/ miércoles 30 de noviembre de 2022

Christindelsmärik, feria medieval con sentido solidario

“El recuerdo, como una vela,

brilla más en navidad”.

Dickens


Este viernes 24 de noviembre a las 19.00 hrs. los habitantes y visitantes de Estrasburgo pudieron volver a reunirse en una de las romerías más entrañables de la historia de esta otrora Ciudad Imperial, la cual desde 1570 consagró una feria anual en honor al nacimiento de Jesucristo.

Tras dos años de suspensión forzada por la Covid-19 y a cuatro del terrible recuerdo del ataque terrorista perpetrado el 11 de diciembre de 2018 con el resultado de cinco muertos y decenas de heridos, los estrasburgueses vivieron extraordinarios momentos con el festival de luces que antecede el encendido del árbol de navidad: un pino de 27 metros de altura alumbrado con más de 60 mil focos de leds ecológicos que se alimentarán con la luz solar para animar la concentración que provocan los múltiples locales temporales que lo mismo albergan alimentos tradicionales de la región que artes populares ancestrales o modernos.

Todas las plazas de la Isla Grande, es decir, de la vieja Argentarum (primer nombre de la ciudad) se visten de fiesta y luces y en todas ellas miles de personas deambulan entre las diferentes “ferias” ubicadas en esos espacios abiertos, puntos de concentración de los antiguos pobladores de esta bimilenaria ciudad.

La recurrencia de la tradición es una enorme oportunidad para que cronistas e historiadores de este singular y relevante centro urbano recuperen para la sociedad fiestas y tradiciones cuyos orígenes se remontan a fines del siglo XVI, pero que a pesar de interminables guerras y disputas se han mantenido firmes en una sociedad orgullosa de su singularidad, misma que se demuestra en la trascendencia de su nombre: Christindelsmärik, ‘Mercado de Jesús Niño’ en alsaciano, lengua original de la región que está vigente entre los herederos de esta sociedad que forjó un espacio de libertades, integrador de razas y religiones a lo largo de su historia.

En sus orígenes, el mercado navideño comenzaba con la fiesta de San Andrés (noviembre 30) en la que todos los niños y adolescentes jugaban cartas, y quienes perdían tenían que adivinar el futuro de sus compañeros de juego; muchas de las hipótesis giraban en torno a noviazgos y matrimonios, conjeturas que eran motivo de risas y alegrías de las familias congregadas en torno a esos juegos infantiles.

Aquellas doncellas que deseaban que una predicción se cumpliera, acudían a siete fuentes públicas para beber un sorbo de agua helada para que San Andrés efectuara el milagro; y en los casos de los más pequeños, sus padres colocaban una cruz en sus corrales, graneros o negocios para que el santo les bendijera con un año venturoso para la familia.

Como desde el primer domingo de Adviento del año 1571, las familias acuden a los templos a bendecir la corona de pino y las cuatro velas que serán encendidas a lo largo de los cuatro domingos siguientes; de igual forma en cada tienda se coloca un adorno exterior con pino y elementos propios de la época invernal, a fin de atraer la bendición que para los comerciantes se traduce en clientela.

Parte fundamental de las festividades estriba en la elección y traslado de un pino monumental del cercano bosque de Los Vosgos, su encendido marcaba el inicio del mercado, cuya característica comunitaria radica en que durante épocas de hambrunas era en torno a esta actividad comercial que se repartían a la población la “sopa de estrellas” y el “vino caliente” tradicional bebida característica de esta feria navideña.

Hoy, en nuestro tiempo, el apoyo solidario se hace presente con los espacios destinados a las diversas organizaciones de apoyo humanitario que realizan labores en la ciudad y sus alrededores, en los cuales se reciben donaciones y se ofrecen productos cuyos beneficios se destinan al apoyo social; son “velas de esperanza” en una difícil época de inflación, empobrecimiento acelerado, exilios forzados por guerras y violencias, que están siendo atendidas por estas organizaciones y que, con tales acciones, honran la tradición dickeniana cuando el recuerdo medieval de las fiestas ilumina el espíritu solidario de la navidad.

