/ lunes 17 de junio de 2019

1 de julio, el año después Parte I

El triunfo con 30 millones de votos no quedó en el pasado, le da vida política a la visión del Gobierno de México.

Para el titular del Ejecutivo y su grupo cercano el mandato fue claro: México requiere cambios que el modelo económico y el marco institucional heredados no tienen la capacidad de propiciar.

El fundamento de su razonamiento está vinculado con el agotamiento de las instituciones creadas durante los últimos 80 años: la corrupción y la captura del Estado son el principal problema, por ello dedican sus mayores esfuerzos a desmantelar esa red, aun a costa del crecimiento.

Los Criterios Generales de Política Económica presentados en diciembre lo dejaron muy claro, la proyección oficial del PIB no supera el 3 por ciento en seis años.

El contrapeso discursivo a esa realidad recae en el Ejecutivo: los funcionarios del gabinete económico operan en la sombra, mientras el presidente López Obrador asume la defensa pública de que la economía “va bien”.

Su visión y prioridades quedaron plasmadas en las acciones emprendidas en las primeras semanas de su gestión y que tuvieron como columna vertebral la cancelación del aeropuerto de Texcoco y la lucha contra la corrupción en el sector energético.

La cancelación del proyecto fue un duro golpe a la inversión y el combate al huachicoleo recayó en la población de entidades como Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Michoacán y aun de la Ciudad de México.

De manera inusitada, a nivel nacional el mayor nivel de popularidad del presidente López Obrador llegó en los momentos más álgidos de escasez de gasolina. Un claro ejemplo de su capacidad para entender el momento que vive el país y para operar una estrategia de comunicación efectiva desde el poder del Estado.

A nivel institucional, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) presentado fue disruptivo porque contiene un manifiesto que muestra una visión alineada con los planteamientos de una izquierda que desea tomar el poder para propiciar la Cuarta Transformación (4T). Requiere un poder que va más allá de ser gobierno.

La reconstrucción que el Presidente desea se enfoca en el abatimiento de la pobreza y en la inequidad, hacia allá se dirigen los recursos del gasto social.

De igual forma se destinan importantes esfuerzos políticos, administrativos, mediáticos y económicos al sector energético, aquel que la nacionalización del petróleo y la electricidad hicieron un punto de referencia histórico.

Para el Presidente son estratégicos, tanto por su valor económico como por el político y por su concepto de soberanía nacional: deben estar al servicio del Estado.

Todos estos aspectos ocupan el interés del Gobierno de México, no hay espacio para el exterior. O no lo había.

Se descontaba que con el TMEC firmado no tendría que preocuparse por la relación con Estados Unidos. Donald Trump ha mostrado que no. El secretario Marcelo Ebrard tiene el encargo de resolverlo, su compromiso con esta historia será evaluado en 45 días por Trump.

La desaceleración económica es otra mala noticia, se subestimó. Las cifras de Inegi y el Banxico lo hacen evidente. Las tendencias ya son claras ¿cuál será el costo de la realidad vs. la política?

El triunfo con 30 millones de votos no quedó en el pasado, le da vida política a la visión del Gobierno de México.

Para el titular del Ejecutivo y su grupo cercano el mandato fue claro: México requiere cambios que el modelo económico y el marco institucional heredados no tienen la capacidad de propiciar.

El fundamento de su razonamiento está vinculado con el agotamiento de las instituciones creadas durante los últimos 80 años: la corrupción y la captura del Estado son el principal problema, por ello dedican sus mayores esfuerzos a desmantelar esa red, aun a costa del crecimiento.

Los Criterios Generales de Política Económica presentados en diciembre lo dejaron muy claro, la proyección oficial del PIB no supera el 3 por ciento en seis años.

El contrapeso discursivo a esa realidad recae en el Ejecutivo: los funcionarios del gabinete económico operan en la sombra, mientras el presidente López Obrador asume la defensa pública de que la economía “va bien”.

Su visión y prioridades quedaron plasmadas en las acciones emprendidas en las primeras semanas de su gestión y que tuvieron como columna vertebral la cancelación del aeropuerto de Texcoco y la lucha contra la corrupción en el sector energético.

La cancelación del proyecto fue un duro golpe a la inversión y el combate al huachicoleo recayó en la población de entidades como Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Michoacán y aun de la Ciudad de México.

De manera inusitada, a nivel nacional el mayor nivel de popularidad del presidente López Obrador llegó en los momentos más álgidos de escasez de gasolina. Un claro ejemplo de su capacidad para entender el momento que vive el país y para operar una estrategia de comunicación efectiva desde el poder del Estado.

A nivel institucional, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) presentado fue disruptivo porque contiene un manifiesto que muestra una visión alineada con los planteamientos de una izquierda que desea tomar el poder para propiciar la Cuarta Transformación (4T). Requiere un poder que va más allá de ser gobierno.

La reconstrucción que el Presidente desea se enfoca en el abatimiento de la pobreza y en la inequidad, hacia allá se dirigen los recursos del gasto social.

De igual forma se destinan importantes esfuerzos políticos, administrativos, mediáticos y económicos al sector energético, aquel que la nacionalización del petróleo y la electricidad hicieron un punto de referencia histórico.

Para el Presidente son estratégicos, tanto por su valor económico como por el político y por su concepto de soberanía nacional: deben estar al servicio del Estado.

Todos estos aspectos ocupan el interés del Gobierno de México, no hay espacio para el exterior. O no lo había.

Se descontaba que con el TMEC firmado no tendría que preocuparse por la relación con Estados Unidos. Donald Trump ha mostrado que no. El secretario Marcelo Ebrard tiene el encargo de resolverlo, su compromiso con esta historia será evaluado en 45 días por Trump.

La desaceleración económica es otra mala noticia, se subestimó. Las cifras de Inegi y el Banxico lo hacen evidente. Las tendencias ya son claras ¿cuál será el costo de la realidad vs. la política?