/ jueves 28 de noviembre de 2019

RSE: ¿De dónde viene?

A la “capacidad de producir indefinidamente a un ritmo en el cual no agota los recursos que utiliza y que necesita para funcionar y no produce más contaminantes de los que puede absorber su entorno”, se le conoce como proceso sostenible, de acuerdo al autor Arturo Calvente (2007).

Esto es significativo, ya que el concepto de “sustentabilidad” ha tenido una evolución histórica desde la década de los sesenta y setenta, abanderado por los primero movimientos ambientalistas en el mundo, hasta llegar a procesos sostenibles. Esta corriente social, ambiental y económica obtuvo un éxito paradigmático en el Congreso de los Estados Unidos al quedar establecida la primer Agencia Gubernamental dedicada, de manera exclusiva, al cuidado del medio ambiente: EPA (Environmental Protection Agency), en el año 1970,

Este hecho marcó la evolución del concepto, pues un par de años más tarde en Suecia, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano comenzaron los primeros antecedentes de lo que hoy conocemos bajo esta concepción, en razón de referirse a la protección del medio ambiente en un sentido mucho más amplio, es decir, la interrelación de los temas ambientales, económicos, crecimiento y empleo, bajo una visión en conjunto e integral.

Al respecto, uno de los resultados más emblemáticos de esta Conferencia fue Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP, United Nations Enviormental Programme), que determinó “proveer liderazgo y compromiso mutuo en el cuidado del medio ambiente inspirando, informando y posibilitando a las naciones y las personas el mejoramiento de su calidad de vida sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras”. Estas palabras a lo largo de casi cinco décadas han retumbado en todo el planeta y en distintos idiomas, pues es el primer antecedente de manera seria y formal a nivel internacional de lo que hoy conocemos como sustentabilidad.

Once años más tarde de aquél primer Programa, en las Naciones Unidas se crea la Comisión Mundial de Ambiente y Desarrollo, cuyas tareas más demostrativas fueron la identificación de la importancia de valorar acciones desde tres enfoques: económico, ambiental y social.

Y este escenario es cada vez de mayor impacto e importancia en el ámbito productivo y empresarial, ya que los procesos sostenibles hoy forman parte de la fuente de actividades que las empresas tienen en sus maneras de realizar gestiones y hacer negocios, pues los proyectos también se han vuelto mayormente transversales que, de acuerdo a la Alianza por la Responsabilidad Social Empresarial en México, la Responsabilidad Social Empresarial es el compromiso consiente y congruente de cumplir integralmente con la finalidad de la empresa, tanto en lo interno como en lo externo, considerando las expectativas económicas, sociales y ambientales de todos sus participantes, demostrando respeto por la gente, los valores éticos, la comunidad y el medio ambiente, contribuyendo así a la construcción de un bien común.

Esto ha sido traducido por el sector privado a través de los compromisos que adquiere como parte de su responsabilidad social empresarial que tiene como finalidad el cuidado del ambiente con acciones responsables de reciclaje, de re-utilización, de separación de materiales, por nombrar algunas, y que también buscan el fortalecimiento y recomposición del tejido social con el propósito de reparar y mejorar entornos comunitarios donde las actividades empresariales se efectúan.

Este tipo de acciones, como lo hemos comentado en otras ocasiones, van más allá de actividades de filantropía, que en muchos casos pudieran ser únicamente por una moda, ya que su importancia radica en el compromiso que debe orientarse en la realización de una verdadera labor social sustentada en principios y valores, con la convicción de contribuir con el desarrollo responsable de la sociedad y, por ende, de nuestro propio país. Para lograr estos fines, es necesario de comenzar de una base pareja, es decir, desarrollar un diagnóstico de manera integral que puede evidenciar todo tipo de necesidades en una comunidad que pueden ser desde culturales, deportivas y de salud, por nombrar algunas, con la finalidad de tratar de permear en los índices de pobreza, delincuencia, desigualdad e injusticia.

La responsabilidad social que desenvuelven las empresas es muy importante para el desarrollo no sólo de las comunidades, sino de todos como país. Por ello, es necesario que la responsabilidad social implique objetivos y metas concretas, que sean medibles con el propósito que, tanto las autoridades y ciudadanía puedan percibir estas acciones, su impacto positivo y, en consecuencia, generen un bienestar sustentable.

El compromiso empresarial con responsabilidad es más que buenos acciones, son actividades que coadyuvan y generan un fortalecimiento de la imagen corporativa ante la comunidad. Hoy, es una oportunidad de replantear estas acciones en aras de los nuevos objetivos sociales del Gobierno de México.

