Por Gabriela Mora Guillén
Ante la delicada situación que el Covid-19 ha provocado en el mundo y que particularmente en México tanta tragedia ha provocado, sirvan estas líneas para manifestar un poco de emoción, ante la proximidad de las fiestas navideñas.
Indudablemente días de añoranza y reflexión… Para quienes profesamos la religión católica, como cada año el Nacimiento del niño Jesús nos motiva a prepararnos espiritualmente para celebrar la Navidad; no obstante, aun para quienes no profesan nuestra fe, los días atraen recuerdos, emociones, melancolía y deseos de compartir con nuestros allegados, cosa que no debemos, pero en “sana distancia” y respetando el protocolo que la pandemia exige, será un motivo de reencuentro.
A diferencia de los años anteriores, este año no ha habido reuniones ni brindis con motivo de la Navidad y el término del año; sin embargo, mediante los diferentes medios producto de la tecnología, hemos tenido oportunidad de expresar nuestros mejores deseos por la salud, paz y bienestar de nuestras familias y porque el año venidero sea pleno de dicha y felicidad, pese a los funestos presagios que se vislumbran; sin embargo, a la gran mayoría, las fechas nos traen alegría y optimismo: ¡Sí, seguro vendrán buenos tiempos…!
A partir del día 1º de este mes, las casas han comenzado a lucir las luces, adornos y colores de la época, los centros comerciales, pese a que tampoco debía haber sido, lucieron totalmente abarrotados y la industria restaurantera ha tenido una mínima oportunidad de recuperarse de las pérdidas del año. Ante tanto evento, en innumerables ocasiones hemos tenido oportunidad de evocar recuerdos de intensos ayeres que nos han antojado a volver a la infancia cuando en compañía de nuestros padres aprendimos todos los rituales y tradiciones que hoy nos toca continuar y enseñar a los que vienen detrás.
En la intensidad de la reflexión, decía, viene a mí un pensamiento que inicialmente causo en mí el enorme deseo de que pudiese ser real, aunque minutos después recapacité ante la realidad: “Qué lindo sería en estas fiestas traer de regreso a alguien del cielo y pasar un día con esa persona… solamente una vez… una última vez… darle un último beso y decirle adiós al escuchar su voz nuevamente… Tener otra oportunidad para decirle: ¡Te quiero!!!
Sí, en principio ubiqué perfecto la imagen de muchos de nuestros seres que se han convertido en ángeles, evidentemente comenzando por mi Padre –y ya de filón si seguimos soñando, a ver si con él se animaban a venir algunos más-: qué difícil sería dejarlo ir nuevamente, me quedo como estoy, no sería fácil tenerlo y nuevamente perderlo…
Lo cierto es que hoy no queda más que disfrutar los recuerdos, reconocer las innumerables bondades de la vida que hoy tanto nos ha sorprendido, pero que aun así, nos brinda a cada instante, en los buenos y en los tiempos difíciles: las experiencias nos dejan enseñanzas que nos fortalecen y nos dan la oportunidad de recapacitar, de rodearnos de las mejores personas –quienes no son nuestros, simplemente se van-, de propiciar una vida llena de amor y calidez, de intentar ser mejores y continuar el camino con voluntad y sencillez.
Así pues, no queda más que desear que la alegría, la unión y la solidaridad de estas fechas permanezcan por siempre en nuestros hogares. ¡Salud y prosperidad para todos!
¡FELIZ NAVIDAD!
gamogui@hotmail.com