/ sábado 11 de junio de 2022

Fatiga crónica

Ejercer los derechos que nos corresponden como ciudadanos es el papel que nos toca dentro de una sociedad participativa, involucrada, que privilegia la diversidad de opiniones y la libre manifestación de la voluntad personal y colectiva.

Pero continuar con un sistema de libertades significa que nuestro deber cívico tiene que ser constante y no podemos darle pausa por la comodidad que representaría en el que otros decidan por nosotros, o peor, que no hubiera oportunidad de participar porque solo hay un pensamiento único que se impone sin distinción.

Concluir que este sistema se está agotando porque ya no creemos en él o nos estamos fatigando ante sus deficiencias es una afirmación, por lo menos, aventurada. Durante décadas presionamos para consolidar derechos que hoy estamos asumiendo a plenitud, porque decimos lo que pensamos con absoluta libertad y cada paso de la vida pública es supervisado minuciosamente por quienes apoyan y quienes están en contra de un proyecto de nación.

Esas discrepancias no serían posibles si estuviéramos en otro momento de la historia del país. No siempre hemos coincidido, aunque hemos estado de acuerdo que expresarlo y actuar en consecuencia eran elementos indispensables para construir un país próspero, a la altura de sus recursos y capacidades.

Por eso, propagar la versión de que nos estamos cansando de lo que tanto pedimos como ciudadanía no responde a las acciones que toma la sociedad a lo largo del país cuando se trata de asuntos públicos que nos incluyen a todos.

Las redes sociales, por ejemplo, son la arena en la que se manifiestan todos los argumentos y hasta las falsedades que alimentan un debate que era impensable hace menos de treinta años. Uno de los costos ha sido la desinformación, la cual tenemos que combatir desde nosotros mismos; a cambio, contamos con espacios que ayudan a expresarnos de manera instantánea.

La manifestación de nuestra voluntad pasa de esa virtualidad a las obligaciones cívicas que tenemos para emitir nuestra decisión por medio de procesos oficiales de consulta en los que se debe garantizar la imparcialidad, la transparencia y el respeto a la determinación de una mayoría. Un sistema así, no creo que canse a nadie o no a muchos.

Quienes podrían estar advirtiendo de que esta forma de organización está agotándose observan solo una parte del comportamiento de la sociedad mexicana. Por un lado, podemos cansarnos de prácticas obsoletas y comportamientos inadecuados, lo que no quiere decir que estamos validando un sistema diferente; queremos esta forma de conducirnos, con personas que estén a la altura de las exigencias sociales que tiene el país.

Ahí también podría estar el origen de la brecha entre opinión pública y opinión publicada, ya sea en medios de comunicación tradicionales, redes o los nuevos formatos por los que compartimos información, lo que vemos y vivimos puede no estar en línea con las opiniones que leemos, observamos y escuchamos. El contacto con la gente, con sus problemas y retos cotidianos, es el mejor barómetro sobre si el sistema de organización social que diseñamos -para perfeccionarlo continuamente- da señales de agotamiento o está en las fases históricas de desarrollo que se han registrado en otros periodos similares. El inicio de cualquier cambio de época no es sencillo y las transformaciones que trae consigo tienen etapas claras en las que pueden interpretarse muchas cosas, pero ninguna tiene que ver con el cansancio de una sociedad que, en muchos momentos, está tomando un protagonismo creciente en el destino que proyecta el país.

Nuestras coincidencias: vivir en paz y con tranquilidad; un sistema de salud pública y privada fuerte y accesible; educación universal gratuita; empleo digno; oportunidades de desarrollo para los segmentos de la población que más lo necesita; entre otros, son la base de esta forma de convivir en lo social. Dudo que estos objetivos cansen o prefiriéramos una opción autoritaria y limitativa de todo lo que se ha conquistado socialmente con tanto esfuerzo. Lo que debemos hacer es fortalecer este sistema y asegurarnos que sus libertades estarán disponibles para todos, lo mismo que un Estado de Bienestar auténtico y equitativo.

