/ domingo 14 de abril de 2024

El sometimiento popular al líder (VIII)

A partir de la posguerra Occidente entra en una febril actividad reflexiva sobre la relación líder-masas en el marco de los regímenes totalitaristas padecidos durante la primera mitad del siglo XX. Para los años 50 y 60, múltiples voces dejarán sentir su preocupación, como sucede con Marcel Mauss, Hanna Arendt y la banalidad del mal, y Theodor Adorno, entre tantos otros. Este último, conspicuo representante de la Escuela de Frankfurt, quien introducirá la teoría “de la Personalidad Autoritaria”, según la cual ésta nace en la infancia y se agudiza a partir de ciertos factores psicológicos, sociales y culturales, siendo caracterizada por la rigidez de pensamiento, adhesión dogmática a la autoridad, hostilidad hacia la diferencia, necesidad de control y dominación.

Sin embargo, de ese polifónico coro destacará con especial fulgor una voz, la del filósofo y dramaturgo Gabriel Marcel (1889-1973), el mismo que, mientras en Estados Unidos está saliendo a la luz la obra de “El verdadero creyente” de Eric Hoffer, en Europa comienza a circular su obra “Los hombres contra lo humano”. Antología integrada por una docena de artículos suyos con prólogo de Paul Ricoeur, quien referirá: si bien su tono “oscila entre la lucidez alarmada y el repudio de la desesperanza”, se equivocaría quien descuidara las advertencias anticipatorias del autor sobre una catástrofe que está por acaecer (la de la Segunda Guerra Mundial para cuando escribe sus primeros artículos), al ser Marcel -a su juicio- un profeta, un “visionario fuera de lo común” que está inspirado por la fuerza nietzschiana “intempestiva del presente” y en cuyo pensamiento está contenida, entre otras, la semilla de la idea del “envilecimiento” que, años después, cobrará forma en la propia Arendt.

Ahora bien, no obstante que en la antología sobresalen dos temas en particular: por un lado el del sentido de la historia del que se aprovechan políticos, ideólogos y demagogos y, por otro, el de la filosofía de los valores, que tiene fundamento en la crítica del resentimiento de la que hablaron el propio Nietzsche y Scheler, si algo hoy es necesario recuperar de su obra en el contexto de lo que he denominado “el sometimiento popular ante el líder”, son sus postulados sobre el “universal contra las masas” y “la conciencia fanatizada”. Concepto éste que retomará Paulo Freire, como veremos.

¿Qué entiende Marcel por “universal contra las masas”? De suyo una noción por demás estrujante. Al universal lo identifica con el espíritu y a éste con el amor desde el elevado sentido que le otorgó Platón. Las masas, a su vez, las concibe lapidariamente como “lo humano degradado”, ya que en esencia las masas son “fanatizables”. Y lo son en gran medida por la propaganda que ejerce en ellas “una acción electrizante”, la cual en vez de mantener en su ser la vida, mantiene “la apariencia de vida”. Sí, Marcel conoce bien “Rebelión de las masas” de José Ortega y Gasset, tanto que le cita en el pasaje cuando alude al individuo (el “hombre-masa”) que, al formar parte de la masa y “sentirse como todo el mundo”, termina por no sentir angustia alguna al saberse igual al resto, ya que “ahora todo el mundo es sólo la masa”.

¿Cómo surge entonces el concepto de “conciencia fanatizada”? Inicialmente, a partir del hecho de que el hombre, para poder ser parte de la masa, debe despojarse de su realidad sustantiva, de su esencia y singularidad propias. Individualidad que los mismos medios de comunicación contribuyen a pulverizar, al tiempo que se despierta en cada uno de los hombres-masa una nueva naturaleza, de suyo artificial, que cobra presunta vida a partir de que comienza a bullir una nueva “pasión” en su interior -producto ésta del miedo y de la inseguridad incoados desde el mundo exterior- que, al manifestarse como agresividad, se convierte en la génesis del fanatismo. Un fanatismo (agresivo) al que le caracteriza su rechazo perenne a cuestionar.

Pero el fanatismo, que no es sino una fe llevada al paroxismo, no es lo mismo que la “conciencia fanatizada”. Un fanático, por ejemplo, nunca se ve a sí mismo como tal, de la misma manera que no todas las ideas son “fanatizantes”. Luego entonces, la conciencia fanatizada es un estado patológico de la conciencia del que se rinde ante el individuo líder que encarna una idea, esto es, no ante la idea en sí. Y nadie mejor que Freire para ahondar en este aserto a partir de lo que se vive en la actualidad.

