/ jueves 18 de marzo de 2021

¡El autoritarismo va!

La verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente.

Martin Luther King


El presidente López Obrador tiene dos problemas básicos, a saber, el primero, es que no se educó en la cultura del barrio, cuyo primer mandamiento es no pelearse con todos al mismo tiempo; el otro, es no haber leído a Montesquieu, y si lo leyó no lo entendió. El francés escribió El espíritu de las leyes, texto que enfatiza la importancia de la separación de poderes y cuyo núcleo es que “el poder controla al poder”. No conoce ambas enseñanzas. Se pelea con los movimientos feministas, defiende a Salgado Macedonio, santifica su tardía política sanitaria, defiende un inexistente promisorio futuro económico, entre otras fantasías.


En este coctel de conflictos, el inquilino de Palacio Nacional ha decidido chocar ahora con el Poder Judicial. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que un juez concedió una suspensión provisional (ya van 37), por la recién aprobada reforma eléctrica. Cualquier estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM, medianamente informado, sabe que este procedimiento es natural, mientras se va al fondo de la materia. ¿El presidente no lo sabe? En realidad, se trata de un desplante de amedrentamiento para quien ose “obstaculizar” sus proyectos estrella.


La anemia de su crítica al juez Juan Pablo Gómez Fierro, radica en que desde 2018 dicho funcionario resolvió varios casos a favor del gobierno de AMLO. Por supuesto, en tales resoluciones el presidente no lo felicitó. Además, si existe alguna duda de la honradez del citado juez, el presidente debió presentar una denuncia específica. No, no lo hizo, como casi siempre, sólo lanzó juegos de artificio.


Aclaremos: no defendemos a ciegas al poder judicial. Ya miles de ciudadanos han padecido sus arbitrariedades y corruptelas. El debate está en otro plano. ¿Es admisible que el tabasqueño trate de atropellar la autonomía del poder judicial? Ya tiene bajo su dominio al poder legislativo. Busca todo el poder.


Ademas, no se puede quejar el tabasqueño de la Suprema Corte de Justicia. Ésta, encabezada por Arturo Saldivar, ha sido obsequiosa e incondicional. Sólo basta recordar la burda corrección que le hicieron a su propuesta de consulta para el enjuiciamiento a expresidentes.


En resumen, López Obrador no oculta su vena autoritaria. Busca polarizar. Su visión binaria es la gasolina para su gobierno y sus feligreses. Ya amenaza, que si se declara inconstitucional su reforma eléctrica, enviara una iniciativa de reforma constitucional. Sabe que no pasará en el Senado. No importa. Su oficio es la bravata.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz


La verdadera tragedia de los pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente.

Martin Luther King


El presidente López Obrador tiene dos problemas básicos, a saber, el primero, es que no se educó en la cultura del barrio, cuyo primer mandamiento es no pelearse con todos al mismo tiempo; el otro, es no haber leído a Montesquieu, y si lo leyó no lo entendió. El francés escribió El espíritu de las leyes, texto que enfatiza la importancia de la separación de poderes y cuyo núcleo es que “el poder controla al poder”. No conoce ambas enseñanzas. Se pelea con los movimientos feministas, defiende a Salgado Macedonio, santifica su tardía política sanitaria, defiende un inexistente promisorio futuro económico, entre otras fantasías.


En este coctel de conflictos, el inquilino de Palacio Nacional ha decidido chocar ahora con el Poder Judicial. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que un juez concedió una suspensión provisional (ya van 37), por la recién aprobada reforma eléctrica. Cualquier estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM, medianamente informado, sabe que este procedimiento es natural, mientras se va al fondo de la materia. ¿El presidente no lo sabe? En realidad, se trata de un desplante de amedrentamiento para quien ose “obstaculizar” sus proyectos estrella.


La anemia de su crítica al juez Juan Pablo Gómez Fierro, radica en que desde 2018 dicho funcionario resolvió varios casos a favor del gobierno de AMLO. Por supuesto, en tales resoluciones el presidente no lo felicitó. Además, si existe alguna duda de la honradez del citado juez, el presidente debió presentar una denuncia específica. No, no lo hizo, como casi siempre, sólo lanzó juegos de artificio.


Aclaremos: no defendemos a ciegas al poder judicial. Ya miles de ciudadanos han padecido sus arbitrariedades y corruptelas. El debate está en otro plano. ¿Es admisible que el tabasqueño trate de atropellar la autonomía del poder judicial? Ya tiene bajo su dominio al poder legislativo. Busca todo el poder.


Ademas, no se puede quejar el tabasqueño de la Suprema Corte de Justicia. Ésta, encabezada por Arturo Saldivar, ha sido obsequiosa e incondicional. Sólo basta recordar la burda corrección que le hicieron a su propuesta de consulta para el enjuiciamiento a expresidentes.


En resumen, López Obrador no oculta su vena autoritaria. Busca polarizar. Su visión binaria es la gasolina para su gobierno y sus feligreses. Ya amenaza, que si se declara inconstitucional su reforma eléctrica, enviara una iniciativa de reforma constitucional. Sabe que no pasará en el Senado. No importa. Su oficio es la bravata.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz


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