/ lunes 3 de junio de 2024

Las elecciones, la legitimidad de los gobiernos

En democracias de calidad institucional y ciudadana como la nuestra, ninguna fuerza política gana todo o pierde todo. Basta con observar, por ejemplo, la pertenencia a los partidos políticos en los municipios. En efecto, solo en las dictaduras que simulan procesos electorales, como Venezuela o Rusia, se perpetúan representantes y organizaciones políticas con porcentajes que se acercan a la unanimidad. Eso desde luego que no es democracia y como consecuencia directa, se tratan de gobierno carentes de una auténtica base de legitimidad.

Al redactar esta colaboración, han comenzado a instalarse las urnas en todo el país. Como sucede, en algunos casos, se observan tensiones, una muy larga lista de rumores y especulaciones, y dada la imposibilidad de regular el activismo electoral en las redes digitales de comunicación, el proselitismo y los ataques jamás se detuvieron. El ambiente que ha rodeado a las campañas y aún antes, ha sido de constante y creciente polarización; como lo he apuntado en anteriores colaboraciones a propósito de los graves riesgos que esto implica, me temo que dicha ruta persistirá en lo que se denomina el proceso postelectoral. Ojalá y me equivoque.

Por eso es importante tomar en consideración dos conductas de las y los participantes, así como de las dirigencias de los partidos. En caso de obtener el triunfo, asumir una postura generosa y de convocatoria a los antiguos adversarios, pues todos los actores políticos y sociales, hacen falta para un buen gobierno. Incluso la oposición y sus críticas, esa es la naturaleza de la democracia como estilo de vida. De parte de quien no obtenga el triunfo, reconocer el veredicto en las urnas y de ser posible, felicitar a quien haya obtenido la mayor cantidad de votos, es lo que se denomina como la aceptabilidad de la derrota.

Así, en tanto hay la certeza de que no hay ganadores ni perdedores absolutos, en tanto la pluralidad es inherente a nuestra sociedad, ganar con generosidad y perder con dignidad, le aportan una verdadera fortaleza a las práctica cívicas que generan ciudadanía a la vez y muy importante, le aportan certeza al procedimiento electoral, confianza a las autoridades, y por lo tanto, una sólida base de legitimidad a la democracia. Los gobiernos, sean municipales, estatales y federal, que emerjan de ese ambiente, tendrán una gran oportunidad para sumar, articular para así, desmontar el severo ambiente de polarización.

Por supuesto que lo mismo aplica para las competencias electorales que se refieren a las Congresos locales y al Congreso de la Unión. Sería deseable, que el total de las y los competidores, en un auténtico gesto de demócratas, aguardaran los resultados para entonces realizar algún pronunciamiento a propósito de los resultados preliminares. La ridícula, por que lo es, actitud de que todas y todos toman la palestra para salir a decir “¡ganamos!” antes de conocerse las primeras cifras oficiales, lo único que genera es el sentido contrario de lo arriba expuesto: desconocer el complicado proceso de la jornada de los comicios, ejercer presiones innecesarias al electorado pero lo más grave, esa actitud niega y desconoce la enorme aportación de miles de ciudadanas y ciudadanos, que estuvieron de forma responsable, comprometida y voluntaria al frente de cada una de las casillas en todo el país. Ese amplio grupo de mexicanas y mexicanos, nos merece un sincero reconocimiento. Se trata de una parte sustancial del complejo engranaje de nuestra democracia como sistema y procedimiento de gobierno.

La última palabra la tienen las y los contendientes en cuanto a las primeras horas luego de cerradas las urnas. También las autoridades electorales y por supuesto el gobierno federal y la Presidencia de la República, tienen una misión fundamental con la historia de México. Así sea.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso


En democracias de calidad institucional y ciudadana como la nuestra, ninguna fuerza política gana todo o pierde todo. Basta con observar, por ejemplo, la pertenencia a los partidos políticos en los municipios. En efecto, solo en las dictaduras que simulan procesos electorales, como Venezuela o Rusia, se perpetúan representantes y organizaciones políticas con porcentajes que se acercan a la unanimidad. Eso desde luego que no es democracia y como consecuencia directa, se tratan de gobierno carentes de una auténtica base de legitimidad.

Al redactar esta colaboración, han comenzado a instalarse las urnas en todo el país. Como sucede, en algunos casos, se observan tensiones, una muy larga lista de rumores y especulaciones, y dada la imposibilidad de regular el activismo electoral en las redes digitales de comunicación, el proselitismo y los ataques jamás se detuvieron. El ambiente que ha rodeado a las campañas y aún antes, ha sido de constante y creciente polarización; como lo he apuntado en anteriores colaboraciones a propósito de los graves riesgos que esto implica, me temo que dicha ruta persistirá en lo que se denomina el proceso postelectoral. Ojalá y me equivoque.

Por eso es importante tomar en consideración dos conductas de las y los participantes, así como de las dirigencias de los partidos. En caso de obtener el triunfo, asumir una postura generosa y de convocatoria a los antiguos adversarios, pues todos los actores políticos y sociales, hacen falta para un buen gobierno. Incluso la oposición y sus críticas, esa es la naturaleza de la democracia como estilo de vida. De parte de quien no obtenga el triunfo, reconocer el veredicto en las urnas y de ser posible, felicitar a quien haya obtenido la mayor cantidad de votos, es lo que se denomina como la aceptabilidad de la derrota.

Así, en tanto hay la certeza de que no hay ganadores ni perdedores absolutos, en tanto la pluralidad es inherente a nuestra sociedad, ganar con generosidad y perder con dignidad, le aportan una verdadera fortaleza a las práctica cívicas que generan ciudadanía a la vez y muy importante, le aportan certeza al procedimiento electoral, confianza a las autoridades, y por lo tanto, una sólida base de legitimidad a la democracia. Los gobiernos, sean municipales, estatales y federal, que emerjan de ese ambiente, tendrán una gran oportunidad para sumar, articular para así, desmontar el severo ambiente de polarización.

Por supuesto que lo mismo aplica para las competencias electorales que se refieren a las Congresos locales y al Congreso de la Unión. Sería deseable, que el total de las y los competidores, en un auténtico gesto de demócratas, aguardaran los resultados para entonces realizar algún pronunciamiento a propósito de los resultados preliminares. La ridícula, por que lo es, actitud de que todas y todos toman la palestra para salir a decir “¡ganamos!” antes de conocerse las primeras cifras oficiales, lo único que genera es el sentido contrario de lo arriba expuesto: desconocer el complicado proceso de la jornada de los comicios, ejercer presiones innecesarias al electorado pero lo más grave, esa actitud niega y desconoce la enorme aportación de miles de ciudadanas y ciudadanos, que estuvieron de forma responsable, comprometida y voluntaria al frente de cada una de las casillas en todo el país. Ese amplio grupo de mexicanas y mexicanos, nos merece un sincero reconocimiento. Se trata de una parte sustancial del complejo engranaje de nuestra democracia como sistema y procedimiento de gobierno.

La última palabra la tienen las y los contendientes en cuanto a las primeras horas luego de cerradas las urnas. También las autoridades electorales y por supuesto el gobierno federal y la Presidencia de la República, tienen una misión fundamental con la historia de México. Así sea.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso