/ lunes 26 de junio de 2017

Desde tierras mundialistas

El rojo y sus simbolismos en Moscú: durante los quince años posteriores a la disolución de la URSS, la selección rusa vistió casi siempre de blanco, con apenas excepciones en azul y el otro color de su bandera, el rojo, confinado a sólo pintar sus calcetas.

Ese rojo que portaron las selecciones soviéticas de todos los deportes, siempre con el CCCP (siglas en ruso de Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas) que la inventiva de Ángel Fernández tradujera como “Cucurrucucu Paloma”. Como sea, la Rusia que emergió tras la perestroika tuvo de inicio un nuevo himno y también optó por recurrir a cualquier color menos rojo.

No obstante, así como más adelante se recuperarían los imponentes acordes del himno soviético –se le modificaron algunos versos–, Rusia no tardó en volver también por esa casaca roja. ¿Forma de vincularse a un pasado de tanto poder, de tanto peso, de tanta relevancia internacional? ¿Forma de pensar a su país otra vez en la cima del concierto de las naciones? ¿Forma de resolver el presente aderezándolo con detalles pasados?

Dos años después del cambio, Rusia quitaba a Inglaterra el boleto para la Eurocopa y, no conforme, en la Euro 2008 se metería hasta la ronda semifinal. La melodía del himno soviético y esa casaca roja se convirtieron en cimientos para sostener al gigante en su nueva forma. Sin embargo, la gracia de esa selección duraría muy poco y desde entonces no ha hecho más que pasar penurias en cuanto torneo ha disputado, pese a portar el uniforme rojo.

Un rojo de connotaciones complejas, aunque su primer vínculo con la ideología de izquierdas no fuera en Rusia, sino más de un siglo antes en la Revolución Francesa. Lo mismo la Plaza Roja de Moscú no lleva ese nombre por el período comunista, sino desde mucho antes por la consonancia en ruso entre rojo (krasnyy) y bello (krasivyy).

Un rojo poderoso a la vista pero incapaz de resolver tamañas carencias futbolísticas como las de la selección local. Empezando por su hombre más experimentado, el portero, con una pasmosa inseguridad, siguiendo con su endeble defensiva, complementando con su ataque tan huérfano de puntería.

Rusia hizo contra México lo que podía e incluso muchísimo más. Los medios locales coinciden en que por ganas no quedó y en que ese cuadro actuó por encima de lo que se le había visto. Justo ahí radica su decepción: que su versión más intensa no estuvo siquiera cerca de alcanzarles.

De aquí a un año albergarán un Mundial y parece muy complicado que consigan superar la primera ronda. Su himno cuasi soviético sonará atronadoramente en el estadio, su uniforme trasladará a algunos a ese pasado de la CCCP y la voz del entrañable Ángel, pero no bastará. Para colmo, bajo acusaciones de dopaje.

Twitter/albertolati

El rojo y sus simbolismos en Moscú: durante los quince años posteriores a la disolución de la URSS, la selección rusa vistió casi siempre de blanco, con apenas excepciones en azul y el otro color de su bandera, el rojo, confinado a sólo pintar sus calcetas.

Ese rojo que portaron las selecciones soviéticas de todos los deportes, siempre con el CCCP (siglas en ruso de Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas) que la inventiva de Ángel Fernández tradujera como “Cucurrucucu Paloma”. Como sea, la Rusia que emergió tras la perestroika tuvo de inicio un nuevo himno y también optó por recurrir a cualquier color menos rojo.

No obstante, así como más adelante se recuperarían los imponentes acordes del himno soviético –se le modificaron algunos versos–, Rusia no tardó en volver también por esa casaca roja. ¿Forma de vincularse a un pasado de tanto poder, de tanto peso, de tanta relevancia internacional? ¿Forma de pensar a su país otra vez en la cima del concierto de las naciones? ¿Forma de resolver el presente aderezándolo con detalles pasados?

Dos años después del cambio, Rusia quitaba a Inglaterra el boleto para la Eurocopa y, no conforme, en la Euro 2008 se metería hasta la ronda semifinal. La melodía del himno soviético y esa casaca roja se convirtieron en cimientos para sostener al gigante en su nueva forma. Sin embargo, la gracia de esa selección duraría muy poco y desde entonces no ha hecho más que pasar penurias en cuanto torneo ha disputado, pese a portar el uniforme rojo.

Un rojo de connotaciones complejas, aunque su primer vínculo con la ideología de izquierdas no fuera en Rusia, sino más de un siglo antes en la Revolución Francesa. Lo mismo la Plaza Roja de Moscú no lleva ese nombre por el período comunista, sino desde mucho antes por la consonancia en ruso entre rojo (krasnyy) y bello (krasivyy).

Un rojo poderoso a la vista pero incapaz de resolver tamañas carencias futbolísticas como las de la selección local. Empezando por su hombre más experimentado, el portero, con una pasmosa inseguridad, siguiendo con su endeble defensiva, complementando con su ataque tan huérfano de puntería.

Rusia hizo contra México lo que podía e incluso muchísimo más. Los medios locales coinciden en que por ganas no quedó y en que ese cuadro actuó por encima de lo que se le había visto. Justo ahí radica su decepción: que su versión más intensa no estuvo siquiera cerca de alcanzarles.

De aquí a un año albergarán un Mundial y parece muy complicado que consigan superar la primera ronda. Su himno cuasi soviético sonará atronadoramente en el estadio, su uniforme trasladará a algunos a ese pasado de la CCCP y la voz del entrañable Ángel, pero no bastará. Para colmo, bajo acusaciones de dopaje.

Twitter/albertolati

ÚLTIMASCOLUMNAS