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Ejercer los derechos que nos corresponden como ciudadanos es el papel que nos toca dentro de una sociedad participativa, involucrada, que privilegia la diversidad de opiniones y la libre manifestación de la voluntad personal y colectiva.

Pero continuar con un sistema de libertades significa que nuestro deber cívico tiene que ser constante y no podemos darle pausa por la comodidad que representaría en el que otros decidan por nosotros, o peor, que no hubiera oportunidad de participar porque solo hay un pensamiento único que se impone sin distinción.

Concluir que este sistema se está agotando porque ya no creemos en él o nos estamos fatigando ante sus deficiencias es una afirmación, por lo menos, aventurada. Durante décadas presionamos para consolidar derechos que hoy estamos asumiendo a plenitud, porque decimos lo que pensamos con absoluta libertad y cada paso de la vida pública es supervisado minuciosamente por quienes apoyan y quienes están en contra de un proyecto de nación.

Esas discrepancias no serían posibles si estuviéramos en otro momento de la historia del país. No siempre hemos coincidido, aunque hemos estado de acuerdo que expresarlo y actuar en consecuencia eran elementos indispensables para construir un país próspero, a la altura de sus recursos y capacidades.

Por eso, propagar la versión de que nos estamos cansando de lo que tanto pedimos como ciudadanía no responde a las acciones que toma la sociedad a lo largo del país cuando se trata de asuntos públicos que nos incluyen a todos.

Las redes sociales, por ejemplo, son la arena en la que se manifiestan todos los argumentos y hasta las falsedades que alimentan un debate que era impensable hace menos de treinta años. Uno de los costos ha sido la desinformación, la cual tenemos que combatir desde nosotros mismos; a cambio, contamos con espacios que ayudan a expresarnos de manera instantánea.

La manifestación de nuestra voluntad pasa de esa virtualidad a las obligaciones cívicas que tenemos para emitir nuestra decisión por medio de procesos oficiales de consulta en los que se debe garantizar la imparcialidad, la transparencia y el respeto a la determinación de una mayoría. Un sistema así, no creo que canse a nadie o no a muchos.

Quienes podrían estar advirtiendo de que esta forma de organización está agotándose observan solo una parte del comportamiento de la sociedad mexicana. Por un lado, podemos cansarnos de prácticas obsoletas y comportamientos inadecuados, lo que no quiere decir que estamos validando un sistema diferente; queremos esta forma de conducirnos, con personas que estén a la altura de las exigencias sociales que tiene el país.

Ahí también podría estar el origen de la brecha entre opinión pública y opinión publicada, ya sea en medios de comunicación tradicionales, redes o los nuevos formatos por los que compartimos información, lo que vemos y vivimos puede no estar en línea con las opiniones que leemos, observamos y escuchamos. El contacto con la gente, con sus problemas y retos cotidianos, es el mejor barómetro sobre si el sistema de organización social que diseñamos -para perfeccionarlo continuamente- da señales de agotamiento o está en las fases históricas de desarrollo que se han registrado en otros periodos similares. El inicio de cualquier cambio de época no es sencillo y las transformaciones que trae consigo tienen etapas claras en las que pueden interpretarse muchas cosas, pero ninguna tiene que ver con el cansancio de una sociedad que, en muchos momentos, está tomando un protagonismo creciente en el destino que proyecta el país.

Nuestras coincidencias: vivir en paz y con tranquilidad; un sistema de salud pública y privada fuerte y accesible; educación universal gratuita; empleo digno; oportunidades de desarrollo para los segmentos de la población que más lo necesita; entre otros, son la base de esta forma de convivir en lo social. Dudo que estos objetivos cansen o prefiriéramos una opción autoritaria y limitativa de todo lo que se ha conquistado socialmente con tanto esfuerzo. Lo que debemos hacer es fortalecer este sistema y asegurarnos que sus libertades estarán disponibles para todos, lo mismo que un Estado de Bienestar auténtico y equitativo.

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