/ viernes 2 de febrero de 2024

Cuando las armas sustituyen los juguetes

Por: Diana Ramos Osornio

La construcción de paz en el país está pasando por grandes desafíos. Hace unos días, en el estado de Guerrero, concretamente en la localidad de Ayahualtempa, se dio a conocer por medios tradicionales y redes sociales que niños y niñas fueron integrados a los grupos de autodefensas, o también conocido como Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Pueblos Fundadores (CRAC-PF) según Animal Político. En algunas imágenes, aparecen con fusiles y con rostros cubiertos.

Esto no sería la primera vez que se presentan infantes con armas por parte de CRAC-PF, en el 2020 en Alcozacán en el municipio de Chilapa se mostró como menores de edad ya eran parte de las autodefensas realizando entrenamiento (El Universal).

La participación de los infantes en grupos de autodefensas en Guerrero no sólo es un síntoma de la intranquilidad y desesperación que viven cada día en la región, esto tendrá impactos preocupantes en el desarrollo de la educación y en la normalización de la violencia infantil. Por un lado, debido a limitado o nulo acceso a la formación en sus estudios, se verá afectada en su crecimiento intelectual y social, perpetuando la falta de oportunidades en la vida adulta. Por otro lado, cuando la sociedad ve viable la imagen de los niños y niñas como una respuesta válida hacia los problemas de violencia en su comunidad, menguan los esfuerzos para fomentar una cultura de paz. La generación de infantes que toma las armas verá la agresión como una herramienta normal y aceptable.

Los derechos fundamentales de los niños y niñas están siendo vulnerados, ya que poseen el derecho inherente a ser resguardados de la participación en situaciones de violencia y conflicto armado. Además, la participación en actividades armadas puede tener consecuencias graves en la salud mental de los menores. Es imperativo que las instancias pertinentes aborden esta problemática de manera urgente para garantizar el bienestar y la protección de la infancia. Es crucial que las autoridades gubernamentales, instituciones y la sociedad en su conjunto reconozcan la gravedad de esta situación y trabajen de manera colaborativa para abordar las causas subyacentes de este fenómeno con herramientas de construcción de paz.

Por: Diana Ramos Osornio

La construcción de paz en el país está pasando por grandes desafíos. Hace unos días, en el estado de Guerrero, concretamente en la localidad de Ayahualtempa, se dio a conocer por medios tradicionales y redes sociales que niños y niñas fueron integrados a los grupos de autodefensas, o también conocido como Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Pueblos Fundadores (CRAC-PF) según Animal Político. En algunas imágenes, aparecen con fusiles y con rostros cubiertos.

Esto no sería la primera vez que se presentan infantes con armas por parte de CRAC-PF, en el 2020 en Alcozacán en el municipio de Chilapa se mostró como menores de edad ya eran parte de las autodefensas realizando entrenamiento (El Universal).

La participación de los infantes en grupos de autodefensas en Guerrero no sólo es un síntoma de la intranquilidad y desesperación que viven cada día en la región, esto tendrá impactos preocupantes en el desarrollo de la educación y en la normalización de la violencia infantil. Por un lado, debido a limitado o nulo acceso a la formación en sus estudios, se verá afectada en su crecimiento intelectual y social, perpetuando la falta de oportunidades en la vida adulta. Por otro lado, cuando la sociedad ve viable la imagen de los niños y niñas como una respuesta válida hacia los problemas de violencia en su comunidad, menguan los esfuerzos para fomentar una cultura de paz. La generación de infantes que toma las armas verá la agresión como una herramienta normal y aceptable.

Los derechos fundamentales de los niños y niñas están siendo vulnerados, ya que poseen el derecho inherente a ser resguardados de la participación en situaciones de violencia y conflicto armado. Además, la participación en actividades armadas puede tener consecuencias graves en la salud mental de los menores. Es imperativo que las instancias pertinentes aborden esta problemática de manera urgente para garantizar el bienestar y la protección de la infancia. Es crucial que las autoridades gubernamentales, instituciones y la sociedad en su conjunto reconozcan la gravedad de esta situación y trabajen de manera colaborativa para abordar las causas subyacentes de este fenómeno con herramientas de construcción de paz.