“El recuerdo, como una vela,

brilla más en navidad”.

Dickens


Este viernes 24 de noviembre a las 19.00 hrs. los habitantes y visitantes de Estrasburgo pudieron volver a reunirse en una de las romerías más entrañables de la historia de esta otrora Ciudad Imperial, la cual desde 1570 consagró una feria anual en honor al nacimiento de Jesucristo.

Tras dos años de suspensión forzada por la Covid-19 y a cuatro del terrible recuerdo del ataque terrorista perpetrado el 11 de diciembre de 2018 con el resultado de cinco muertos y decenas de heridos, los estrasburgueses vivieron extraordinarios momentos con el festival de luces que antecede el encendido del árbol de navidad: un pino de 27 metros de altura alumbrado con más de 60 mil focos de leds ecológicos que se alimentarán con la luz solar para animar la concentración que provocan los múltiples locales temporales que lo mismo albergan alimentos tradicionales de la región que artes populares ancestrales o modernos.

Todas las plazas de la Isla Grande, es decir, de la vieja Argentarum (primer nombre de la ciudad) se visten de fiesta y luces y en todas ellas miles de personas deambulan entre las diferentes “ferias” ubicadas en esos espacios abiertos, puntos de concentración de los antiguos pobladores de esta bimilenaria ciudad.

La recurrencia de la tradición es una enorme oportunidad para que cronistas e historiadores de este singular y relevante centro urbano recuperen para la sociedad fiestas y tradiciones cuyos orígenes se remontan a fines del siglo XVI, pero que a pesar de interminables guerras y disputas se han mantenido firmes en una sociedad orgullosa de su singularidad, misma que se demuestra en la trascendencia de su nombre: Christindelsmärik, ‘Mercado de Jesús Niño’ en alsaciano, lengua original de la región que está vigente entre los herederos de esta sociedad que forjó un espacio de libertades, integrador de razas y religiones a lo largo de su historia.

En sus orígenes, el mercado navideño comenzaba con la fiesta de San Andrés (noviembre 30) en la que todos los niños y adolescentes jugaban cartas, y quienes perdían tenían que adivinar el futuro de sus compañeros de juego; muchas de las hipótesis giraban en torno a noviazgos y matrimonios, conjeturas que eran motivo de risas y alegrías de las familias congregadas en torno a esos juegos infantiles.

Aquellas doncellas que deseaban que una predicción se cumpliera, acudían a siete fuentes públicas para beber un sorbo de agua helada para que San Andrés efectuara el milagro; y en los casos de los más pequeños, sus padres colocaban una cruz en sus corrales, graneros o negocios para que el santo les bendijera con un año venturoso para la familia.

Como desde el primer domingo de Adviento del año 1571, las familias acuden a los templos a bendecir la corona de pino y las cuatro velas que serán encendidas a lo largo de los cuatro domingos siguientes; de igual forma en cada tienda se coloca un adorno exterior con pino y elementos propios de la época invernal, a fin de atraer la bendición que para los comerciantes se traduce en clientela.

Parte fundamental de las festividades estriba en la elección y traslado de un pino monumental del cercano bosque de Los Vosgos, su encendido marcaba el inicio del mercado, cuya característica comunitaria radica en que durante épocas de hambrunas era en torno a esta actividad comercial que se repartían a la población la “sopa de estrellas” y el “vino caliente” tradicional bebida característica de esta feria navideña.

Hoy, en nuestro tiempo, el apoyo solidario se hace presente con los espacios destinados a las diversas organizaciones de apoyo humanitario que realizan labores en la ciudad y sus alrededores, en los cuales se reciben donaciones y se ofrecen productos cuyos beneficios se destinan al apoyo social; son “velas de esperanza” en una difícil época de inflación, empobrecimiento acelerado, exilios forzados por guerras y violencias, que están siendo atendidas por estas organizaciones y que, con tales acciones, honran la tradición dickeniana cuando el recuerdo medieval de las fiestas ilumina el espíritu solidario de la navidad.

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