/ martes 28 de diciembre de 2021

Construir juntos la paz y la tranquilidad

Encontrar los caminos para llegar a un entorno de paz y tranquilidad es la principal tarea que tenemos como una sola sociedad para responder a la gran preocupación que todas y todos tenemos acerca de la seguridad.

Actuar de manera corresponsable, simplemente haciendo lo que nos toca, para denunciar, colaborar con las autoridades, mantener una buena comunicación vecinal y coordinarnos para prevenir cualquier afectación a nuestra calidad de vida son el comienzo de una solución en conjunto.

Cada delito tiene una lógica porque responde a una actividad ilegal que deja ganancias suficientes para correr el riesgo de violar la ley y convertir a otra persona en víctima. Por supuesto que existen crímenes que responden a motivos distintos al dinero fácil, pero los que más nos ocupan diariamente son de naturaleza económica.

La corrupción y la impunidad alimentaron durante muchos años el desarrollo del crimen en diferentes niveles y con objetivos variados, convirtiéndolo en una industria paralela, próspera, aunque a costa de la calidad de vida del resto.

Los esfuerzos por arrebatarle a la delincuencia a su base de recursos humanos que son los jóvenes han permitido que, poco a poco, muchos delitos registren una disminución, en tanto que otros presentan una contención. Atender las causas que provocan el ingreso al crimen es la única manera de enfocar a la sociedad hacia la paz.

Mientras no tenga suficiente mano de obra, cualquier industria, legal o no, tiende a debilitarse y posiblemente a desaparecer. El crimen ha podido romantizar sus actividades bajo la promesa de beneficios instantáneos, al mismo tiempo que representar una salida de la pobreza y de la falta de oportunidades en varias regiones del país.

Enfocarse en recuperar espacios públicos en zonas de alta incidencia delictiva, implementar programas sociales dirigidos a segmentos vulnerables de la población e impulsar que muchas y muchos jóvenes se queden en la escuela, empieza a impactar en las comunidades que antes podían considerarse áreas de reclutamiento de bandas criminales.

Al mismo tiempo, la presencia de la Guardia Nacional y el fortalecimiento de policías estatales y municipales en capacitación, adiestramiento y uso de tecnología, cerrarán una pinza que estaba demasiado abierta en lo que toca a la prevención, persecución y consignación de presuntos responsables.

Sin embargo, la participación de todos es crucial para que cualquier actividad lesiva sea rechazada y denunciada de inmediato. Una comunidad fuerte es aquella que tiene reglas claras y protege a sus integrantes de los riesgos, lo que requiere estar informado de lo que ocurre alrededor y saber cómo actuar en caso de un hecho irregular.

Cuando hablamos del “elemento sorpresa” que aprovecha el crimen, olvidamos que una parte importante de su eficacia reside en nuestra falta de cuidado y de atención, sobre todo hacia lo que les sucede a los demás.

El delincuente promedio sabe que entre más dividido esté un grupo de personas, más sencillo será cometer uno o varios crímenes. Es cuando estamos bien organizados que deben buscar otro sitio o incluso cambiar de delito, ya que el riesgo de ser denunciado y aprehendido aumenta.

Como cualquier organización legal, el crimen tiene diferentes niveles y en los iniciales se aprende a calcular estos riesgos y aprender cómo evitarlos para progresar en la escalera delincuencial. No es tan sencillo, pero tener sistemas de distribución de mercancías, complicidades con malas autoridades y zonas en las que pueden actuar sin ser molestados, refuerzan la idea de que pueden hacer una carrera criminal.

La convicción de las y los ciudadanos es contraria y nuestro deseo es que los delitos no ocurran, por eso debemos aprender a prevenirlos a través de aprender su funcionamiento para evitar ser víctimas; lo mismo que a denunciar y no quedarnos callados ante cualquier violación de nuestra tranquilidad o abuso por parte de quien solo busca alterar nuestro buen y bien vivir.

Construir puentes de confianza entre autoridades y ciudadanos para colaborar en el objetivo común de obtener paz y tranquilidad en el país debe ser el objetivo que nos mueva y que se fundamente en una cooperación sólida que resulte en un tejido social fuerte, articulado, que defienda principios y valores que ya compartimos, pero que hemos aparentemente olvidado y, en algunos casos, sustituido por el espejismo de la riqueza fácil que vende el crimen.

Aprovecho la oportunidad de este gran espacio que tengo el privilegio de compartir con los lectores de El Sol de México para informar que recientemente fui nombrado por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y por la Secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, como nuevo Comisionado del Servicio de Protección Federal, distinción que agradezco y en la que podré todo mi empeño para que, juntos, logremos esa paz y tranquilidad que merecemos para nuestras familias y para nosotros.


