/ sábado 8 de septiembre de 2018

Prevención de la violencia

Desde las vivencias cotidianas se observa la complejidad de lo humano: “cada ser humano es como los demás seres humanos, y a veces, de manera especial, como algunos seres humanos y eventualmente como ningún ser humano”.

En este sentido, es reconocido que vivimos un mundo dual en donde coexisten los opuestos: ante los pensamientos, intenciones y acciones positivos se contrapone un flujo negativo. Sin embargo, en este mar de realidades diferentes radica la importancia de las áreas de oportunidad para visualizar y construir mejores comunidades.

Sin menoscabo de la complejidad de la condición humana. Reflexionamos en el pequeño pero poderoso espacio connatural del hombre, ámbito de decisión libre y consciente del humano… nos referimos al libre albedrio. Si nos ponemos de acuerdo de generar el bien común en un marco del pleno ejercicio de los derechos humanos, se propiciaría un escenario para un crecimiento y bienestar con excelencia, de forma estable y duradera.

En México, es deseado y esperado darle la vuelta a la página. Se reconoce que ello es posible con espacios libres de violencia. Para ello, señalamos algunos elementos prioritarios: la cohesión, la corresponsabilidad, la resiliencia, la empatía y solidaridad, la consolidación de capacidades de respuesta en la sociedad e instituciones, entre otros para lograr un cambio social.

Se argumenta que el sujeto de cambio es el gran protagonista, conocemos que ninguna persona logra cambiar a otra persona, nadie puede cambiar por nosotros, no existe ningún modelo de intervención universal para el cambio, cada persona deberá culminar su propia ruta, su transformación personal y otros más.

Para encontrar un camino viable a las soluciones del comportamiento antisocial, es objeto de extensos estudios que visibilizan sus contextos, múltiples causas, factores de riesgo y sus consecuencias sociales. Los contenidos incluyen en esencia perspectivas de género, ciclo de vida de los individuos; la dinámica entre víctima y victimario, digamos, una percepción inmediata del bien y el mal.

Al respecto, desde la mirada de especialistas puntualizan: Una “víctima de la violencia” es aquella persona que experimenta una agresión (física o psicológica que afecta su cuerpo, mente, vulnera sus derechos y su vida cotidiana) de otra persona. “El victimario” es aquel que por medios violentos agrede y somete en distintos grados al otro, al punto de causarle hasta la muerte.”

Ahora indaguemos el talante de la “víctima” desde la cultura de la prevención. Expertos señalan que es preciso diferenciar entre "víctima" y persona "objeto de violencia". La primera, asume la violencia ejercida contra ella, cree que no puede hacer nada más que aceptarla, o incluso que se la merece. Al contrario, la segunda no la asume, no la acepta, puede discernir esta realidad y salir con el menor daño psicológico del evento por medio de la resiliencia.

Entonces, cuando escuchemos ¿Por qué?, ¿Por qué a mí? es una clara señal de que esa persona requiere apoyo, está atrapada en la llamada “victimización”, es decir, pensar persistentemente ser la victima de todo. Lo deseable es preguntarse: ¿Cuál es la oportunidad en esta situación?, ¿Qué puedo hacer para evolucionar? De las respuestas que se dé, permitirá salir de esa desfavorable situación, de ese círculo sin respuesta de solución.


Sin duda, la actitud y prevención son valiosos factores que atajan, acotan, disminuyen… por algo, el dicho: “solito se puso de pechito”.

hazael.ruiz@hotmail.com


Desde las vivencias cotidianas se observa la complejidad de lo humano: “cada ser humano es como los demás seres humanos, y a veces, de manera especial, como algunos seres humanos y eventualmente como ningún ser humano”.

En este sentido, es reconocido que vivimos un mundo dual en donde coexisten los opuestos: ante los pensamientos, intenciones y acciones positivos se contrapone un flujo negativo. Sin embargo, en este mar de realidades diferentes radica la importancia de las áreas de oportunidad para visualizar y construir mejores comunidades.

Sin menoscabo de la complejidad de la condición humana. Reflexionamos en el pequeño pero poderoso espacio connatural del hombre, ámbito de decisión libre y consciente del humano… nos referimos al libre albedrio. Si nos ponemos de acuerdo de generar el bien común en un marco del pleno ejercicio de los derechos humanos, se propiciaría un escenario para un crecimiento y bienestar con excelencia, de forma estable y duradera.

En México, es deseado y esperado darle la vuelta a la página. Se reconoce que ello es posible con espacios libres de violencia. Para ello, señalamos algunos elementos prioritarios: la cohesión, la corresponsabilidad, la resiliencia, la empatía y solidaridad, la consolidación de capacidades de respuesta en la sociedad e instituciones, entre otros para lograr un cambio social.

Se argumenta que el sujeto de cambio es el gran protagonista, conocemos que ninguna persona logra cambiar a otra persona, nadie puede cambiar por nosotros, no existe ningún modelo de intervención universal para el cambio, cada persona deberá culminar su propia ruta, su transformación personal y otros más.

Para encontrar un camino viable a las soluciones del comportamiento antisocial, es objeto de extensos estudios que visibilizan sus contextos, múltiples causas, factores de riesgo y sus consecuencias sociales. Los contenidos incluyen en esencia perspectivas de género, ciclo de vida de los individuos; la dinámica entre víctima y victimario, digamos, una percepción inmediata del bien y el mal.

Al respecto, desde la mirada de especialistas puntualizan: Una “víctima de la violencia” es aquella persona que experimenta una agresión (física o psicológica que afecta su cuerpo, mente, vulnera sus derechos y su vida cotidiana) de otra persona. “El victimario” es aquel que por medios violentos agrede y somete en distintos grados al otro, al punto de causarle hasta la muerte.”

Ahora indaguemos el talante de la “víctima” desde la cultura de la prevención. Expertos señalan que es preciso diferenciar entre "víctima" y persona "objeto de violencia". La primera, asume la violencia ejercida contra ella, cree que no puede hacer nada más que aceptarla, o incluso que se la merece. Al contrario, la segunda no la asume, no la acepta, puede discernir esta realidad y salir con el menor daño psicológico del evento por medio de la resiliencia.

Entonces, cuando escuchemos ¿Por qué?, ¿Por qué a mí? es una clara señal de que esa persona requiere apoyo, está atrapada en la llamada “victimización”, es decir, pensar persistentemente ser la victima de todo. Lo deseable es preguntarse: ¿Cuál es la oportunidad en esta situación?, ¿Qué puedo hacer para evolucionar? De las respuestas que se dé, permitirá salir de esa desfavorable situación, de ese círculo sin respuesta de solución.


Sin duda, la actitud y prevención son valiosos factores que atajan, acotan, disminuyen… por algo, el dicho: “solito se puso de pechito”.

hazael.ruiz@hotmail.com