/ sábado 29 de octubre de 2022

La moviola en FICM 20 | Pinocho de Guillermo Del Toro: la insumisión , el amor y un cuento

@lamoviola

Metáfora de la rebeldía con aires expresionistas, fábula de la desobediencia, melancólica versión del clásico de la literatura escrito por Carlo Colodi en 1882, Pinocho de Guillermo Del Toro, en la que también colaboró en la dirección Mark Gustafson, resulta una obra más interesante que lo que una lectura hueca pueda dar. En el fondo, vemos una revelación testamentaria no tan soterrada si se conoce la obra del cineasta. El hecho de que su principal plataforma sea el tío conservador Netflix, aunque tendrá corrida en pantallas grandes, no le quita valor. Vamos por partes.

Érase que se era un narrador personaje: la historia es contada a través de la mirada de Sebastián Grillo (con la voz de Ewan Mcgregor), un frustrado escritor quien por azares del destino debe cuidar al niño de madera Pinocho (Gregory Mann), muñeco que toma vida ante el desconsuelo de Geppeto (David Bradley), por la muerte de su pequeño hijo Carlo en un bombardeo a una iglesia en la Segunda Guerra Mundial (licencia claro de Del Toro). Carlo muere –recordemos que es el nombre del autor original–, pero la fantasía toma entonces forma. Meta ficción pues de las pulsiones creativas y el círculo entre la vida y la trascendencia del arte.

Había una vez una versión insumisa: a diferencia de la mirada clásica, la de Disney –obvio– en esta ocasión, Del Toro, rescata el valor de la desobediencia como parte del crecimiento. Pinocho es un personaje que cuestiona a la religión y le hace preguntas incómodas a su papá. En el libro Guillermo Del Toro, su cine, su vida, sus monstruos de Leonardo García Tsao, el cineasta recuerda su formación y luego toma distancia con tal asunto. En otro momento, el niño de madera, es casi obligado a actuar ante el Duce, un pequeño egocéntrico y sin personalidad para decirle: “es usted el mejor presidente que ha tenido el país”, pero el pequeño de pino intuye que no hay arte sin dignidad y crítica.

En los viejos, viejos tiempos: a pesar de que el filme se ubica antes de la segunda mitad del siglo XX, resulta una aguda metáfora, como subtexto, al vacío del mundo del espectáculo, con la explotación que conlleva y los tétricos personajes que envuelve, incluso un macaco que promociona el espectáculo de Pinocho, un mono sibilino, temeroso y obediente de su patrón.

Dice la leyenda que: la película de algún modo, es heredera de la mirada en contra del totalitarismo en el tono de El laberinto del Fauno, podrían ser obras incluso hermanas. Las metáforas son claras.

Pero sobre todo es una obra sobre el amor y la vida. La rebelión y la búsqueda, con un Pinocho–Monstruo y un GeppetoFrankestein, que se revelan a la par en contra del vacío el dolor y la soledad. Todo acompañado por la música de Alexander Desplat, que le da muy buenos momentos humorísticos y sentimentales a la película.

Pinocho es un acto de subversión donde Geppeto tiene a su niño, Pinocho tiene una vida y Sebastián Grillo, tiene su historia. Por supuesto ha sido uno de los platos fuertes de la edición 20 de Morelia.

@lamoviola

Metáfora de la rebeldía con aires expresionistas, fábula de la desobediencia, melancólica versión del clásico de la literatura escrito por Carlo Colodi en 1882, Pinocho de Guillermo Del Toro, en la que también colaboró en la dirección Mark Gustafson, resulta una obra más interesante que lo que una lectura hueca pueda dar. En el fondo, vemos una revelación testamentaria no tan soterrada si se conoce la obra del cineasta. El hecho de que su principal plataforma sea el tío conservador Netflix, aunque tendrá corrida en pantallas grandes, no le quita valor. Vamos por partes.

Érase que se era un narrador personaje: la historia es contada a través de la mirada de Sebastián Grillo (con la voz de Ewan Mcgregor), un frustrado escritor quien por azares del destino debe cuidar al niño de madera Pinocho (Gregory Mann), muñeco que toma vida ante el desconsuelo de Geppeto (David Bradley), por la muerte de su pequeño hijo Carlo en un bombardeo a una iglesia en la Segunda Guerra Mundial (licencia claro de Del Toro). Carlo muere –recordemos que es el nombre del autor original–, pero la fantasía toma entonces forma. Meta ficción pues de las pulsiones creativas y el círculo entre la vida y la trascendencia del arte.

Había una vez una versión insumisa: a diferencia de la mirada clásica, la de Disney –obvio– en esta ocasión, Del Toro, rescata el valor de la desobediencia como parte del crecimiento. Pinocho es un personaje que cuestiona a la religión y le hace preguntas incómodas a su papá. En el libro Guillermo Del Toro, su cine, su vida, sus monstruos de Leonardo García Tsao, el cineasta recuerda su formación y luego toma distancia con tal asunto. En otro momento, el niño de madera, es casi obligado a actuar ante el Duce, un pequeño egocéntrico y sin personalidad para decirle: “es usted el mejor presidente que ha tenido el país”, pero el pequeño de pino intuye que no hay arte sin dignidad y crítica.

En los viejos, viejos tiempos: a pesar de que el filme se ubica antes de la segunda mitad del siglo XX, resulta una aguda metáfora, como subtexto, al vacío del mundo del espectáculo, con la explotación que conlleva y los tétricos personajes que envuelve, incluso un macaco que promociona el espectáculo de Pinocho, un mono sibilino, temeroso y obediente de su patrón.

Dice la leyenda que: la película de algún modo, es heredera de la mirada en contra del totalitarismo en el tono de El laberinto del Fauno, podrían ser obras incluso hermanas. Las metáforas son claras.

Pero sobre todo es una obra sobre el amor y la vida. La rebelión y la búsqueda, con un Pinocho–Monstruo y un GeppetoFrankestein, que se revelan a la par en contra del vacío el dolor y la soledad. Todo acompañado por la música de Alexander Desplat, que le da muy buenos momentos humorísticos y sentimentales a la película.

Pinocho es un acto de subversión donde Geppeto tiene a su niño, Pinocho tiene una vida y Sebastián Grillo, tiene su historia. Por supuesto ha sido uno de los platos fuertes de la edición 20 de Morelia.