hay una diferencia en la confianza que muestran hombres y mujeres? Las raíces de esta situación a la crianza diferenciada y a los roles de género que van desarrollando una mayor sensación de perfeccionismo en las mujeres. Además, las condiciones de trabajo también juegan un papel puesto que hay pocas mujeres en puestos de liderazgo que sirvan como modelos a seguir, así como ambientes hostiles donde ellas requieren la validación de hombres o necesitan esforzarse lo doble para destacar.
En ese sentido, aunque se hable del “síndrome del impostor” como una característica personal, es necesario reconocer que el fenómeno no es exclusivo de los individuos que lo padecen. Por ello, las organizaciones pueden implementar acciones como programas de mentoría y redes de contactos con perspectiva de género para retener el talento de las mujeres y lograr que crezca hacia mejores puestos.
Este Día Internacional de la Mujer hablemos del síndrome del impostor con datos. Acabemos con los mitos y discutamos qué se puede hacer desde nuestro entorno para que más mujeres puedan aprovechar su potencial en el mercado laboral.