/ lunes 17 de abril de 2023

Crimen de México en Centroamérica

La semana pasada, el Instituto Interamericano para la Democracia tuvo la gentileza de invitarme a un foro para hablar sobre la presencia de grupos delictivos de México en Centroamérica. Retomo algunas cosas que me parecen relevantes seguir conversando.

La migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica no es un fenómeno nuevo. Desde hace 14 años, por lo menos, se ha dado esta dinámica, como resultado del combate al crimen organizado en México desde diciembre de 2006.

Desde entonces a la fecha, el submundo criminal en México ha tenido diversos cambios cualitativos. Uno de los principales ha sido la fragmentación del submundo criminal, como consecuencia de la desastrosa “kingpin strategy” –que consistía en el decapitamiento de las organizaciones delictivas. Algunas estimaciones sugieren que el número de grupos delictivos creció en un 900% desde 2008, con alrededor de 300 a 400 grupos delictivos operando en México.

Lo anterior adquiere sentido porque no se puede entender la migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica, sin la fragmentación del submundo criminal en México. ¿Por qué han migrado estos grupos delictivos a Centroamérica? Todo dependerá de cómo queramos aproximarnos a este problema, ya sea como un tema de contrainsurgencia o de antimafia. Me enfoco en la segunda opción.

El trabajo de académicos como Federico Varese ha sido útil para analizar la migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica. De entrada, es necesario desmitificar la idea de que los grupos delictivos se mueven fácilmente entre países y se arraigan rápidamente. En cambio, los grupos delictivos a menudo se alejan de sus territorios de origen porque se ven obligados a hacerlo ante el embate gubernamental, y no se reubican por razones estratégicas –por ejemplo, para “conquistar” un territorio. Dicho de otro modo, la migración de estos grupos criminales es un signo de debilidad, más que de fortaleza o expansión.

Relacionado con lo anterior, el éxito de la migración de estos grupos delictivos depende de la presencia de otras organizaciones criminales que puedan ser competidores potenciales en el territorio receptor. Otros factores que favorecen esta migración criminal son: el tamaño de los mercados ilícitos, la capacidad institucional del gobierno, la existencia de economías ilícitas basadas en recursos naturales o el auge de las bienes raíces.

Una vez dada la migración criminal, es frecuente que Cárteles como Sinaloa o Jalisco Nueva Generación se vean en la necesidad de realizar alianzas con grupos criminales locales que, a su vez, replican tácticas violentas y adquieren vida propia eventualmente.

¿Qué hacer al respecto? De nuevo, todo dependerá de cómo nos aproximemos a este problema, ya sea como un tema de contrainsurgencia o de antimafia. Sin duda, hasta cierto punto será imprescindible hacer uso de las fuerzas armadas, principalmente por el grado de penetración de los grupos delictivos. Pero este enfoque militar será insuficiente.

En cambio, ver al crimen organizado en Latinoamérica como un fenómeno mafioso, hará que pongamos atención en la construcción de instituciones de seguridad civiles –en estricto apego a los derechos humanos– y al mejoramiento del sistema de procuración e impartición de justicia. Sólo así se podrá desarticular definitivamente al crimen organizado en sus dimensiones políticas y económicas.

Discanto: Porque abrazamos y dejamos ir todo lo bien amado. Gracias por tanto.

Consultor


La semana pasada, el Instituto Interamericano para la Democracia tuvo la gentileza de invitarme a un foro para hablar sobre la presencia de grupos delictivos de México en Centroamérica. Retomo algunas cosas que me parecen relevantes seguir conversando.

La migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica no es un fenómeno nuevo. Desde hace 14 años, por lo menos, se ha dado esta dinámica, como resultado del combate al crimen organizado en México desde diciembre de 2006.

Desde entonces a la fecha, el submundo criminal en México ha tenido diversos cambios cualitativos. Uno de los principales ha sido la fragmentación del submundo criminal, como consecuencia de la desastrosa “kingpin strategy” –que consistía en el decapitamiento de las organizaciones delictivas. Algunas estimaciones sugieren que el número de grupos delictivos creció en un 900% desde 2008, con alrededor de 300 a 400 grupos delictivos operando en México.

Lo anterior adquiere sentido porque no se puede entender la migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica, sin la fragmentación del submundo criminal en México. ¿Por qué han migrado estos grupos delictivos a Centroamérica? Todo dependerá de cómo queramos aproximarnos a este problema, ya sea como un tema de contrainsurgencia o de antimafia. Me enfoco en la segunda opción.

El trabajo de académicos como Federico Varese ha sido útil para analizar la migración de grupos delictivos mexicanos a Centroamérica. De entrada, es necesario desmitificar la idea de que los grupos delictivos se mueven fácilmente entre países y se arraigan rápidamente. En cambio, los grupos delictivos a menudo se alejan de sus territorios de origen porque se ven obligados a hacerlo ante el embate gubernamental, y no se reubican por razones estratégicas –por ejemplo, para “conquistar” un territorio. Dicho de otro modo, la migración de estos grupos criminales es un signo de debilidad, más que de fortaleza o expansión.

Relacionado con lo anterior, el éxito de la migración de estos grupos delictivos depende de la presencia de otras organizaciones criminales que puedan ser competidores potenciales en el territorio receptor. Otros factores que favorecen esta migración criminal son: el tamaño de los mercados ilícitos, la capacidad institucional del gobierno, la existencia de economías ilícitas basadas en recursos naturales o el auge de las bienes raíces.

Una vez dada la migración criminal, es frecuente que Cárteles como Sinaloa o Jalisco Nueva Generación se vean en la necesidad de realizar alianzas con grupos criminales locales que, a su vez, replican tácticas violentas y adquieren vida propia eventualmente.

¿Qué hacer al respecto? De nuevo, todo dependerá de cómo nos aproximemos a este problema, ya sea como un tema de contrainsurgencia o de antimafia. Sin duda, hasta cierto punto será imprescindible hacer uso de las fuerzas armadas, principalmente por el grado de penetración de los grupos delictivos. Pero este enfoque militar será insuficiente.

En cambio, ver al crimen organizado en Latinoamérica como un fenómeno mafioso, hará que pongamos atención en la construcción de instituciones de seguridad civiles –en estricto apego a los derechos humanos– y al mejoramiento del sistema de procuración e impartición de justicia. Sólo así se podrá desarticular definitivamente al crimen organizado en sus dimensiones políticas y económicas.

Discanto: Porque abrazamos y dejamos ir todo lo bien amado. Gracias por tanto.

Consultor