/ domingo 11 de junio de 2023

Telarañas digitales | Economía digital: una oportunidad para superar las desigualdades 

En el mundo digital, se han manifestado prácticamente todas las esferas de la vida cotidiana, incluso aquellas que creíamos más alejadas de la virtualidad. La presencia física dejó de ser la única manera de relacionarse con los demás, educarse, informarse, comunicarse, emprender o incluso enamorarse. Nuestro horizonte es incierto ya que los avances en tecnología, robótica e inteligencia artificial podrían transformar el mundo en las próximas décadas. Lo que sí parece un hecho es que en la virtualidad hay que adaptarse y aprender a navegar barcos sin remos.

Pero en el espacio digital se plantean dos posibilidades igualmente desafiantes e inciertas. Por un lado, en algunos aspectos, el mundo analógico se replica en el digital con todos sus modelos, sistemas de poder, mecanismos, prácticas, interacciones e ideologías. Esto convierte al universo de la Web 2.0 en una réplica de la realidad conocida. La posibilidad de que el ciberespacio sea una copia del mundo analógico implica, desafortunadamente, la reproducción de las mismas desigualdades, la hegemonía de los grandes monopolios, el poder del consumo sin responsabilidad y el medio para un intercambio de bienes y servicios que no se diferencia del que llevamos a cabo en cualquier centro comercial.

Por otro lado, la Web 2.0 sigue manifestándose como un espacio para las resistencias al poder, para el cuestionamiento de las prácticas de opresión y las narrativas hegemónicas. Desde esta perspectiva, se plantea la posibilidad de que el ciberespacio sea una ruta de escape, una oportunidad para quienes no suelen tener oportunidades, un constructo alternativo de relaciones de todo tipo, pero también de intercambios económicos que permitan hacer frente a la reproducción de las desigualdades y violencias estructurales que pesan en el mundo analógico.

La segunda posibilidad plantea, al menos, una oportunidad para la acción. A esto se le puede llamar economía digital inclusiva, la creación de un entorno económico que no esté guiado por las mismas dinámicas de poder o por la concentración del capital en las manos de siempre. La economía digital inclusiva vuelve al origen de los intercambios interpersonales, deja de lado los intereses de los monopolios y de los intermediarios comerciales, y se enfoca en las necesidades de las personas, de tal manera que el crecimiento sea más justo, proporcionado y sostenible.

Alcanzar un entorno de resistencia a la hegemonía de los poderes económicos no es cosa fácil, en buena medida porque hasta el día de hoy tienen la batuta para dictar e inventar necesidades, ya sea mediante los convenios con las plataformas y la venta de big data, o empleando sus técnicas mercadológicas habituales para promover el consumo en línea que indefectiblemente favorecen a las grandes compañías o a los gigantes de compra y venta de bienes y servicios, como eBay o Amazon.

Con todo, generar estrategias de emprendimiento basado en la economía digital inclusiva no es imposible y ya se está haciendo. Para que haya emprendimiento inclusivo se requiere apoyar y fortalecer desde la diversidad, a mujeres, personas con discapacidad, miembros de comunidades originarias y en situación de pobreza, personas de la diversidad sexual y todos los grupos que históricamente han sido relegados. La economía digital inclusiva podría brindar la posibilidad de ascenso social y mejora de la calidad de vida para gran parte de la población mundial.

Pero para que haya éxito, es preciso cambiar la actitud de los consumidores, que sean críticos sobre aquello que adquieren, que consideren sus condiciones de producción, consideren diversas opciones y sepan quiénes son los beneficiarios de sus transacciones. También es imprescindible eliminar la brecha digital y democratizar el conocimiento en tecnologías de la información y la comunicación, así como proteger a emprendedores y consumidores mediante marcos legales claros y regulaciones justas. Con todo, la Web 2.0 puede ser el espacio de grandes oportunidades.

En el mundo digital, se han manifestado prácticamente todas las esferas de la vida cotidiana, incluso aquellas que creíamos más alejadas de la virtualidad. La presencia física dejó de ser la única manera de relacionarse con los demás, educarse, informarse, comunicarse, emprender o incluso enamorarse. Nuestro horizonte es incierto ya que los avances en tecnología, robótica e inteligencia artificial podrían transformar el mundo en las próximas décadas. Lo que sí parece un hecho es que en la virtualidad hay que adaptarse y aprender a navegar barcos sin remos.

Pero en el espacio digital se plantean dos posibilidades igualmente desafiantes e inciertas. Por un lado, en algunos aspectos, el mundo analógico se replica en el digital con todos sus modelos, sistemas de poder, mecanismos, prácticas, interacciones e ideologías. Esto convierte al universo de la Web 2.0 en una réplica de la realidad conocida. La posibilidad de que el ciberespacio sea una copia del mundo analógico implica, desafortunadamente, la reproducción de las mismas desigualdades, la hegemonía de los grandes monopolios, el poder del consumo sin responsabilidad y el medio para un intercambio de bienes y servicios que no se diferencia del que llevamos a cabo en cualquier centro comercial.

Por otro lado, la Web 2.0 sigue manifestándose como un espacio para las resistencias al poder, para el cuestionamiento de las prácticas de opresión y las narrativas hegemónicas. Desde esta perspectiva, se plantea la posibilidad de que el ciberespacio sea una ruta de escape, una oportunidad para quienes no suelen tener oportunidades, un constructo alternativo de relaciones de todo tipo, pero también de intercambios económicos que permitan hacer frente a la reproducción de las desigualdades y violencias estructurales que pesan en el mundo analógico.

La segunda posibilidad plantea, al menos, una oportunidad para la acción. A esto se le puede llamar economía digital inclusiva, la creación de un entorno económico que no esté guiado por las mismas dinámicas de poder o por la concentración del capital en las manos de siempre. La economía digital inclusiva vuelve al origen de los intercambios interpersonales, deja de lado los intereses de los monopolios y de los intermediarios comerciales, y se enfoca en las necesidades de las personas, de tal manera que el crecimiento sea más justo, proporcionado y sostenible.

Alcanzar un entorno de resistencia a la hegemonía de los poderes económicos no es cosa fácil, en buena medida porque hasta el día de hoy tienen la batuta para dictar e inventar necesidades, ya sea mediante los convenios con las plataformas y la venta de big data, o empleando sus técnicas mercadológicas habituales para promover el consumo en línea que indefectiblemente favorecen a las grandes compañías o a los gigantes de compra y venta de bienes y servicios, como eBay o Amazon.

Con todo, generar estrategias de emprendimiento basado en la economía digital inclusiva no es imposible y ya se está haciendo. Para que haya emprendimiento inclusivo se requiere apoyar y fortalecer desde la diversidad, a mujeres, personas con discapacidad, miembros de comunidades originarias y en situación de pobreza, personas de la diversidad sexual y todos los grupos que históricamente han sido relegados. La economía digital inclusiva podría brindar la posibilidad de ascenso social y mejora de la calidad de vida para gran parte de la población mundial.

Pero para que haya éxito, es preciso cambiar la actitud de los consumidores, que sean críticos sobre aquello que adquieren, que consideren sus condiciones de producción, consideren diversas opciones y sepan quiénes son los beneficiarios de sus transacciones. También es imprescindible eliminar la brecha digital y democratizar el conocimiento en tecnologías de la información y la comunicación, así como proteger a emprendedores y consumidores mediante marcos legales claros y regulaciones justas. Con todo, la Web 2.0 puede ser el espacio de grandes oportunidades.