Encontrar los caminos para llegar a un entorno de paz y tranquilidad es la principal tarea que tenemos como una sola sociedad para responder a la gran preocupación que todas y todos tenemos acerca de la seguridad.

Actuar de manera corresponsable, simplemente haciendo lo que nos toca, para denunciar, colaborar con las autoridades, mantener una buena comunicación vecinal y coordinarnos para prevenir cualquier afectación a nuestra calidad de vida son el comienzo de una solución en conjunto.

Cada delito tiene una lógica porque responde a una actividad ilegal que deja ganancias suficientes para correr el riesgo de violar la ley y convertir a otra persona en víctima. Por supuesto que existen crímenes que responden a motivos distintos al dinero fácil, pero los que más nos ocupan diariamente son de naturaleza económica.

La corrupción y la impunidad alimentaron durante muchos años el desarrollo del crimen en diferentes niveles y con objetivos variados, convirtiéndolo en una industria paralela, próspera, aunque a costa de la calidad de vida del resto.

Los esfuerzos por arrebatarle a la delincuencia a su base de recursos humanos que son los jóvenes han permitido que, poco a poco, muchos delitos registren una disminución, en tanto que otros presentan una contención. Atender las causas que provocan el ingreso al crimen es la única manera de enfocar a la sociedad hacia la paz.

Mientras no tenga suficiente mano de obra, cualquier industria, legal o no, tiende a debilitarse y posiblemente a desaparecer. El crimen ha podido romantizar sus actividades bajo la promesa de beneficios instantáneos, al mismo tiempo que representar una salida de la pobreza y de la falta de oportunidades en varias regiones del país.

Enfocarse en recuperar espacios públicos en zonas de alta incidencia delictiva, implementar programas sociales dirigidos a segmentos vulnerables de la población e impulsar que muchas y muchos jóvenes se queden en la escuela, empieza a impactar en las comunidades que antes podían considerarse áreas de reclutamiento de bandas criminales.

Al mismo tiempo, la presencia de la Guardia Nacional y el fortalecimiento de policías estatales y municipales en capacitación, adiestramiento y uso de tecnología, cerrarán una pinza que estaba demasiado abierta en lo que toca a la prevención, persecución y consignación de presuntos responsables.

Sin embargo, la participación de todos es crucial para que cualquier actividad lesiva sea rechazada y denunciada de inmediato. Una comunidad fuerte es aquella que tiene reglas claras y protege a sus integrantes de los riesgos, lo que requiere estar informado de lo que ocurre alrededor y saber cómo actuar en caso de un hecho irregular.

Cuando hablamos del “elemento sorpresa” que aprovecha el crimen, olvidamos que una parte importante de su eficacia reside en nuestra falta de cuidado y de atención, sobre todo hacia lo que les sucede a los demás.

El delincuente promedio sabe que entre más dividido esté un grupo de personas, más sencillo será cometer uno o varios crímenes. Es cuando estamos bien organizados que deben buscar otro sitio o incluso cambiar de delito, ya que el riesgo de ser denunciado y aprehendido aumenta.

Como cualquier organización legal, el crimen tiene diferentes niveles y en los iniciales se aprende a calcular estos riesgos y aprender cómo evitarlos para progresar en la escalera delincuencial. No es tan sencillo, pero tener sistemas de distribución de mercancías, complicidades con malas autoridades y zonas en las que pueden actuar sin ser molestados, refuerzan la idea de que pueden hacer una carrera criminal.

La convicción de las y los ciudadanos es contraria y nuestro deseo es que los delitos no ocurran, por eso debemos aprender a prevenirlos a través de aprender su funcionamiento para evitar ser víctimas; lo mismo que a denunciar y no quedarnos callados ante cualquier violación de nuestra tranquilidad o abuso por parte de quien solo busca alterar nuestro buen y bien vivir.

Construir puentes de confianza entre autoridades y ciudadanos para colaborar en el objetivo común de obtener paz y tranquilidad en el país debe ser el objetivo que nos mueva y que se fundamente en una cooperación sólida que resulte en un tejido social fuerte, articulado, que defienda principios y valores que ya compartimos, pero que hemos aparentemente olvidado y, en algunos casos, sustituido por el espejismo de la riqueza fácil que vende el crimen.

Aprovecho la oportunidad de este gran espacio que tengo el privilegio de compartir con los lectores de El Sol de México para informar que recientemente fui nombrado por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y por la Secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, como nuevo Comisionado del Servicio de Protección Federal, distinción que agradezco y en la que podré todo mi empeño para que, juntos, logremos esa paz y tranquilidad que merecemos para nuestras familias y para nosotros.


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