/ viernes 10 de marzo de 2023

La verdad de una ilusión 

Por Stefany Rocha Del Litto

¿Alguna vez has sentido esa impotencia de querer hacer algo, pero saber que no puedes? Por más voluntad, entrega y compromiso, algo se interpone a la mitad. Querido lector, esta marcha del 8M, la escritora que impregna este periódico de letras, la sintió. Un día que es más que carteles, insignias, marchas y cantos. Es un día que cuenta historias, esas que nos avivan emociones que aún cuesta trabajo digerir, de abuso, dolor, trauma y también de sanación. Es un día que siempre había vivido con empoderamiento y emoción, pero hoy por primera vez sentí miedo.

Miedo de volver a ver imágenes en la cabeza que llevo tanto tiempo tratando de sanar, miedo de que alguna palabra o alguna foto me desatara demonios internos que tanto tiempo he trabajado en controlar. Este 8M sentí la impotencia de querer salir a marchar y saber que no era la mejor decisión para mi salud mental.

Entonces pasó algo mágico, algo que se vive en la sororidad de esos días. Amigas externaron conmigo el mismo sentimiento. Esas ganas atoradas de querer gritar sabiendo que ese medio no era el indicado, pues nos arrastra a demasiada exposición. En ese momento vi entre líneas cómo se asomaba la magia de los círculos sororos, las flores que se salen entre el miedo cuando extendemos las manos a las mujeres de nuestro alrededor y la contención que vivimos cuando ofrecemos un abrazo.

Así que, descubrí otra parte del activismo feminista, ese que se vive todos los días. Hice un círculo con mujeres en casa, recortamos revistas y dibujamos, plasmamos lo que significa ser mujer y afrontar nuestras sombras juntas, unidas. Sacamos esas lágrimas que aquejan nuestro corazón y las secamos entre todas, hablé por videollamada con esas amigas que necesitaban apoyo para digerir historias de abuso. Estuve, resistí y luché, pero ahora desde otra trinchera, desde la que no se ve, pero sí se siente. De la que no grita en Reforma, pero sí habla con amor en las calles de la vida de las mujeres que me rodean. De la que no escribe carteles, pero sí cuenta historias. Este año, viví el activismo feminista desde lo que sí podía aportar.

Me di cuenta de que esta impotencia de no poder salir a marchar era solo una ilusión, una verdad a medias, porque en la vida hay que hacer cosas que valgan la pena escribirse o escribir cosas que valgan la pena vivirse. Este 8M, impregné mis palabras de sanación y sororidad en los corazones de mis amigas y sé que estoy escribiendo una historia de activismo feminista que vale la pena vivir todos los días.

Así que, querido lector, ¿alguna vez has sentido esa impotencia de querer hacer algo y no poder, para después darte cuenta de que sólo era una ilusión?


Por Stefany Rocha Del Litto

¿Alguna vez has sentido esa impotencia de querer hacer algo, pero saber que no puedes? Por más voluntad, entrega y compromiso, algo se interpone a la mitad. Querido lector, esta marcha del 8M, la escritora que impregna este periódico de letras, la sintió. Un día que es más que carteles, insignias, marchas y cantos. Es un día que cuenta historias, esas que nos avivan emociones que aún cuesta trabajo digerir, de abuso, dolor, trauma y también de sanación. Es un día que siempre había vivido con empoderamiento y emoción, pero hoy por primera vez sentí miedo.

Miedo de volver a ver imágenes en la cabeza que llevo tanto tiempo tratando de sanar, miedo de que alguna palabra o alguna foto me desatara demonios internos que tanto tiempo he trabajado en controlar. Este 8M sentí la impotencia de querer salir a marchar y saber que no era la mejor decisión para mi salud mental.

Entonces pasó algo mágico, algo que se vive en la sororidad de esos días. Amigas externaron conmigo el mismo sentimiento. Esas ganas atoradas de querer gritar sabiendo que ese medio no era el indicado, pues nos arrastra a demasiada exposición. En ese momento vi entre líneas cómo se asomaba la magia de los círculos sororos, las flores que se salen entre el miedo cuando extendemos las manos a las mujeres de nuestro alrededor y la contención que vivimos cuando ofrecemos un abrazo.

Así que, descubrí otra parte del activismo feminista, ese que se vive todos los días. Hice un círculo con mujeres en casa, recortamos revistas y dibujamos, plasmamos lo que significa ser mujer y afrontar nuestras sombras juntas, unidas. Sacamos esas lágrimas que aquejan nuestro corazón y las secamos entre todas, hablé por videollamada con esas amigas que necesitaban apoyo para digerir historias de abuso. Estuve, resistí y luché, pero ahora desde otra trinchera, desde la que no se ve, pero sí se siente. De la que no grita en Reforma, pero sí habla con amor en las calles de la vida de las mujeres que me rodean. De la que no escribe carteles, pero sí cuenta historias. Este año, viví el activismo feminista desde lo que sí podía aportar.

Me di cuenta de que esta impotencia de no poder salir a marchar era solo una ilusión, una verdad a medias, porque en la vida hay que hacer cosas que valgan la pena escribirse o escribir cosas que valgan la pena vivirse. Este 8M, impregné mis palabras de sanación y sororidad en los corazones de mis amigas y sé que estoy escribiendo una historia de activismo feminista que vale la pena vivir todos los días.

Así que, querido lector, ¿alguna vez has sentido esa impotencia de querer hacer algo y no poder, para después darte cuenta de que sólo era una ilusión?