/ lunes 3 de junio de 2024

Mi mamá y el sexo / De cómo la sexualidad influye en el panorama electoral

El actual juicio al ex presidente Donald Trump por sobornar a una actriz porno. El escándalo sexual de Bill Clinton por haber tenido encuentros íntimos con una becaria de la Casa Blanca. El romance extramarital entre la política mexicana Rosario Robles y el empresario Carlos Ahumada.

Casos hay varios para ejemplificar cómo la sexualidad también atraviesa a quienes participan en la política. Habrá quienes lo expresen de manera más abierta como la diputada trans María Clemente García quien ha declarado que a pesar de ser diputada no tendría por qué suspender su oficio como sexoservidora.

La imagen de cómo las/les/los políticos viven su sexualidad incluso influye sus decisiones. Tanto que la boda y el divorcio del ex presidente Enrique Peña Nieto con la actriz Angélica Rivera fueron objeto de reportajes y libros.

¿Ocurre igual para los varones como para las mujeres que participan en la política? Parece que las mujeres serán mucho más cuestionadas, porque Rosario Robles fue acribillada por no haber sabido separar su vida privada de su vida política.

También existe una carga de género porque se espera cierto comportamiento de los actores y de las actrices políticas respecto a su identidad, su familia e incluso sus relaciones erótico-afectivas.

Es un tema tan relevante que —como ya había consignado en la columna Señora presidenta, hablemos de derechos sexuales—, ambas candidatas han expuesto asuntos relacionados con sus vínculos afectivos como hizo Claudia Sheinbaum al anunciar su boda o como hizo Xóchitl Galvez al jurar por sus hijos y firmar con sangre sus compromisos de campaña.

Sin embargo, aún es muy difícil para la clase política hablar de derechos sexuales y reproductivos y, quizá, prefieren mantener la sexualidad como tabú para poder aprovechar algún escándalo que los favorezca en las encuestas.

Política y escándalos sexuales

Lo que hizo Trump fue falsificar documentos comerciales. Este es un delito bastante importante, no solo en Estados Unidos, también lo sería en México. La cereza en el pastel es que esta acción delictiva la realizó para encubrir un escándalo sexual que habría afectado sus aspiraciones presidenciales.

Stormy Daniels es el nombre artístico de la actriz de películas para adultos que se puso en el centro de la denuncia penal por la que un jurado consideró que el expresidente es culpable. Su nombre real es Stephanie Gregory Clifford.

Ella es ex actriz, guionista y directora de películas pornográficas, quien bajo juramento debió aceptar que, en 2006, mantuvo un encuentro sexual con Trump, a un año de que el empresario se hubiera casado con Melania.

Subrayo: el jurado del tribunal de Nueva York declaró culpable al expresidente de 34 cargos relacionados con falsificar registros contables. El que esa acción fuera para encubrir el pago que el abogado de Trump hizo a Clifford para comprar su silencio sobre la relación es parte de la anécdota, pero el delito que se castiga es la falsificación.

Lo que los electores podrían castigar sería que Trump representa al partido conservador de ese país. Es decir, representa a una ideología que no acepta las relaciones extramaritales.

Los republicanos también son los que más se oponen a los derechos sexuales y reproductivos relacionados con la diversidad sexual y el derecho a decidir sobre el cuerpo; es decir, se oponen a aceptar los derechos de las personas de la comunidad LGBTTTQ+ y no aceptan la interrupción del embarazo.

Es por esto que hablar de derechos sexuales y reproductivos es tan complicado, porque la sexualidad también es ideología.

Sin embargo, el gran problema de seguir manteniendo a la sexualidad como tabú o, peor aún, como pecado, es que se trata de una visión que alimenta la doble moral e incluso podría aceptar delitos tan graves como la falsificación y el soborno para encubrir una relación fuera del matrimonio.

En el caso de Bill Clinton no fue diferente. Él también negó haber sostenido encuentros sexuales con la becaria de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, pero una investigación del ADN de manchas de semen en un vestido confirmaron la relación.

No vamos a señalar a Clinton de tener una aventura que, al final, su esposa Hillary perdonó, pero lo que se recrimina es haber mentido. Fue absuelto porque el asunto se votó en el Senado y no en tribunales judiciales, como ahora ocurre con Trump.

Aunque la relación entre Bill y Monica fue consentida, tendríamos que hablar de la diferencia de edad de 27 años. Cuando ocurrió el romance, él tenía 49 y ella, 22. Esto sumado a que él tenía una posición de poder. Era, ni más ni menos, el presidente de unos de los países más poderosos del mundo.

Aún nos falta un largo camino para quitarnos los lentes de la ideología respecto a la sexualidad y, mientras sigamos usando esos anteojos, los resultados electorales también estarán atravesados por ese enfoque.


*Delia Angélica Ortiz es periodista especializada en inclusión y diversidad.

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(5) angy ortiz (@angyortiz5) / Twitter

El actual juicio al ex presidente Donald Trump por sobornar a una actriz porno. El escándalo sexual de Bill Clinton por haber tenido encuentros íntimos con una becaria de la Casa Blanca. El romance extramarital entre la política mexicana Rosario Robles y el empresario Carlos Ahumada.

Casos hay varios para ejemplificar cómo la sexualidad también atraviesa a quienes participan en la política. Habrá quienes lo expresen de manera más abierta como la diputada trans María Clemente García quien ha declarado que a pesar de ser diputada no tendría por qué suspender su oficio como sexoservidora.

La imagen de cómo las/les/los políticos viven su sexualidad incluso influye sus decisiones. Tanto que la boda y el divorcio del ex presidente Enrique Peña Nieto con la actriz Angélica Rivera fueron objeto de reportajes y libros.

¿Ocurre igual para los varones como para las mujeres que participan en la política? Parece que las mujeres serán mucho más cuestionadas, porque Rosario Robles fue acribillada por no haber sabido separar su vida privada de su vida política.

También existe una carga de género porque se espera cierto comportamiento de los actores y de las actrices políticas respecto a su identidad, su familia e incluso sus relaciones erótico-afectivas.

Es un tema tan relevante que —como ya había consignado en la columna Señora presidenta, hablemos de derechos sexuales—, ambas candidatas han expuesto asuntos relacionados con sus vínculos afectivos como hizo Claudia Sheinbaum al anunciar su boda o como hizo Xóchitl Galvez al jurar por sus hijos y firmar con sangre sus compromisos de campaña.

Sin embargo, aún es muy difícil para la clase política hablar de derechos sexuales y reproductivos y, quizá, prefieren mantener la sexualidad como tabú para poder aprovechar algún escándalo que los favorezca en las encuestas.

Política y escándalos sexuales

Lo que hizo Trump fue falsificar documentos comerciales. Este es un delito bastante importante, no solo en Estados Unidos, también lo sería en México. La cereza en el pastel es que esta acción delictiva la realizó para encubrir un escándalo sexual que habría afectado sus aspiraciones presidenciales.

Stormy Daniels es el nombre artístico de la actriz de películas para adultos que se puso en el centro de la denuncia penal por la que un jurado consideró que el expresidente es culpable. Su nombre real es Stephanie Gregory Clifford.

Ella es ex actriz, guionista y directora de películas pornográficas, quien bajo juramento debió aceptar que, en 2006, mantuvo un encuentro sexual con Trump, a un año de que el empresario se hubiera casado con Melania.

Subrayo: el jurado del tribunal de Nueva York declaró culpable al expresidente de 34 cargos relacionados con falsificar registros contables. El que esa acción fuera para encubrir el pago que el abogado de Trump hizo a Clifford para comprar su silencio sobre la relación es parte de la anécdota, pero el delito que se castiga es la falsificación.

Lo que los electores podrían castigar sería que Trump representa al partido conservador de ese país. Es decir, representa a una ideología que no acepta las relaciones extramaritales.

Los republicanos también son los que más se oponen a los derechos sexuales y reproductivos relacionados con la diversidad sexual y el derecho a decidir sobre el cuerpo; es decir, se oponen a aceptar los derechos de las personas de la comunidad LGBTTTQ+ y no aceptan la interrupción del embarazo.

Es por esto que hablar de derechos sexuales y reproductivos es tan complicado, porque la sexualidad también es ideología.

Sin embargo, el gran problema de seguir manteniendo a la sexualidad como tabú o, peor aún, como pecado, es que se trata de una visión que alimenta la doble moral e incluso podría aceptar delitos tan graves como la falsificación y el soborno para encubrir una relación fuera del matrimonio.

En el caso de Bill Clinton no fue diferente. Él también negó haber sostenido encuentros sexuales con la becaria de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, pero una investigación del ADN de manchas de semen en un vestido confirmaron la relación.

No vamos a señalar a Clinton de tener una aventura que, al final, su esposa Hillary perdonó, pero lo que se recrimina es haber mentido. Fue absuelto porque el asunto se votó en el Senado y no en tribunales judiciales, como ahora ocurre con Trump.

Aunque la relación entre Bill y Monica fue consentida, tendríamos que hablar de la diferencia de edad de 27 años. Cuando ocurrió el romance, él tenía 49 y ella, 22. Esto sumado a que él tenía una posición de poder. Era, ni más ni menos, el presidente de unos de los países más poderosos del mundo.

Aún nos falta un largo camino para quitarnos los lentes de la ideología respecto a la sexualidad y, mientras sigamos usando esos anteojos, los resultados electorales también estarán atravesados por ese enfoque.


*Delia Angélica Ortiz es periodista especializada en inclusión y diversidad.

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