/ miércoles 23 de noviembre de 2022

La marcha de la cuarta transformación

“Las sociedades en declive no tienen

utilidad para los visionarios”.

Anaïs Nin


En respuesta a la petición de un importante número de voces ciudadanas que han participado activamente en la construcción del movimiento que llevó a Morena a obtener el triunfo en las urnas en 2018, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, aceptó la propuesta de encabezar una marcha popular en apoyo a la Cuarta Transformación que lidera.

Para no variar, la oposición mexicana ha denostado la congruencia del Mandatario Nacional abonando al discurso que desde hace dos décadas ha lanzado en contra del liderazgo que el político tabasqueño ha construido con constancia cotidiana, coherencia política y fortaleza ideológica.

Resultado de la miopía sociopolítica, los inocultables resentimientos expresada en los discursos de odio construidos por los opositores a la 4ta Transformación, sus “pensadores” no se han dado cuenta de que Andrés Manuel López Obrador no ha abandonado en ningún momento su compromiso de estar con el pueblo y gobernar para él, y que este principio lo ratifica día con día a través de esa rendición de cuentas, en ese maravilloso proceso pedagógico llamado“ la mañanera”, además de su presencia semanal en las giras de supervisión de políticas públicas y obras a lo largo y ancho del territorio nacional.

Escandalizarse de la convergencia presidencial con el partido-movimiento que le llevó a encabezar el gobierno y pretender calumniarlo por ello, es un despropósito que exhibe la pobreza argumentativa de sus denostadores.

Quienes coincidimos en el movimiento social que inició López Obrador desde el “Éxodo por la Democracia” ante el enésimo fraude cometido por el PRI en su natal Tabasco en 1991, reconocemos la entereza política de un hombre convencido de la urgencia de transformar de raíz, y con la participación activa de la gente, al régimen de corrupción, de simulación y de clasismo auspiciado por un neoliberalismo salvaje impulsado por las grandes potencias y adoptado por los “tecnócratas” subastadores de las riquezas nacionales.

A partir de ese momento, el dirigente tabasqueño asumirá como principio político el lema juarista de que “con el pueblo todo, sin el pueblo nada” y así en cada acción y cada estrategia su vinculación con los pobladores y los gremios populares será indisoluble a sus luchas políticas, será la fortaleza de sus causas públicas, y en ello estriba esa “revolución de las conciencias” que emprendió desde aquel episodio que le enfrentó con el “status quo” que, ante sus irrefutables avances, lo calumnia e intenta denigrarlo a la menor provocación, llegando al grado de la desvergüenza pública al pretender usurpar la defensa de la democracia cuando en realidad únicamente defienden los privilegios, componendas y corrupción que mantienen a través de organismos autónomos, como es el caso del INE.

La obcecación opositora a discutir iniciativas legislativas como las reformas eléctrica y electoral, son tan solo dos muestras de la exhibición de un enfermo antagonismo político que no contribuye a beneficiar al país, sino que defiende dogmas neoliberales que han demostrado su daño universal, y que tienen en este momento sumidos a diversos estados en una gravísima escalada bélica que prioriza el negocio de la guerra y la consecuente reconstrucción de los países devastados por sobre el supremo derecho del mantenimiento de la paz mundial como requisito indispensable para la recuperación económica después de la crisis provocada por la Covid-19.

La nula solvencia moral es el germen autoinoculado por la oposición mexicana, cuyo imparable declive se agudiza ante su evidente descomposición manifestada en cónclaves fascistas y en el odio expresado en cada frase, en cada descalificación emitida por un esperpéntico coro de voces huecas, sin propuestas y sin sentido visionario, tal y como atinadamente lo expresó la escritora francesa de origen cubano-español, cuya perspicacidad le permitió desnudar el dilema social de su tiempo.

“Las sociedades en declive no tienen

utilidad para los visionarios”.

Anaïs Nin


En respuesta a la petición de un importante número de voces ciudadanas que han participado activamente en la construcción del movimiento que llevó a Morena a obtener el triunfo en las urnas en 2018, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, aceptó la propuesta de encabezar una marcha popular en apoyo a la Cuarta Transformación que lidera.

Para no variar, la oposición mexicana ha denostado la congruencia del Mandatario Nacional abonando al discurso que desde hace dos décadas ha lanzado en contra del liderazgo que el político tabasqueño ha construido con constancia cotidiana, coherencia política y fortaleza ideológica.

Resultado de la miopía sociopolítica, los inocultables resentimientos expresada en los discursos de odio construidos por los opositores a la 4ta Transformación, sus “pensadores” no se han dado cuenta de que Andrés Manuel López Obrador no ha abandonado en ningún momento su compromiso de estar con el pueblo y gobernar para él, y que este principio lo ratifica día con día a través de esa rendición de cuentas, en ese maravilloso proceso pedagógico llamado“ la mañanera”, además de su presencia semanal en las giras de supervisión de políticas públicas y obras a lo largo y ancho del territorio nacional.

Escandalizarse de la convergencia presidencial con el partido-movimiento que le llevó a encabezar el gobierno y pretender calumniarlo por ello, es un despropósito que exhibe la pobreza argumentativa de sus denostadores.

Quienes coincidimos en el movimiento social que inició López Obrador desde el “Éxodo por la Democracia” ante el enésimo fraude cometido por el PRI en su natal Tabasco en 1991, reconocemos la entereza política de un hombre convencido de la urgencia de transformar de raíz, y con la participación activa de la gente, al régimen de corrupción, de simulación y de clasismo auspiciado por un neoliberalismo salvaje impulsado por las grandes potencias y adoptado por los “tecnócratas” subastadores de las riquezas nacionales.

A partir de ese momento, el dirigente tabasqueño asumirá como principio político el lema juarista de que “con el pueblo todo, sin el pueblo nada” y así en cada acción y cada estrategia su vinculación con los pobladores y los gremios populares será indisoluble a sus luchas políticas, será la fortaleza de sus causas públicas, y en ello estriba esa “revolución de las conciencias” que emprendió desde aquel episodio que le enfrentó con el “status quo” que, ante sus irrefutables avances, lo calumnia e intenta denigrarlo a la menor provocación, llegando al grado de la desvergüenza pública al pretender usurpar la defensa de la democracia cuando en realidad únicamente defienden los privilegios, componendas y corrupción que mantienen a través de organismos autónomos, como es el caso del INE.

La obcecación opositora a discutir iniciativas legislativas como las reformas eléctrica y electoral, son tan solo dos muestras de la exhibición de un enfermo antagonismo político que no contribuye a beneficiar al país, sino que defiende dogmas neoliberales que han demostrado su daño universal, y que tienen en este momento sumidos a diversos estados en una gravísima escalada bélica que prioriza el negocio de la guerra y la consecuente reconstrucción de los países devastados por sobre el supremo derecho del mantenimiento de la paz mundial como requisito indispensable para la recuperación económica después de la crisis provocada por la Covid-19.

La nula solvencia moral es el germen autoinoculado por la oposición mexicana, cuyo imparable declive se agudiza ante su evidente descomposición manifestada en cónclaves fascistas y en el odio expresado en cada frase, en cada descalificación emitida por un esperpéntico coro de voces huecas, sin propuestas y sin sentido visionario, tal y como atinadamente lo expresó la escritora francesa de origen cubano-español, cuya perspicacidad le permitió desnudar el dilema social de su tiempo.

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