A la “capacidad de producir indefinidamente a un ritmo en el cual no agota los recursos que utiliza y que necesita para funcionar y no produce más contaminantes de los que puede absorber su entorno”, se le conoce como proceso sostenible, de acuerdo al autor Arturo Calvente (2007).

Esto es significativo, ya que el concepto de “sustentabilidad” ha tenido una evolución histórica desde la década de los sesenta y setenta, abanderado por los primero movimientos ambientalistas en el mundo, hasta llegar a procesos sostenibles. Esta corriente social, ambiental y económica obtuvo un éxito paradigmático en el Congreso de los Estados Unidos al quedar establecida la primer Agencia Gubernamental dedicada, de manera exclusiva, al cuidado del medio ambiente: EPA (Environmental Protection Agency), en el año 1970,

Este hecho marcó la evolución del concepto, pues un par de años más tarde en Suecia, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano comenzaron los primeros antecedentes de lo que hoy conocemos bajo esta concepción, en razón de referirse a la protección del medio ambiente en un sentido mucho más amplio, es decir, la interrelación de los temas ambientales, económicos, crecimiento y empleo, bajo una visión en conjunto e integral.

Al respecto, uno de los resultados más emblemáticos de esta Conferencia fue Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP, United Nations Enviormental Programme), que determinó “proveer liderazgo y compromiso mutuo en el cuidado del medio ambiente inspirando, informando y posibilitando a las naciones y las personas el mejoramiento de su calidad de vida sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras”. Estas palabras a lo largo de casi cinco décadas han retumbado en todo el planeta y en distintos idiomas, pues es el primer antecedente de manera seria y formal a nivel internacional de lo que hoy conocemos como sustentabilidad.

Once años más tarde de aquél primer Programa, en las Naciones Unidas se crea la Comisión Mundial de Ambiente y Desarrollo, cuyas tareas más demostrativas fueron la identificación de la importancia de valorar acciones desde tres enfoques: económico, ambiental y social.

Y este escenario es cada vez de mayor impacto e importancia en el ámbito productivo y empresarial, ya que los procesos sostenibles hoy forman parte de la fuente de actividades que las empresas tienen en sus maneras de realizar gestiones y hacer negocios, pues los proyectos también se han vuelto mayormente transversales que, de acuerdo a la Alianza por la Responsabilidad Social Empresarial en México, la Responsabilidad Social Empresarial es el compromiso consiente y congruente de cumplir integralmente con la finalidad de la empresa, tanto en lo interno como en lo externo, considerando las expectativas económicas, sociales y ambientales de todos sus participantes, demostrando respeto por la gente, los valores éticos, la comunidad y el medio ambiente, contribuyendo así a la construcción de un bien común.

Esto ha sido traducido por el sector privado a través de los compromisos que adquiere como parte de su responsabilidad social empresarial que tiene como finalidad el cuidado del ambiente con acciones responsables de reciclaje, de re-utilización, de separación de materiales, por nombrar algunas, y que también buscan el fortalecimiento y recomposición del tejido social con el propósito de reparar y mejorar entornos comunitarios donde las actividades empresariales se efectúan.

Este tipo de acciones, como lo hemos comentado en otras ocasiones, van más allá de actividades de filantropía, que en muchos casos pudieran ser únicamente por una moda, ya que su importancia radica en el compromiso que debe orientarse en la realización de una verdadera labor social sustentada en principios y valores, con la convicción de contribuir con el desarrollo responsable de la sociedad y, por ende, de nuestro propio país. Para lograr estos fines, es necesario de comenzar de una base pareja, es decir, desarrollar un diagnóstico de manera integral que puede evidenciar todo tipo de necesidades en una comunidad que pueden ser desde culturales, deportivas y de salud, por nombrar algunas, con la finalidad de tratar de permear en los índices de pobreza, delincuencia, desigualdad e injusticia.

La responsabilidad social que desenvuelven las empresas es muy importante para el desarrollo no sólo de las comunidades, sino de todos como país. Por ello, es necesario que la responsabilidad social implique objetivos y metas concretas, que sean medibles con el propósito que, tanto las autoridades y ciudadanía puedan percibir estas acciones, su impacto positivo y, en consecuencia, generen un bienestar sustentable.

El compromiso empresarial con responsabilidad es más que buenos acciones, son actividades que coadyuvan y generan un fortalecimiento de la imagen corporativa ante la comunidad. Hoy, es una oportunidad de replantear estas acciones en aras de los nuevos objetivos sociales del Gobierno de México.