/ sábado 23 de noviembre de 2019

La energía que producimos

“Deja que el futuro diga la verdad...”

Nikola Tesla

Una de las respuestas más extrañas que he escuchado a una pregunta, fue cuando Manuel Bartlett, cuestionado acerca de la polémica generada por sus propiedades, contestó “¡Chu-chu-chú, chu-chu!”, emprendiendo un curioso escape, como si se tratara de una antigua locomotora de vapor.

El hoy director general de la Comisión Federal de Electricidad, nació en 1936, en pleno apogeo de la industria petrolera en México: dos años antes de que el presidente Lázaro Cárdenas decretara la expropiación y creara Pemex que, a pesar de los intentos de boicot por parte de los gobiernos de otros países, pronto se convertiría en una de las empresas petroleras más grandes del mundo.

El petróleo, fue el heredero del carbón una vez concluida la primera etapa de la Revolución Industrial. En nuestro país, la producción comercial de crudo comienza en 1901, gracias al desarrollo del sistema ferroviario mexicano a finales del siglo XIX, y de inmediato se convierte en un gran negocio para los capitales extranjeros.

Entendiendo este contexto, es fácil imaginar las historias que el niño Bartlett habrá escuchado de sus padres, tíos y abuelos. Tal vez por eso, el jefe máximo de la CFE, se muestre tan empecinado en regresarnos a su época de estudiante, cuando la energía se producía con carbón y el petróleo era el futuro.

Solamente así, podríamos entender decisiones tan catastróficas como la que se tomó a principios de año al cancelar los contratos de los gasoductos o como la que, más recientemente, ha sumido nuevamente al Gobierno de la República en una nueva batalla legal contra seis gigantes del sector de energías limpias.

A finales de octubre, la Comisión Federal de Electricidad, decidió modificar las reglas de un instrumento financiero que fue concebido para incentivar la inversión privada en las energías renovables, conocido como Certificados de Energía Limpia (CELs), .

La reforma energética de 2013, estableció que los grandes consumidores de electricidad, como las fábricas y la propia CFE, debían comprar una parte de su energía en este tipo de certificados. Por ejemplo, en 2018, estos consumidores tenían que comprar el 5% de su energía en CELs.

La idea era que, para fomentar nuevos proyectos y más inversión, solamente plantas posteriores al 2014 podían vender estos certificados, por lo cual, la mayoría de las centrales de la CFE, quedaban excluidas por ser más antiguas.

La reciente modificación, elimina este requisito clave y permite que la CFE emita este tipo de certificados, con sus propias plantas hidroeléctricas, las cuales, de por sí, no tienen mucho de limpias...

Como resultado, la CFE ya no tendrá que comprar los CELs a privados para cumplir con sus obligaciones. Este cambio, fue visto como una gran traición por parte de las compañías que ya habían invertido, poniendo en peligro más de 9,000 millones de dólares en contratos.

Está claro: Somos uno de los países con mayor potencial para el desarrollo de energías renovables en el planeta, pero eso no es todo. El sistema ecológico de México, está en riesgo. Nuestros ecosistemas, en peligro.

Los responsables de trazar el plan energético nacional, tienen que comprender que lo importante no es la cantidad de energía que se produzca, si no la forma de producirla. Por eso, la energía que se genere en México, debe ser energía limpia.

Parecería que vamos a bordo de un tren que marcha en reversa y, para colmo, impulsado por carbón.

¡Chu-chú!


“Deja que el futuro diga la verdad...”

Nikola Tesla

Una de las respuestas más extrañas que he escuchado a una pregunta, fue cuando Manuel Bartlett, cuestionado acerca de la polémica generada por sus propiedades, contestó “¡Chu-chu-chú, chu-chu!”, emprendiendo un curioso escape, como si se tratara de una antigua locomotora de vapor.

El hoy director general de la Comisión Federal de Electricidad, nació en 1936, en pleno apogeo de la industria petrolera en México: dos años antes de que el presidente Lázaro Cárdenas decretara la expropiación y creara Pemex que, a pesar de los intentos de boicot por parte de los gobiernos de otros países, pronto se convertiría en una de las empresas petroleras más grandes del mundo.

El petróleo, fue el heredero del carbón una vez concluida la primera etapa de la Revolución Industrial. En nuestro país, la producción comercial de crudo comienza en 1901, gracias al desarrollo del sistema ferroviario mexicano a finales del siglo XIX, y de inmediato se convierte en un gran negocio para los capitales extranjeros.

Entendiendo este contexto, es fácil imaginar las historias que el niño Bartlett habrá escuchado de sus padres, tíos y abuelos. Tal vez por eso, el jefe máximo de la CFE, se muestre tan empecinado en regresarnos a su época de estudiante, cuando la energía se producía con carbón y el petróleo era el futuro.

Solamente así, podríamos entender decisiones tan catastróficas como la que se tomó a principios de año al cancelar los contratos de los gasoductos o como la que, más recientemente, ha sumido nuevamente al Gobierno de la República en una nueva batalla legal contra seis gigantes del sector de energías limpias.

A finales de octubre, la Comisión Federal de Electricidad, decidió modificar las reglas de un instrumento financiero que fue concebido para incentivar la inversión privada en las energías renovables, conocido como Certificados de Energía Limpia (CELs), .

La reforma energética de 2013, estableció que los grandes consumidores de electricidad, como las fábricas y la propia CFE, debían comprar una parte de su energía en este tipo de certificados. Por ejemplo, en 2018, estos consumidores tenían que comprar el 5% de su energía en CELs.

La idea era que, para fomentar nuevos proyectos y más inversión, solamente plantas posteriores al 2014 podían vender estos certificados, por lo cual, la mayoría de las centrales de la CFE, quedaban excluidas por ser más antiguas.

La reciente modificación, elimina este requisito clave y permite que la CFE emita este tipo de certificados, con sus propias plantas hidroeléctricas, las cuales, de por sí, no tienen mucho de limpias...

Como resultado, la CFE ya no tendrá que comprar los CELs a privados para cumplir con sus obligaciones. Este cambio, fue visto como una gran traición por parte de las compañías que ya habían invertido, poniendo en peligro más de 9,000 millones de dólares en contratos.

Está claro: Somos uno de los países con mayor potencial para el desarrollo de energías renovables en el planeta, pero eso no es todo. El sistema ecológico de México, está en riesgo. Nuestros ecosistemas, en peligro.

Los responsables de trazar el plan energético nacional, tienen que comprender que lo importante no es la cantidad de energía que se produzca, si no la forma de producirla. Por eso, la energía que se genere en México, debe ser energía limpia.

Parecería que vamos a bordo de un tren que marcha en reversa y, para colmo, impulsado por carbón.

¡Chu-chú!


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