“La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera
de los hombres, sino inexorable decreto del destino”.
Bolívar
En el tres veces heroico Puerto de Veracruz, visitado por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador; el pasado 2 de diciembre el Primer Mandatario informó que durante la visita oficial que llevarán a cabo el Presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, y el Primer Ministro del Canadá, Justin Trudeau, a la Ciudad de México los días 7 y 8 de enero próximo, dentro de los diversos asuntos a tratar volverá a plantearles la Unidad de todos los países de América, proyecto para conformar una dinámica región económica cuya fortaleza política sea referente en la geopolítica mundial.
Ni duda cabe de que, en la actualidad, existen elementos geopolíticos que abonan a la integración hemisférica de América ante las tensiones bélicas y económicas que se han adueñado del “Viejo Continente”, territorio en el que se escala una solución militar indeseada, azuzada por intereses que dañan profundamente a los habitantes del continente europeo, y anclada por la anacrónica visión que de la región sostienen personajes rebasados por la fortaleza latinoamericana, como es el caso del impresentable Alto Representante de la Unión Europea, para Asuntos Exteriores, el español Josep Borrell y sus constantes desatinos verbales al referirse a la región.
La sociedad de la UE vive angustiada ante una incontrolada inflación económica, el temor de vivir un gélido invierno, una novena ola de la Covid-19, el resurgimiento de movimientos extremistas de derecha, un indeseado retroceso en acciones por mejorar el medio ambiente y la sombra de una guerra de larga duración con todo lo que ella conlleva.
En varios estados europeos las fragilidades de sus órganos de gobierno son fiel reflejo de las imparables tensiones sociales derivadas del cúmulo de incertidumbres imperantes en una región socioeconómica a la que ni el placebo de las celebraciones decembrinas logra tranquilizar.
Es evidente que la vocación pacifista de América Latina es una fortaleza en estos tiempos: el valor del Tratado de Tlatelolco es una garantía de nuestra determinación a luchar contra la proliferación de armas nucleares en nuestros países; y el último conflicto bélico, entre países del área, se remonta a la Guerra del Cenepa entre Perú y Ecuador en 1995, antagonismo resuelto por la diplomacia latinoamericana. Ante el adverso panorama que se registra en Europa y en determinadas regiones de Asia y África, esa característica subcontinental representa mayores garantías para el desarrollo y la inversión.
Dicho análisis, -participado por el Presidente López Obrador en su tradicional mañanera, en Veracruz-, servirá de sustento a la propuesta que a lo largo de cuatro años ha venido coordinando el tabasqueño y que ha compartido con los nuevos gobiernos de América del Sur, expresando su convicción de que es el momento de cumplir el más alto anhelo del libertador Simón Bolívar, que no es otro que el de hacernos converger en una Patria Grande que, a diferencia del siglo XIX, hoy por hoy, merced a la dinámica migratoria, permite plantear nuestra unidad a las potencias del Norte, es decir, a los Estados Unidos y a Canadá, pues esta integración resulta una irrefutable oportunidad de crear el más dinámico y pacífico bloque socioeconómico del planeta.
Reconocer junto a Bolívar que nuestro inexorable destino es la unidad de nuestros pueblos, es apostarle a un futuro digno fincado en justicia, desarrollo social y, sobre todo, en el porvenir de la paz entre los países del continente, convirtiéndonos así en un poderoso ejemplo para el resto del planeta.