/ jueves 19 de agosto de 2021

Pedir perdón y la consulta popular

El artículo 35 de la Constitución en su fracción VIII prescribe que es un derecho del ciudadano votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional, lo que es también una obligación (art. 36 fr. III). Y no hay la menor duda de que la idea del Presidente de la República de pedir perdón al pueblo por los males de la Conquista es un “tema de trascendencia nacional”. El Presidente puede pensar lo que quiera al respecto pero llevado el asunto al nivel que él propone se vuelve un tema de consulta popular, es decir, que trasciende al propio Presidente. Su idea, buena o mala, debe ser sujeta a la ponderación del pueblo y no quedar sujeta a la mera determinación presidencial.

Ahora bien, pedir perdón de qué y por qué -lo que sería materia de la consulta- habida cuenta de que se pide perdón por algo de lo que se es responsable o culpable. Y tanto el Presidente como el pueblo de qué pueden serlo en la actualidad por algo que sucedió hace siglos. ¿En qué les atañe aquello? Dice el Presidente que la Conquista fue un rotundo fracaso a partir la caída de Tenochtitlan y que se ha tratado desde entonces de una verdadera resistencia indígena. Recordó en días pasados esa trágica caída y pidió perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española en Mesoamérica y el resto del territorio de la actual República mexicana. “La pregunta obligada -sostuvo- es si las matanzas de miles de indígenas en Cholula, en el Templo Mayor, en la toma y masacre de Tenochtitlan, y los asesinatos de Moctezuma, Xicoténcatl, Cuauhtémoc y otras autoridades indígenas trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España”. Lo evidente es que el Presidente entra en un asunto de enorme complejidad. ¿Con qué fin? ¿Con qué propósito? Sólo él lo sabe pero al “revolver la historia” agita, queriéndolo o no, la conciencia de millones de mexicanos a los que sumerge en un rencor que no es positivo, en una especie de resentimiento histórico fuera de tiempo. Pero lo importante, insisto, es saber qué piensa el pueblo. No se puede pedir perdón, en la especie, no se debe, sin que el pueblo participe. Por eso es tan importante que en un asunto de indiscutible interés nacional el pueblo tenga parte primordial. Se preguntará el lector qué se gana con ello. Es que hasta allí ha llegado la idea del Presidente, pues lo contrario es o sería dejar que prevalezca su manera de pensar en un tema de enorme relevancia nacional. En última instancia lo que él piense puede merecer respeto o no, pero no tiene derecho a arrogarse la representación del pueblo en tal materia siendo que la Constitución es muy clara en este sentido. En suma, el perdón pedido por el Presidente no es el perdón pedido por México ni por su pueblo. Tal vez se diga que llegar hasta la consulta es una barbaridad, algo muy costoso y complejo que supone gran esfuerzo y trabajo. Pero al respecto el propósito de estas líneas es muy claro, acatando lo que ordena la Constitución. Las palabras del Presidente son sus palabras, no las del pueblo; salvo que se concluya que el asunto no es de interés nacional. Y yo sostengo que hasta donde ha llegado el Presidente lo ha convertido en un asunto de interés nacional, o sea, hasta el hecho de pedir perdón. Y si no se cree así pues entonces renglón y cuenta nueva, con la consecuencia de que el perdón presidencial es lo mismo que nada.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

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Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca

El artículo 35 de la Constitución en su fracción VIII prescribe que es un derecho del ciudadano votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional, lo que es también una obligación (art. 36 fr. III). Y no hay la menor duda de que la idea del Presidente de la República de pedir perdón al pueblo por los males de la Conquista es un “tema de trascendencia nacional”. El Presidente puede pensar lo que quiera al respecto pero llevado el asunto al nivel que él propone se vuelve un tema de consulta popular, es decir, que trasciende al propio Presidente. Su idea, buena o mala, debe ser sujeta a la ponderación del pueblo y no quedar sujeta a la mera determinación presidencial.

Ahora bien, pedir perdón de qué y por qué -lo que sería materia de la consulta- habida cuenta de que se pide perdón por algo de lo que se es responsable o culpable. Y tanto el Presidente como el pueblo de qué pueden serlo en la actualidad por algo que sucedió hace siglos. ¿En qué les atañe aquello? Dice el Presidente que la Conquista fue un rotundo fracaso a partir la caída de Tenochtitlan y que se ha tratado desde entonces de una verdadera resistencia indígena. Recordó en días pasados esa trágica caída y pidió perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española en Mesoamérica y el resto del territorio de la actual República mexicana. “La pregunta obligada -sostuvo- es si las matanzas de miles de indígenas en Cholula, en el Templo Mayor, en la toma y masacre de Tenochtitlan, y los asesinatos de Moctezuma, Xicoténcatl, Cuauhtémoc y otras autoridades indígenas trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España”. Lo evidente es que el Presidente entra en un asunto de enorme complejidad. ¿Con qué fin? ¿Con qué propósito? Sólo él lo sabe pero al “revolver la historia” agita, queriéndolo o no, la conciencia de millones de mexicanos a los que sumerge en un rencor que no es positivo, en una especie de resentimiento histórico fuera de tiempo. Pero lo importante, insisto, es saber qué piensa el pueblo. No se puede pedir perdón, en la especie, no se debe, sin que el pueblo participe. Por eso es tan importante que en un asunto de indiscutible interés nacional el pueblo tenga parte primordial. Se preguntará el lector qué se gana con ello. Es que hasta allí ha llegado la idea del Presidente, pues lo contrario es o sería dejar que prevalezca su manera de pensar en un tema de enorme relevancia nacional. En última instancia lo que él piense puede merecer respeto o no, pero no tiene derecho a arrogarse la representación del pueblo en tal materia siendo que la Constitución es muy clara en este sentido. En suma, el perdón pedido por el Presidente no es el perdón pedido por México ni por su pueblo. Tal vez se diga que llegar hasta la consulta es una barbaridad, algo muy costoso y complejo que supone gran esfuerzo y trabajo. Pero al respecto el propósito de estas líneas es muy claro, acatando lo que ordena la Constitución. Las palabras del Presidente son sus palabras, no las del pueblo; salvo que se concluya que el asunto no es de interés nacional. Y yo sostengo que hasta donde ha llegado el Presidente lo ha convertido en un asunto de interés nacional, o sea, hasta el hecho de pedir perdón. Y si no se cree así pues entonces renglón y cuenta nueva, con la consecuencia de que el perdón presidencial es lo mismo que nada.


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