/ domingo 24 de marzo de 2024

Telarañas digitales / La imagen 2.0 y su legitimidad

Con la polémica en torno a la desaparición de Kate Middleton, misma que concluyó con su reaparición y el triste anuncio de su enfermedad, se reactivó la desconfianza sobre las imágenes que se comparten en redes sociales y que pueblan, en general, el universo de la web 2.0. Luego de que la Corona tuviera que aceptar, supuestamente desde la cuenta de la propia Kate, que había sido alterada la fotografía donde se mostraba su supuesto resurgimiento y mejora tras enfrentar una cirugía abdominal, las teorías conspiranoicas se dispararon y se volvió a poner en tela de juicio el valor de la imagen en tiempos digitales.

La polémica se reavivó con un video donde presuntamente Kate Middleton aparece junto al príncipe William en una caminata casual después de hacer compras, al que los internautas tacharon de falso y respondieron dudando que la mujer del video fuera Kate. No fue sino hasta que la princesa explicó los motivos de su desaparición que las dudas cesaron. Esto muestra que el valor de la imagen ha decaído severamente; la razón está en la cantidad de aplicaciones que existen para alterar no solamente fotografías, sino también videos, y por supuesto, el surgimiento de nuevas herramientas de inteligencia artificial que prometen ser capaces de reproducir la realidad con diferencias casi imperceptibles para el ojo humano.

Los generadores de imagen de inteligencia artificial han mejorado bastante, aunque no podríamos decir, al menos hasta ahora, que hagan un trabajo perfecto con el cuerpo humano, aunque sí que han mejorado desde los primeros intentos que se volvieron virales por exceder el número de extremidades, dedos, dientes, o por dibujar caras con miradas psicópatas que producían miedo y desconfianza. Pero los últimos avances han presentado propuestas que incluyen animales y parecen grabadas de la vida real, solo prestando demasiada atención se podría reconocer que son producto de la inteligencia artificial.

Lo más probable es que en unos años la diferencia pase completamente desapercibida ante nuestros ojos; seguramente necesitaremos aplicaciones que nos indiquen si las imágenes que estamos consumiendo han sido generadas por inteligencia artificial o no. La imagen fija o en movimiento será muy probablemente generada en el ordenador, y la industria del entretenimiento será una de las primeras que vivirá las transformaciones, como nos lo dejó claro la huelga de los actores en Hollywood. Hoy en día generar voz e imagen es cada vez más simple y requiere de poca intervención del protagonista humano.

Si bien con estas transformaciones se abre un universo de posibilidades para la creación, también se plantean interrogantes en torno a la credibilidad y sobre lo que consideramos real. Este es un debate, por supuesto, filosófico. En estricto sentido, captar la realidad es imposible para los sentidos humanos; lo que tenemos del mundo son espejismos y representaciones que distan de estar completas y que bien pueden diferir de las que tienen, por ejemplo, los animales, o de las que pueden ser descifradas por los ordenadores. El rango de colores que podemos percibir es demasiado limitado en comparación, por ejemplo, con el de las aves rapaces, sin contar que nuestra visión nocturna deja mucho que desear.

Si dudar de la realidad que percibimos con los sentidos es sensato, dudar de la creación de representaciones en el mundo digital parece serlo también; las certezas con que contamos son en realidad muy pocas. La crisis de legitimidad de la imagen digital es innegable. Sin embargo, como cualquier otro documento histórico, la imagen es susceptible de interpretación y requiere de un ejercicio crítico de la duda, la búsqueda de intencionalidad y contextualización.

Con la polémica en torno a la desaparición de Kate Middleton, misma que concluyó con su reaparición y el triste anuncio de su enfermedad, se reactivó la desconfianza sobre las imágenes que se comparten en redes sociales y que pueblan, en general, el universo de la web 2.0. Luego de que la Corona tuviera que aceptar, supuestamente desde la cuenta de la propia Kate, que había sido alterada la fotografía donde se mostraba su supuesto resurgimiento y mejora tras enfrentar una cirugía abdominal, las teorías conspiranoicas se dispararon y se volvió a poner en tela de juicio el valor de la imagen en tiempos digitales.

La polémica se reavivó con un video donde presuntamente Kate Middleton aparece junto al príncipe William en una caminata casual después de hacer compras, al que los internautas tacharon de falso y respondieron dudando que la mujer del video fuera Kate. No fue sino hasta que la princesa explicó los motivos de su desaparición que las dudas cesaron. Esto muestra que el valor de la imagen ha decaído severamente; la razón está en la cantidad de aplicaciones que existen para alterar no solamente fotografías, sino también videos, y por supuesto, el surgimiento de nuevas herramientas de inteligencia artificial que prometen ser capaces de reproducir la realidad con diferencias casi imperceptibles para el ojo humano.

Los generadores de imagen de inteligencia artificial han mejorado bastante, aunque no podríamos decir, al menos hasta ahora, que hagan un trabajo perfecto con el cuerpo humano, aunque sí que han mejorado desde los primeros intentos que se volvieron virales por exceder el número de extremidades, dedos, dientes, o por dibujar caras con miradas psicópatas que producían miedo y desconfianza. Pero los últimos avances han presentado propuestas que incluyen animales y parecen grabadas de la vida real, solo prestando demasiada atención se podría reconocer que son producto de la inteligencia artificial.

Lo más probable es que en unos años la diferencia pase completamente desapercibida ante nuestros ojos; seguramente necesitaremos aplicaciones que nos indiquen si las imágenes que estamos consumiendo han sido generadas por inteligencia artificial o no. La imagen fija o en movimiento será muy probablemente generada en el ordenador, y la industria del entretenimiento será una de las primeras que vivirá las transformaciones, como nos lo dejó claro la huelga de los actores en Hollywood. Hoy en día generar voz e imagen es cada vez más simple y requiere de poca intervención del protagonista humano.

Si bien con estas transformaciones se abre un universo de posibilidades para la creación, también se plantean interrogantes en torno a la credibilidad y sobre lo que consideramos real. Este es un debate, por supuesto, filosófico. En estricto sentido, captar la realidad es imposible para los sentidos humanos; lo que tenemos del mundo son espejismos y representaciones que distan de estar completas y que bien pueden diferir de las que tienen, por ejemplo, los animales, o de las que pueden ser descifradas por los ordenadores. El rango de colores que podemos percibir es demasiado limitado en comparación, por ejemplo, con el de las aves rapaces, sin contar que nuestra visión nocturna deja mucho que desear.

Si dudar de la realidad que percibimos con los sentidos es sensato, dudar de la creación de representaciones en el mundo digital parece serlo también; las certezas con que contamos son en realidad muy pocas. La crisis de legitimidad de la imagen digital es innegable. Sin embargo, como cualquier otro documento histórico, la imagen es susceptible de interpretación y requiere de un ejercicio crítico de la duda, la búsqueda de intencionalidad y contextualización.