/ lunes 12 de junio de 2023

Alaine Touraine (1925-2023)

El pasado viernes, se dio a conocer el fallecimiento de uno de los más influyentes sociólogos, filósofos y ensayistas de las últimas décadas del siglo XX y las que va del presente. Formador incansable de alumnas y alumnos en varias partes del mundo, incluyendo México, Alaine Touraine, se caracterizó por ser una inteligencia que demostró que ésta. Solo tiene cabida en la disposición a reconocer la pluralidad, diversidad, derechos y por lo tanto, a establecer que las diferencias lejos de ser un factor disgregante, se trata de un vehículo fundamental para consolidar las bases de la convivencia y así, estar en condiciones de trabajar en las afinidades.

Esa tesis es ampliamente expuesta en una se sus obras más conocidas: ¿Podremos vivir juntos? (2006, Fondo de Cultura Económica), en donde en medio de la creciente ola de desconfianza y hasta de abiertos rechazos a las manifestaciones procedentes de otras culturas, religiones, costumbres y hábitos, por parte de las sociedades huéspedes –sobre todo las producidas por las migraciones forzadas, condujeron a Touraine a reflexionar en torno a las capacidades antropológicas e institucionales de la democracia para procesar dichas tensiones. Más aún, en el ambiente de crispación generado por los atentados terroristas en los Estados Unidos en septiembre de 2001, la democracia, como nunca hasta entonces en la histórica moderna y contemporánea, había sido sometida a tanta presión, crítica y peor aún, desconfianza.

Incluso, se puede afirmar, sin ambages, que las disfunciones que hoy vivimos en cuanto al sistemático asalto a los valores y prácticas de la democracia en varias sistemas políticos hoy día, se remontan a aquéllos años de extraordinaria energía social desencadenada por la desaparición del llamado “socialismo real” y una precipitada e inmadura interpretación de que también sus bases como la igualdad, la solidaridad, cooperación, entre otros, habían perdido su sentido. Alain Touraine, también de los primero en realizar una serie de planteamientos estructurales, derivados de la situación descrita, orientados a considerar lo que llamó en otro influyente libro como El mundo de las mujeres (2007, Planeta). Sin un auténtico y definitivo sacudimiento a las estructuras de dominación patriarcales y capitalistas, ninguno de los basamentos de la democracia tiene solidez, ni menos aún viabilidad.

En sus últimos años, Touraine, lejos de reducir su productividad y lucidez, nos dejó legados como Después de la crisis (2015) y El fin de las sociedades (2016, ambos publicados por el Fondo de Cultura Económica), en la dirección de desentrañar las propensiones autoritarias, así como cuestionarse a propósito del porque del desapego, repliegue o abierto desinterés de las sociedad en organizarse para participar y asumir, en el mejor de los casos, un papel de distante espectador, muy cercano a lo que se puede caracterizar como apatía por asuntos públicos. Desde luego, que se sugiere una relectura o lectura, de un pensador de amplia visión y experiencia, en donde el concepto sustancial y definitivo es: tolerancia. Y sobre éste hay que seguir trabajando, para reforzar las prácticas cívicas que generan a su vez, ciudadanía.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso

El pasado viernes, se dio a conocer el fallecimiento de uno de los más influyentes sociólogos, filósofos y ensayistas de las últimas décadas del siglo XX y las que va del presente. Formador incansable de alumnas y alumnos en varias partes del mundo, incluyendo México, Alaine Touraine, se caracterizó por ser una inteligencia que demostró que ésta. Solo tiene cabida en la disposición a reconocer la pluralidad, diversidad, derechos y por lo tanto, a establecer que las diferencias lejos de ser un factor disgregante, se trata de un vehículo fundamental para consolidar las bases de la convivencia y así, estar en condiciones de trabajar en las afinidades.

Esa tesis es ampliamente expuesta en una se sus obras más conocidas: ¿Podremos vivir juntos? (2006, Fondo de Cultura Económica), en donde en medio de la creciente ola de desconfianza y hasta de abiertos rechazos a las manifestaciones procedentes de otras culturas, religiones, costumbres y hábitos, por parte de las sociedades huéspedes –sobre todo las producidas por las migraciones forzadas, condujeron a Touraine a reflexionar en torno a las capacidades antropológicas e institucionales de la democracia para procesar dichas tensiones. Más aún, en el ambiente de crispación generado por los atentados terroristas en los Estados Unidos en septiembre de 2001, la democracia, como nunca hasta entonces en la histórica moderna y contemporánea, había sido sometida a tanta presión, crítica y peor aún, desconfianza.

Incluso, se puede afirmar, sin ambages, que las disfunciones que hoy vivimos en cuanto al sistemático asalto a los valores y prácticas de la democracia en varias sistemas políticos hoy día, se remontan a aquéllos años de extraordinaria energía social desencadenada por la desaparición del llamado “socialismo real” y una precipitada e inmadura interpretación de que también sus bases como la igualdad, la solidaridad, cooperación, entre otros, habían perdido su sentido. Alain Touraine, también de los primero en realizar una serie de planteamientos estructurales, derivados de la situación descrita, orientados a considerar lo que llamó en otro influyente libro como El mundo de las mujeres (2007, Planeta). Sin un auténtico y definitivo sacudimiento a las estructuras de dominación patriarcales y capitalistas, ninguno de los basamentos de la democracia tiene solidez, ni menos aún viabilidad.

En sus últimos años, Touraine, lejos de reducir su productividad y lucidez, nos dejó legados como Después de la crisis (2015) y El fin de las sociedades (2016, ambos publicados por el Fondo de Cultura Económica), en la dirección de desentrañar las propensiones autoritarias, así como cuestionarse a propósito del porque del desapego, repliegue o abierto desinterés de las sociedad en organizarse para participar y asumir, en el mejor de los casos, un papel de distante espectador, muy cercano a lo que se puede caracterizar como apatía por asuntos públicos. Desde luego, que se sugiere una relectura o lectura, de un pensador de amplia visión y experiencia, en donde el concepto sustancial y definitivo es: tolerancia. Y sobre éste hay que seguir trabajando, para reforzar las prácticas cívicas que generan a su vez, ciudadanía.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso