/ martes 5 de enero de 2021

Construir esperanza

Tener cualquier sentimiento o emoción es un estado en que podemos encontrarnos dependiendo de las circunstancias, muchas veces externas, que afectan para bien o para mal, nuestra vida cotidiana. Es decir, no dependen mucho de nosotros y sí de lo que suceda alrededor.

Construir las condiciones para que esos sentimientos estén presentes el mayor tiempo posible es un proceso que está bajo nuestro control, es un ejercicio personal, mental y de valores que se puede practicar todos los días. Es similar a un juguete para armar, un rompecabezas o una rutina de ejercicio, si lo hacemos poco a poco y persistimos en ello, terminamos con resultados que trascienden y se hacen una buena costumbre.

La diferencia está en que lo primero es un ejercicio de fe y lo segundo es un propósito concreto de construir para enfrentar de la mejor manera la adversidad. El año que se acaba de ir ha sido uno particularmente difícil, que nos ha puesto a prueba a todas y a todos, muchos en este momento con pérdidas múltiples o cuidando a un enfermo que se debate entre la vida y la muerte por una enfermedad que todavía no controlamos y cuya evolución no se detiene solo porque ya encontramos vacunas para tratarla.

Esto se explica porque somos un planeta con organismos en constante evolución, nos guste o no. Ya sea un virus o un país, poco se detiene y casi todo sigue adelante, a pesar de nuestras creencias, por muy optimistas que éstas sean. Si existe alguna diferencia entre nosotros y otras especies, ésta se puede resumir en dos factores: voluntad y compromiso.

Nuestra fuerza para innovar, adaptarnos, crecer, mejorar, reside en la decisión consciente de continuar hacia una dirección que creemos mejor para la mayoría. Esa perseverancia está alimentada por la voluntad de conseguir metas y objetivos a lo largo del tiempo. Sin voluntad no es posible llegar muy lejos y, como decía Albert Einstein, es la fuerza más poderosa que conoce la humanidad y está en sí misma.

Pero la voluntad no alcanza si no hay un compromiso de hacer realidad lo que nos proponemos. Y comprometerse no es fácil. Desde nuestras relaciones personas, hasta nuestros propósitos de final de año, decir siempre es más fácil que hacer, porque materializar implica esfuerzo, tenacidad, sacrificio y horas de práctica, lo que conlleva errores y comienzos de cero.

Sería más sencillo esperar a que todo ocurriera y desear que el destino se encargara de las partes más engorrosas que tiene lograr lo que deseamos. Todas y todos los atletas de alto rendimiento pueden confirmar que pasan años de trabajo para dominar sus deportes, únicamente para volcar ese esfuerzo en competencias que duran una fracción del tiempo invertido.

Así que nuestro foco debe estar en construir y menos en desear o en prometer. Para hacerlo necesitamos responder una pregunta simple, pero muy poderosa: ¿Qué me hace falta para conseguir lo que deseo para vivir mejor? A partir de ahí podemos elaborar una lista similar a la de los propósitos que hicimos hace apenas unos días y darles seguimiento por etapas, con un plan de objetivos a alcanzar para cada una, y una evaluación sobre cómo avanzamos, porque lo que no se puede medir, no se puede mejorar, es un principio.

Y los principios siempre son algo nuevo. Este 2021 es uno, con la diferencia de que nuestro objetivo primordial debe ser mantenernos sanos, a partir de ahí podemos construir todo lo demás que nos ayudaría a que las pérdidas del año anterior se reduzcan y los beneficios perduren a futuro.

La fe puede unirse con la voluntad y el compromiso, también con la ciencia como lo vimos con mujeres y hombres que contrarreloj hallaron soluciones en menos de un año para una pandemia histórica y nunca antes vista. Podemos dialogar por horas sobre si esto es inspiración, mezclada con dedicación, lo importante es que sucede porque se quiere y esa es la prueba de que la voluntad y el compromiso son cualidades valiosas para sobrevivir.

Vienen meses complicados, no tengamos duda, por lo que necesitamos construir juntos esas condiciones que prevengan la siguiente crisis de salud, del clima y de los otros tipos a los que, tristemente, nos hemos acostumbrados. Resistir la tragedia es útil, pero no sirve mucho si ésta se repite.

Hoy tenemos una nueva oportunidad, usémosla de manera inteligente, con planes y proyectos claros, personales, familiares o comunitarios, no importa. Los únicos requisitos son la voluntad y el compromiso para construir, con firmeza e inteligencia, aquello que nos proteja, nos haga vivir en paz y en tranquilidad. Si lo vemos así, entonces podría ser nuestra hora, la de las y los ciudadanos que vuelven a cambiar la época en la que viven, antes de que un virus u otra amenaza lo haga por nosotros. Felicidades.

