/ sábado 3 de julio de 2021

La moviola | Entremeses marvelinos

Poco a poco se termina el largo ayuno veraniego cinematográfico. La esperada y desesperada nueva película del universo Marvel -esa entelequia que sólo existe en la imaginación del respetable público más complaciente- ha llegado a las salas. La pospuesta Black widow (Cate Shortland, 2020) luego de una larga campaña publicitaria se estrena en pantalla grande y pronto en Disney+, lo anterior para evitar el mezquino en conocida plataforma.

Programado para estrenarse el 1 de mayo del año pasado, el filme fue uno de los daños colaterales de la pandemia. Y al final, mucho ruido y pocas nueces, o lo que es lo mismo, mucho final post crédito y poca historia. Se podría decir que es un guion -con la autoría de Jac Schaeffer y Ned Benson-, hasta cierto punto individual de todo el entramado, incluso reconocer que es un previo a la fase cuatro y así ser indulgente, pero se siente tan divorciada de su propio mito que incluso resulta mezquina. Tan parlanchina en el desarrollo de la historia, con diálogos tan inútiles como largos, que si uno no tuviera plena conciencia de lo que se está viendo, parecería un capítulo de telenovela india.

Lo que sí hay que reconocerle es que la carencia de una historia trascendente o tal vez temerosa de mover las piezas tan comercialmente acomodadas, se sustituye con una serie de referentes fílmicos, que por supuesto, los buscadores compulsivos del easter egg nomás no captan: desde Al servicio secreto de su majestad (Peter Hunt, 1969), una de las más importantes películas de la serie Bond, hasta Señor y señora Smith (Doug Liman, 2005) y jalan parejo con Los niños del Brasil (Franklin J Shaffner, 1978).

Ubicada en tiempo cronológico antes de Avengers infinity war (Anthony y Joe Russo, 2018) Natasha Romanoff (Scartett Johansson), está prófuga por violar los acuerdos de Sokovia y de paso se encuentra a su hermanita Yelena (Florence Pug), quienes luego de un par de buenas peleas, deciden acabar con la malvada – sí, malvada-, organización que les hizo creer que tenían una familia en su infancia, pero todo resultó un montaje en el que participaron dos espías rusos: Alexei Shostakov /Red Guardian (David Harbour, tal vez lo mejor de la película) y Melina Vostokoff (Rachel Weisz), quienes fingieron ser sus padres.

Luego de algunos desacuerdos, la familia, candidata a ir al consultorio del doctor Lammoglia van en contra de Dreykov (Ray Winstone), líder de Sala roja y creador del proyecto que rompió el corazón de nuestras protagonistas y de paso lo quiere replicar por todo el mundo, quien ya los espera en su malvada –sí también es malvada- guarida.

En medio de las discusiones familiares de una clásica familia, uno jura que en cualquier momento va a aparecer Manolo Fábregas en medio de la pantalla y va a decir: ¡Qué viva la familia! Lo anterior obvio sólo es entendible para chavo rucos.

En suma, un entremés que tiene como protagonista a una Mata Hari descafeinada que complace la gula de estreno Marvel, pero no aporta ni alimenta en nada.

No me divertí viéndola pero sí escribiendo la columna.


Poco a poco se termina el largo ayuno veraniego cinematográfico. La esperada y desesperada nueva película del universo Marvel -esa entelequia que sólo existe en la imaginación del respetable público más complaciente- ha llegado a las salas. La pospuesta Black widow (Cate Shortland, 2020) luego de una larga campaña publicitaria se estrena en pantalla grande y pronto en Disney+, lo anterior para evitar el mezquino en conocida plataforma.

Programado para estrenarse el 1 de mayo del año pasado, el filme fue uno de los daños colaterales de la pandemia. Y al final, mucho ruido y pocas nueces, o lo que es lo mismo, mucho final post crédito y poca historia. Se podría decir que es un guion -con la autoría de Jac Schaeffer y Ned Benson-, hasta cierto punto individual de todo el entramado, incluso reconocer que es un previo a la fase cuatro y así ser indulgente, pero se siente tan divorciada de su propio mito que incluso resulta mezquina. Tan parlanchina en el desarrollo de la historia, con diálogos tan inútiles como largos, que si uno no tuviera plena conciencia de lo que se está viendo, parecería un capítulo de telenovela india.

Lo que sí hay que reconocerle es que la carencia de una historia trascendente o tal vez temerosa de mover las piezas tan comercialmente acomodadas, se sustituye con una serie de referentes fílmicos, que por supuesto, los buscadores compulsivos del easter egg nomás no captan: desde Al servicio secreto de su majestad (Peter Hunt, 1969), una de las más importantes películas de la serie Bond, hasta Señor y señora Smith (Doug Liman, 2005) y jalan parejo con Los niños del Brasil (Franklin J Shaffner, 1978).

Ubicada en tiempo cronológico antes de Avengers infinity war (Anthony y Joe Russo, 2018) Natasha Romanoff (Scartett Johansson), está prófuga por violar los acuerdos de Sokovia y de paso se encuentra a su hermanita Yelena (Florence Pug), quienes luego de un par de buenas peleas, deciden acabar con la malvada – sí, malvada-, organización que les hizo creer que tenían una familia en su infancia, pero todo resultó un montaje en el que participaron dos espías rusos: Alexei Shostakov /Red Guardian (David Harbour, tal vez lo mejor de la película) y Melina Vostokoff (Rachel Weisz), quienes fingieron ser sus padres.

Luego de algunos desacuerdos, la familia, candidata a ir al consultorio del doctor Lammoglia van en contra de Dreykov (Ray Winstone), líder de Sala roja y creador del proyecto que rompió el corazón de nuestras protagonistas y de paso lo quiere replicar por todo el mundo, quien ya los espera en su malvada –sí también es malvada- guarida.

En medio de las discusiones familiares de una clásica familia, uno jura que en cualquier momento va a aparecer Manolo Fábregas en medio de la pantalla y va a decir: ¡Qué viva la familia! Lo anterior obvio sólo es entendible para chavo rucos.

En suma, un entremés que tiene como protagonista a una Mata Hari descafeinada que complace la gula de estreno Marvel, pero no aporta ni alimenta en nada.

No me divertí viéndola pero sí escribiendo la columna.