/ lunes 26 de junio de 2023

La UNAM en el sistema político mexicano

Hay una antigua frase, atribuida a distintos líderes políticos que dice: “puedes engañar a pocos, todo el tiempo; puedes engañar a muchos, poco tiempo. Pero no puedes, engañar a todos, todo el tiempo”. No obstante, varios personajes lo han intentado a lo largo de la historia; pero el resultado dichos lances, han sido la catástrofe, la guerra, la violencia y al final, un juicio severo respecto de la sinceridad de sus intenciones.

Esta muy breve introducción, tiene que ver con la notable campaña y oportuna difusión de insidias, difamaciones y abiertas posturas oportunistas, de analistas, reporteros y algunos, pocos, medios de comunicación que tratan de la peor manera (manipulando y mintiendo) incidir en la dinámica sucesoria de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Hasta ahora, a unos meses de la conclusión de los ocho años del Dr. Enrique Graue Winchers, han despertado a la realidad, de que existe la necesidad –según su desinteresado y sensible parecer, de que la institución requiere una intervención externa, por completo ajena a las expectativas de la comunidad universitaria.

En un proceso y conforme a la naturaleza presidencialista del sistema político mexicano, hay una plena coincidencia cronológica entre el proceso sucesorio en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo Federal y una larga lista de cargos que serán puestos al arbitrio de la ciudadanía el primer domingo de junio de 2024. Coincide, también, como cada 12 años, con las elecciones para la Presidencia y del Congreso, en los Estados Unidos y como ya señalé, con la designación de quien deba ocupar la Rectoría de la UNAM en noviembre próximo. Es indispensable considerar esta sincronía.

No hay dudas, de que las aportaciones de la UNAM al desarrollo del país, están fuera de toda polémica, menos, por supuesto, para esas codiciosas visiones y actitudes de conveniencia que hoy observamos en medios convencionales y en las redes digitales de comunicación (estás últimas amparadas en el miedoso e insustancial anonimato). La pregunta es: ¿cuál es el objetivo de desestabilizar a la UNAM? ¿cuál es la intención de intervenir de la peor manera, en la dinámica interna de una institución que es referente mundial en cuanto a la calidad y producción de la investigación, docencia y difusión del conocimiento y la cultura?

Que las instituciones requieren revisiones y puestas al día, desde luego, pero sin que pierdan la esencia de sus misiones, además de contar con la indispensable participación de sus comunidades. Ahora, en el caso de la UNAM, una peligrosa hipótesis: que quiénes impulsan la interesada y oportuna injerencia sucesoria, perciban en las aportaciones al desarrollo y proyección del poder nacional de México, y que se hacen desde una de las Universidades más importantes del mundo, sean algo que les incomoda. Es decir, que ante el incuestionable éxito, reconocida responsabilidad social, que como referentes mundiales tiene la UNAM, junto con su consolidado prestigio a lo largo de sus generaciones, esas voces minoritarias, busquen afectar/dañar no solo a la UNAM, sino y sobre todo, a un recurso sustancial de la promoción de la justicia social. Se trata, en consecuencia, de afectar a la educación pública, como vehículo de superación y acción colectiva.


javierolivaposada@gmail.com

@JOPso


Hay una antigua frase, atribuida a distintos líderes políticos que dice: “puedes engañar a pocos, todo el tiempo; puedes engañar a muchos, poco tiempo. Pero no puedes, engañar a todos, todo el tiempo”. No obstante, varios personajes lo han intentado a lo largo de la historia; pero el resultado dichos lances, han sido la catástrofe, la guerra, la violencia y al final, un juicio severo respecto de la sinceridad de sus intenciones.

Esta muy breve introducción, tiene que ver con la notable campaña y oportuna difusión de insidias, difamaciones y abiertas posturas oportunistas, de analistas, reporteros y algunos, pocos, medios de comunicación que tratan de la peor manera (manipulando y mintiendo) incidir en la dinámica sucesoria de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Hasta ahora, a unos meses de la conclusión de los ocho años del Dr. Enrique Graue Winchers, han despertado a la realidad, de que existe la necesidad –según su desinteresado y sensible parecer, de que la institución requiere una intervención externa, por completo ajena a las expectativas de la comunidad universitaria.

En un proceso y conforme a la naturaleza presidencialista del sistema político mexicano, hay una plena coincidencia cronológica entre el proceso sucesorio en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo Federal y una larga lista de cargos que serán puestos al arbitrio de la ciudadanía el primer domingo de junio de 2024. Coincide, también, como cada 12 años, con las elecciones para la Presidencia y del Congreso, en los Estados Unidos y como ya señalé, con la designación de quien deba ocupar la Rectoría de la UNAM en noviembre próximo. Es indispensable considerar esta sincronía.

No hay dudas, de que las aportaciones de la UNAM al desarrollo del país, están fuera de toda polémica, menos, por supuesto, para esas codiciosas visiones y actitudes de conveniencia que hoy observamos en medios convencionales y en las redes digitales de comunicación (estás últimas amparadas en el miedoso e insustancial anonimato). La pregunta es: ¿cuál es el objetivo de desestabilizar a la UNAM? ¿cuál es la intención de intervenir de la peor manera, en la dinámica interna de una institución que es referente mundial en cuanto a la calidad y producción de la investigación, docencia y difusión del conocimiento y la cultura?

Que las instituciones requieren revisiones y puestas al día, desde luego, pero sin que pierdan la esencia de sus misiones, además de contar con la indispensable participación de sus comunidades. Ahora, en el caso de la UNAM, una peligrosa hipótesis: que quiénes impulsan la interesada y oportuna injerencia sucesoria, perciban en las aportaciones al desarrollo y proyección del poder nacional de México, y que se hacen desde una de las Universidades más importantes del mundo, sean algo que les incomoda. Es decir, que ante el incuestionable éxito, reconocida responsabilidad social, que como referentes mundiales tiene la UNAM, junto con su consolidado prestigio a lo largo de sus generaciones, esas voces minoritarias, busquen afectar/dañar no solo a la UNAM, sino y sobre todo, a un recurso sustancial de la promoción de la justicia social. Se trata, en consecuencia, de afectar a la educación pública, como vehículo de superación y acción colectiva.


javierolivaposada@gmail.com

@JOPso