De acuerdo con él, en la conciencia del hombre-masa el dialogo se desfigura y distorsiona ante la fanatización detonada por el “irracionalismo sectario”. Proceso por el cual la formación crítica que el proceso educativo impulsa termina abortado cuando la “masificación” impide que el hombre “masificado” pueda desarrollar no sólo un sentido lógico sino un compromiso social, desde el momento en que es presa de la “conciencia fanatizada” marceliana que se ve envuelta dentro del pensamiento “místico”, de suyo antidemocrático, en el que prepondera la irracionalidad y la deshumanización, propias de la masificación. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli

A partir de la posguerra Occidente entra en una febril actividad reflexiva sobre la relación líder-masas en el marco de los regímenes totalitaristas padecidos durante la primera mitad del siglo XX. Para los años 50 y 60, múltiples voces dejarán sentir su preocupación, como sucede con Marcel Mauss, Hanna Arendt y la banalidad del mal, y Theodor Adorno, entre tantos otros. Este último, conspicuo representante de la Escuela de Frankfurt, quien introducirá la teoría “de la Personalidad Autoritaria”, según la cual ésta nace en la infancia y se agudiza a partir de ciertos factores psicológicos, sociales y culturales, siendo caracterizada por la rigidez de pensamiento, adhesión dogmática a la autoridad, hostilidad hacia la diferencia, necesidad de control y dominación.

Sin embargo, de ese polifónico coro destacará con especial fulgor una voz, la del filósofo y dramaturgo Gabriel Marcel (1889-1973), el mismo que, mientras en Estados Unidos está saliendo a la luz la obra de “El verdadero creyente” de Eric Hoffer, en Europa comienza a circular su obra “Los hombres contra lo humano”. Antología integrada por una docena de artículos suyos con prólogo de Paul Ricoeur, quien referirá: si bien su tono “oscila entre la lucidez alarmada y el repudio de la desesperanza”, se equivocaría quien descuidara las advertencias anticipatorias del autor sobre una catástrofe que está por acaecer (la de la Segunda Guerra Mundial para cuando escribe sus primeros artículos), al ser Marcel -a su juicio- un profeta, un “visionario fuera de lo común” que está inspirado por la fuerza nietzschiana “intempestiva del presente” y en cuyo pensamiento está contenida, entre otras, la semilla de la idea del “envilecimiento” que, años después, cobrará forma en la propia Arendt.

Ahora bien, no obstante que en la antología sobresalen dos temas en particular: por un lado el del sentido de la historia del que se aprovechan políticos, ideólogos y demagogos y, por otro, el de la filosofía de los valores, que tiene fundamento en la crítica del resentimiento de la que hablaron el propio Nietzsche y Scheler, si algo hoy es necesario recuperar de su obra en el contexto de lo que he denominado “el sometimiento popular ante el líder”, son sus postulados sobre el “universal contra las masas” y “la conciencia fanatizada”. Concepto éste que retomará Paulo Freire, como veremos.

¿Qué entiende Marcel por “universal contra las masas”? De suyo una noción por demás estrujante. Al universal lo identifica con el espíritu y a éste con el amor desde el elevado sentido que le otorgó Platón. Las masas, a su vez, las concibe lapidariamente como “lo humano degradado”, ya que en esencia las masas son “fanatizables”. Y lo son en gran medida por la propaganda que ejerce en ellas “una acción electrizante”, la cual en vez de mantener en su ser la vida, mantiene “la apariencia de vida”. Sí, Marcel conoce bien “Rebelión de las masas” de José Ortega y Gasset, tanto que le cita en el pasaje cuando alude al individuo (el “hombre-masa”) que, al formar parte de la masa y “sentirse como todo el mundo”, termina por no sentir angustia alguna al saberse igual al resto, ya que “ahora todo el mundo es sólo la masa”.

¿Cómo surge entonces el concepto de “conciencia fanatizada”? Inicialmente, a partir del hecho de que el hombre, para poder ser parte de la masa, debe despojarse de su realidad sustantiva, de su esencia y singularidad propias. Individualidad que los mismos medios de comunicación contribuyen a pulverizar, al tiempo que se despierta en cada uno de los hombres-masa una nueva naturaleza, de suyo artificial, que cobra presunta vida a partir de que comienza a bullir una nueva “pasión” en su interior -producto ésta del miedo y de la inseguridad incoados desde el mundo exterior- que, al manifestarse como agresividad, se convierte en la génesis del fanatismo. Un fanatismo (agresivo) al que le caracteriza su rechazo perenne a cuestionar.

Pero el fanatismo, que no es sino una fe llevada al paroxismo, no es lo mismo que la “conciencia fanatizada”. Un fanático, por ejemplo, nunca se ve a sí mismo como tal, de la misma manera que no todas las ideas son “fanatizantes”. Luego entonces, la conciencia fanatizada es un estado patológico de la conciencia del que se rinde ante el individuo líder que encarna una idea, esto es, no ante la idea en sí. Y nadie mejor que Freire para ahondar en este aserto a partir de lo que se vive en la actualidad.

De acuerdo con él, en la conciencia del hombre-masa el dialogo se desfigura y distorsiona ante la fanatización detonada por el “irracionalismo sectario”. Proceso por el cual la formación crítica que el proceso educativo impulsa termina abortado cuando la “masificación” impide que el hombre “masificado” pueda desarrollar no sólo un sentido lógico sino un compromiso social, desde el momento en que es presa de la “conciencia fanatizada” marceliana que se ve envuelta dentro del pensamiento “místico”, de suyo antidemocrático, en el que prepondera la irracionalidad y la deshumanización, propias de la masificación. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

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