/ miércoles 11 de octubre de 2017

Cataluña o Calunya

Todos son intereses en política. Claro que eso no debería extrañarse. Lo importante es saber diferenciarlos. Cuáles, verdaderamente, benefician a la sociedad y cuáles se benefician de ésta. Por ello, España, no es la excepción.

Azuzados por una supuesta inequidad económica, Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña y Jordi Puyol de CDC, han sabido guiarlos, en beneficio propio. No importa el costo, únicamente el proyecto personal.

Solo hay que imaginarse: Carles, el Presidente Fundador; Puigdemont I, Rey de Catalunya; Carles Puigdemont, el Padre de la Patria; Jordi, Presidente Nacional… y, otros. Suena bonito ¿no?

Pero, veamos, rapidísimo, algunos antecedentes.

España, como casi todos los países del mundo, en su origen, eran aldeas, pueblos, comunidades, aislados entre sí. A raíz, sobre todo de las necesidades, impulsadas por el crecimiento poblacional y de la consecuente guerra por los alimentos, la ampliación de los territorios y la ambición de los caudillos, se fueron conformando los países.

En este, Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV, dieron nacimiento a una nueva conglomeración social que unía a Aragón y Cataluña, en el siglo XII. Pero, no sería, hasta Franco (en los tiempos modernos), cuando se suprimirían todo tipo de libertades. A golpe de balas y mazmorras, España se consolidó y los provincialismos se fueron olvidando un poco.

Hasta la Constitución de 1978, como una especie de concesión, Cataluña recuperó autonomía y lengua.

Este territorio tiene cuatro provincias, 42 comarcas y, 948 municipios.

Pues bien. A raíz del referéndum del 1 de octubre, los españoles perdieron la relativa tranquilidad de la que gozaban.

A diferencia de México, en Europa, sobre todo donde Hitler tuvo influencia, el nacionalismo es tomado como una especie de fascismo. Y, sus razones han de tener. Para el caso que nos ocupa, tales inclinaciones, semisepultadas con el cadáver del “Caudillo por la Gracia de Dios”, vuelven a la vida. Pareciera contradictorio, pero es lo que ha ocasionado la posición de Puigdemont y corresponsables.

Pero, qué le espera a Cataluña, si se declarara la independencia.

De acuerdo a estudiosos de la materia, perdería, en primer término, las concesiones que tiene la Unión Europea para sus miembros. Para iniciar, dos: moneda, y libre tránsito por todo el continente. Pareciera algo sin mucha importancia. Pero, solo para dar algún ejemplo, del posible daño, empresas como CaixaBank, Agbar, Banco Sabadell, Oryzon y otras, ya migraron para instalarse en Madrid o en alguna otra ciudad como Segovia, para continuar con sus operaciones, “sin riesgos”.

Consecuente a lo anterior, la pasión, el frenesí, la violencia, el fanatismo, han hecho su aparición, para darle más dolor de cabeza a los íberos.

El pasado 8 de octubre, hicieron acto de presencia ambos derroteros. Por un lado, aquellos que quieren la independencia donde, por cierto, lo integraban un buen número de jóvenes. Por otro quienes, aun siendo catalanes, tienen muy acendrado el concepto de unidad española. A este, lo componían centristas, derechistas y ultraderechistas, tales como los remanentes del franquismo.

“Podemos” y “Ciudadanos”, Partidos Emergentes, ven en estas expresiones un gran caldo de cultivo para sus muy particulares fines.

El asunto de la separación legal se ve muy difícil, sobre todo porque, de darse, Cataluña estaría dando pauta para que el Reino Unido, Francia, y otros países del mundo, con problemas similares, siguieran el camino del no retorno.

Veremos.

jaimealcantara2005@hotmail.com

Todos son intereses en política. Claro que eso no debería extrañarse. Lo importante es saber diferenciarlos. Cuáles, verdaderamente, benefician a la sociedad y cuáles se benefician de ésta. Por ello, España, no es la excepción.

Azuzados por una supuesta inequidad económica, Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña y Jordi Puyol de CDC, han sabido guiarlos, en beneficio propio. No importa el costo, únicamente el proyecto personal.

Solo hay que imaginarse: Carles, el Presidente Fundador; Puigdemont I, Rey de Catalunya; Carles Puigdemont, el Padre de la Patria; Jordi, Presidente Nacional… y, otros. Suena bonito ¿no?

Pero, veamos, rapidísimo, algunos antecedentes.

España, como casi todos los países del mundo, en su origen, eran aldeas, pueblos, comunidades, aislados entre sí. A raíz, sobre todo de las necesidades, impulsadas por el crecimiento poblacional y de la consecuente guerra por los alimentos, la ampliación de los territorios y la ambición de los caudillos, se fueron conformando los países.

En este, Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV, dieron nacimiento a una nueva conglomeración social que unía a Aragón y Cataluña, en el siglo XII. Pero, no sería, hasta Franco (en los tiempos modernos), cuando se suprimirían todo tipo de libertades. A golpe de balas y mazmorras, España se consolidó y los provincialismos se fueron olvidando un poco.

Hasta la Constitución de 1978, como una especie de concesión, Cataluña recuperó autonomía y lengua.

Este territorio tiene cuatro provincias, 42 comarcas y, 948 municipios.

Pues bien. A raíz del referéndum del 1 de octubre, los españoles perdieron la relativa tranquilidad de la que gozaban.

A diferencia de México, en Europa, sobre todo donde Hitler tuvo influencia, el nacionalismo es tomado como una especie de fascismo. Y, sus razones han de tener. Para el caso que nos ocupa, tales inclinaciones, semisepultadas con el cadáver del “Caudillo por la Gracia de Dios”, vuelven a la vida. Pareciera contradictorio, pero es lo que ha ocasionado la posición de Puigdemont y corresponsables.

Pero, qué le espera a Cataluña, si se declarara la independencia.

De acuerdo a estudiosos de la materia, perdería, en primer término, las concesiones que tiene la Unión Europea para sus miembros. Para iniciar, dos: moneda, y libre tránsito por todo el continente. Pareciera algo sin mucha importancia. Pero, solo para dar algún ejemplo, del posible daño, empresas como CaixaBank, Agbar, Banco Sabadell, Oryzon y otras, ya migraron para instalarse en Madrid o en alguna otra ciudad como Segovia, para continuar con sus operaciones, “sin riesgos”.

Consecuente a lo anterior, la pasión, el frenesí, la violencia, el fanatismo, han hecho su aparición, para darle más dolor de cabeza a los íberos.

El pasado 8 de octubre, hicieron acto de presencia ambos derroteros. Por un lado, aquellos que quieren la independencia donde, por cierto, lo integraban un buen número de jóvenes. Por otro quienes, aun siendo catalanes, tienen muy acendrado el concepto de unidad española. A este, lo componían centristas, derechistas y ultraderechistas, tales como los remanentes del franquismo.

“Podemos” y “Ciudadanos”, Partidos Emergentes, ven en estas expresiones un gran caldo de cultivo para sus muy particulares fines.

El asunto de la separación legal se ve muy difícil, sobre todo porque, de darse, Cataluña estaría dando pauta para que el Reino Unido, Francia, y otros países del mundo, con problemas similares, siguieran el camino del no retorno.

Veremos.

jaimealcantara2005@hotmail.com

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