Tener cualquier sentimiento o emoción es un estado en que podemos encontrarnos dependiendo de las circunstancias, muchas veces externas, que afectan para bien o para mal, nuestra vida cotidiana. Es decir, no dependen mucho de nosotros y sí de lo que suceda alrededor.

Construir las condiciones para que esos sentimientos estén presentes el mayor tiempo posible es un proceso que está bajo nuestro control, es un ejercicio personal, mental y de valores que se puede practicar todos los días. Es similar a un juguete para armar, un rompecabezas o una rutina de ejercicio, si lo hacemos poco a poco y persistimos en ello, terminamos con resultados que trascienden y se hacen una buena costumbre.

La diferencia está en que lo primero es un ejercicio de fe y lo segundo es un propósito concreto de construir para enfrentar de la mejor manera la adversidad. El año que se acaba de ir ha sido uno particularmente difícil, que nos ha puesto a prueba a todas y a todos, muchos en este momento con pérdidas múltiples o cuidando a un enfermo que se debate entre la vida y la muerte por una enfermedad que todavía no controlamos y cuya evolución no se detiene solo porque ya encontramos vacunas para tratarla.

Esto se explica porque somos un planeta con organismos en constante evolución, nos guste o no. Ya sea un virus o un país, poco se detiene y casi todo sigue adelante, a pesar de nuestras creencias, por muy optimistas que éstas sean. Si existe alguna diferencia entre nosotros y otras especies, ésta se puede resumir en dos factores: voluntad y compromiso.

Nuestra fuerza para innovar, adaptarnos, crecer, mejorar, reside en la decisión consciente de continuar hacia una dirección que creemos mejor para la mayoría. Esa perseverancia está alimentada por la voluntad de conseguir metas y objetivos a lo largo del tiempo. Sin voluntad no es posible llegar muy lejos y, como decía Albert Einstein, es la fuerza más poderosa que conoce la humanidad y está en sí misma.

Pero la voluntad no alcanza si no hay un compromiso de hacer realidad lo que nos proponemos. Y comprometerse no es fácil. Desde nuestras relaciones personas, hasta nuestros propósitos de final de año, decir siempre es más fácil que hacer, porque materializar implica esfuerzo, tenacidad, sacrificio y horas de práctica, lo que conlleva errores y comienzos de cero.

Sería más sencillo esperar a que todo ocurriera y desear que el destino se encargara de las partes más engorrosas que tiene lograr lo que deseamos. Todas y todos los atletas de alto rendimiento pueden confirmar que pasan años de trabajo para dominar sus deportes, únicamente para volcar ese esfuerzo en competencias que duran una fracción del tiempo invertido.

Así que nuestro foco debe estar en construir y menos en desear o en prometer. Para hacerlo necesitamos responder una pregunta simple, pero muy poderosa: ¿Qué me hace falta para conseguir lo que deseo para vivir mejor? A partir de ahí podemos elaborar una lista similar a la de los propósitos que hicimos hace apenas unos días y darles seguimiento por etapas, con un plan de objetivos a alcanzar para cada una, y una evaluación sobre cómo avanzamos, porque lo que no se puede medir, no se puede mejorar, es un principio.

Y los principios siempre son algo nuevo. Este 2021 es uno, con la diferencia de que nuestro objetivo primordial debe ser mantenernos sanos, a partir de ahí podemos construir todo lo demás que nos ayudaría a que las pérdidas del año anterior se reduzcan y los beneficios perduren a futuro.

La fe puede unirse con la voluntad y el compromiso, también con la ciencia como lo vimos con mujeres y hombres que contrarreloj hallaron soluciones en menos de un año para una pandemia histórica y nunca antes vista. Podemos dialogar por horas sobre si esto es inspiración, mezclada con dedicación, lo importante es que sucede porque se quiere y esa es la prueba de que la voluntad y el compromiso son cualidades valiosas para sobrevivir.

Vienen meses complicados, no tengamos duda, por lo que necesitamos construir juntos esas condiciones que prevengan la siguiente crisis de salud, del clima y de los otros tipos a los que, tristemente, nos hemos acostumbrados. Resistir la tragedia es útil, pero no sirve mucho si ésta se repite.

Hoy tenemos una nueva oportunidad, usémosla de manera inteligente, con planes y proyectos claros, personales, familiares o comunitarios, no importa. Los únicos requisitos son la voluntad y el compromiso para construir, con firmeza e inteligencia, aquello que nos proteja, nos haga vivir en paz y en tranquilidad. Si lo vemos así, entonces podría ser nuestra hora, la de las y los ciudadanos que vuelven a cambiar la época en la que viven, antes de que un virus u otra amenaza lo haga por nosotros. Felicidades.

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