/ sábado 9 de mayo de 2020

Día uno después de la pandemia

“Nadie es tan valiente que no se ve perturbado por algo inesperado.”

Julio César


En 1940, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo, el primer ministro británico Winston Churchill, acompañado por su puro y su vaso de whisky, ya empezaba a imaginar cómo sería la reconstrucción económica de su país, sin descuidar lo inmediato: las operaciones militares para derrotar a Hitler.

Este ejemplo encarna a la perfección aquella frase atribuida a grandes mentes como George Bernard Shaw, Otto von Bismarck, James Freeman Clarke y el propio Churchill: “El político piensa en la próxima elección; el estadista en la próxima generación”.

Así, hoy el llamado que impera en nuestro país, es para que el Presidente de la República deje de ser lo que siempre ha sido, un político, y se convierta en estadista.

Sabemos que el peor momento de la pandemia por el coronavirus aún está por llegar y que las medidas de aislamiento y distanciamiento social son sumamente importantes para mitigar el golpe.

Pero, independientemente de cuánto más vaya a durar el encierro, es necesario empezar a construir los planes para la rehabilitación económica de México para que, en el momento en que las condiciones de salubridad lo permitan, el aparato esté listo para ponerse a trabajar de inmediato.

Es cierto, la reactivación tiene que darse de manera gradual y selectiva. Sin embargo, no es necesario elegir entre salud y economía si procedemos con cautela y responsabilidad.

Por un lado, tenemos que comenzar a trabajar de manera local. Hay que buscar la forma de apoyar a las pequeñas empresas y a los comerciantes que han perdido sus negocios con capital semilla para que se levanten y logren rehacer los empleos que se han perdido en esta emergencia mundial.

Los municipios y las alcaldías tienen que empezar a revisar, desde el confinamiento, cuáles son los trámites que pueden ir agilizando para que sectores como el de la construcción, que beneficia a una amplia parte de la población, se reactiven tan pronto como sea posible.

Es urgente apoyar al campo, invertir en un proyecto de independencia agrícola y aprovechar las condiciones geopolíticas de México.

Estados Unidos está desesperado por reabrir su economía y crecer rápidamente. Si actuamos con inteligencia podemos engancharnos a esa necesidad y aprovecharla como un motor de desarrollo.

Es cuestión de alinear el enorme potencial financiero de nuestros vecinos con nuestra capacidad manufacturera. En esta coyuntura, se abre la posibilidad de detonar nuestras industrias y ayudar a millones de familias mexicanas que están sumidas en la angustia.

Para lograr esto es necesario que todos los sectores se involucren. Que el gobierno entienda que, si bien ya no vivimos en un contexto de grandes empresas de Estado, el primer mandatario debe convertirse en el pivote de ese desarrollo porque, de lo contrario, será más difícil y nos tomará mucho más tiempo salir adelante.

Estamos en una crisis global. La palabra “crisis” viene del griego κρισις (krisis) y significa “separar” o “decidir”. Por lo tanto, “crisis” es rompimiento y es análisis.

Es un punto crucial y decisivo. Sin embargo, no hay crisis permanente: o se agrava y el pueblo o nación que se rompe es aniquilado, o aprovecha la oportunidad que ofrece el riesgo y resurge con más fuerza

Lo inesperado puede ser perturbador, pero también puede ser fuente de provecho.

“Nadie es tan valiente que no se ve perturbado por algo inesperado.”

Julio César


En 1940, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en pleno apogeo, el primer ministro británico Winston Churchill, acompañado por su puro y su vaso de whisky, ya empezaba a imaginar cómo sería la reconstrucción económica de su país, sin descuidar lo inmediato: las operaciones militares para derrotar a Hitler.

Este ejemplo encarna a la perfección aquella frase atribuida a grandes mentes como George Bernard Shaw, Otto von Bismarck, James Freeman Clarke y el propio Churchill: “El político piensa en la próxima elección; el estadista en la próxima generación”.

Así, hoy el llamado que impera en nuestro país, es para que el Presidente de la República deje de ser lo que siempre ha sido, un político, y se convierta en estadista.

Sabemos que el peor momento de la pandemia por el coronavirus aún está por llegar y que las medidas de aislamiento y distanciamiento social son sumamente importantes para mitigar el golpe.

Pero, independientemente de cuánto más vaya a durar el encierro, es necesario empezar a construir los planes para la rehabilitación económica de México para que, en el momento en que las condiciones de salubridad lo permitan, el aparato esté listo para ponerse a trabajar de inmediato.

Es cierto, la reactivación tiene que darse de manera gradual y selectiva. Sin embargo, no es necesario elegir entre salud y economía si procedemos con cautela y responsabilidad.

Por un lado, tenemos que comenzar a trabajar de manera local. Hay que buscar la forma de apoyar a las pequeñas empresas y a los comerciantes que han perdido sus negocios con capital semilla para que se levanten y logren rehacer los empleos que se han perdido en esta emergencia mundial.

Los municipios y las alcaldías tienen que empezar a revisar, desde el confinamiento, cuáles son los trámites que pueden ir agilizando para que sectores como el de la construcción, que beneficia a una amplia parte de la población, se reactiven tan pronto como sea posible.

Es urgente apoyar al campo, invertir en un proyecto de independencia agrícola y aprovechar las condiciones geopolíticas de México.

Estados Unidos está desesperado por reabrir su economía y crecer rápidamente. Si actuamos con inteligencia podemos engancharnos a esa necesidad y aprovecharla como un motor de desarrollo.

Es cuestión de alinear el enorme potencial financiero de nuestros vecinos con nuestra capacidad manufacturera. En esta coyuntura, se abre la posibilidad de detonar nuestras industrias y ayudar a millones de familias mexicanas que están sumidas en la angustia.

Para lograr esto es necesario que todos los sectores se involucren. Que el gobierno entienda que, si bien ya no vivimos en un contexto de grandes empresas de Estado, el primer mandatario debe convertirse en el pivote de ese desarrollo porque, de lo contrario, será más difícil y nos tomará mucho más tiempo salir adelante.

Estamos en una crisis global. La palabra “crisis” viene del griego κρισις (krisis) y significa “separar” o “decidir”. Por lo tanto, “crisis” es rompimiento y es análisis.

Es un punto crucial y decisivo. Sin embargo, no hay crisis permanente: o se agrava y el pueblo o nación que se rompe es aniquilado, o aprovecha la oportunidad que ofrece el riesgo y resurge con más fuerza

Lo inesperado puede ser perturbador, pero también puede ser fuente de provecho.

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