/ martes 14 de junio de 2022

Estocolmo +50

Mtra. Mariana González Araujo*

En Suecia, el 5 de junio de 1972, se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre un Medio Ambiente Humano. Fecha que recordamos desde 1973 con la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente y que este año coincide con su 50 aniversario.

A cincuenta años de la primera reunión de NNUU que visibilizó al medio ambiente, el contexto ha cambiado y el llamado #UnaSolaTierra, aunque es el mismo, resuena con más fuerza ante la triple crisis que enfrentamos: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación.

En este tiempo hemos visibilizado el tema, atestiguado sus efectos y firmado compromisos internacionales, entonces ¿qué ha faltado?

Hoy, los compromisos que se materializan en las diferentes convenciones –como la de cambio climático y biodiversidad– muestran que no es posible seguir trabajando con agendas diferentes, la urgencia es una. Lo que ha faltado es articular esfuerzos, dar seguimiento y aterrizar propuestas.

Articular esfuerzos. De 1972 hasta hoy, agradecemos que existan los marcos internacionales, pero agradecemos más cuando trabajan juntos, como lo vimos el año pasado con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas. Este esfuerzo evidenció que para hacer frente al cambio climático debíamos regenerar la biodiversidad. Ahora, necesitamos que estos ejemplos se repliquen y se escalen.

Dar seguimiento. En México, desde 1972 ya teníamos varios compromisos. Por ejemplo, en temas hídricos fue aprobada una ley federal de aguas que buscaba regular el aprovechamiento del agua. En el tema del aire se creó la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente, que enmarcó los esfuerzos que, desde 1966, comenzaron con el monitoreo de la calidad del aire. Pero estos contrastaban con algunos sucesos en el tema energético y forestal. En el primero, se descubrieron las mayores reservas de petróleo en el territorio, lo que ayuda entender que se priorizaran las fuentes fósiles y, en lo forestal, se creó el programa de desmontes (Pronade) que determinó, sin los estudios apropiados, abrir al cultivo 12.5 por ciento de la superficie nacional, sin contemplar las consecuencias que esto representaría.

Aterrizar propuestas. Por ello, los compromisos que ahora se generen deben saberse interdependientes y crear las redes necesarias para su implementación. Entender la situación hídrica actual -contaminación de ríos, sequía, y desabasto- requiere considerar el rol de los bosques en el ciclo del agua, pues su tala no solo representa pérdida de biodiversidad sino, también, escasez de agua y un aumento considerable en la temperatura.

Asimismo, en la calidad del aire, sin acciones para prevenir incendios forestales, estos aumentarán la pérdida de áreas verdes, la emisión de gases como el CO2 y la temperatura. Además, a la erosión de los suelos que se genere debemos sumarle la presencia de partículas 2.5 -provenientes del transporte, industria y construcción- que impactan directamente en la salud de las personas, al acumularse en el sistema respiratorio. Nuevamente, se hace evidente que, al combatir las crisis climáticas, estaremos cuidando también nuestra salud.

* Profesora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Mtra. Mariana González Araujo*

En Suecia, el 5 de junio de 1972, se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre un Medio Ambiente Humano. Fecha que recordamos desde 1973 con la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente y que este año coincide con su 50 aniversario.

A cincuenta años de la primera reunión de NNUU que visibilizó al medio ambiente, el contexto ha cambiado y el llamado #UnaSolaTierra, aunque es el mismo, resuena con más fuerza ante la triple crisis que enfrentamos: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación.

En este tiempo hemos visibilizado el tema, atestiguado sus efectos y firmado compromisos internacionales, entonces ¿qué ha faltado?

Hoy, los compromisos que se materializan en las diferentes convenciones –como la de cambio climático y biodiversidad– muestran que no es posible seguir trabajando con agendas diferentes, la urgencia es una. Lo que ha faltado es articular esfuerzos, dar seguimiento y aterrizar propuestas.

Articular esfuerzos. De 1972 hasta hoy, agradecemos que existan los marcos internacionales, pero agradecemos más cuando trabajan juntos, como lo vimos el año pasado con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas. Este esfuerzo evidenció que para hacer frente al cambio climático debíamos regenerar la biodiversidad. Ahora, necesitamos que estos ejemplos se repliquen y se escalen.

Dar seguimiento. En México, desde 1972 ya teníamos varios compromisos. Por ejemplo, en temas hídricos fue aprobada una ley federal de aguas que buscaba regular el aprovechamiento del agua. En el tema del aire se creó la Subsecretaría de Mejoramiento del Ambiente, que enmarcó los esfuerzos que, desde 1966, comenzaron con el monitoreo de la calidad del aire. Pero estos contrastaban con algunos sucesos en el tema energético y forestal. En el primero, se descubrieron las mayores reservas de petróleo en el territorio, lo que ayuda entender que se priorizaran las fuentes fósiles y, en lo forestal, se creó el programa de desmontes (Pronade) que determinó, sin los estudios apropiados, abrir al cultivo 12.5 por ciento de la superficie nacional, sin contemplar las consecuencias que esto representaría.

Aterrizar propuestas. Por ello, los compromisos que ahora se generen deben saberse interdependientes y crear las redes necesarias para su implementación. Entender la situación hídrica actual -contaminación de ríos, sequía, y desabasto- requiere considerar el rol de los bosques en el ciclo del agua, pues su tala no solo representa pérdida de biodiversidad sino, también, escasez de agua y un aumento considerable en la temperatura.

Asimismo, en la calidad del aire, sin acciones para prevenir incendios forestales, estos aumentarán la pérdida de áreas verdes, la emisión de gases como el CO2 y la temperatura. Además, a la erosión de los suelos que se genere debemos sumarle la presencia de partículas 2.5 -provenientes del transporte, industria y construcción- que impactan directamente en la salud de las personas, al acumularse en el sistema respiratorio. Nuevamente, se hace evidente que, al combatir las crisis climáticas, estaremos cuidando también nuestra salud.

* Profesora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.