/ viernes 27 de agosto de 2021

La extorsión sexual como acto de corrupción

Por Michelle Kawa y Verónica Jaso


¿Cuándo una persona abusa de su posición de poder para obtener un beneficio o ventaja sexual, es considerado, un acto de abuso de poder, un acto de abuso sexual, o un acto de corrupción? La respuesta: todas las anteriores.

Desde la óptica de la corrupción, a este tipo de actos se les conoce como extorsión sexual o “sextorsión”, y para que se les clasifiquen como tales deben estar presentes dos componentes: una solicitud implícita o explícita de participar en cualquier tipo de actividad sexual; y un cargo de autoridad ocupado por las personas que demandan dicha actividad, del cual abusan para explotar sexualmente a quienes dependen de ese poder. Ejemplos de estos casos son: policías que piden sexo a cambio de no detener a una persona; profesores que pidan fotos sexuales a cambio de una buena calificación; o, servidores públicos que piden ver partes íntimas de una persona a cambio de agilizar un trámite.

Según datos de Transparencia Internacional (2019), 1 de cada 5 personas ha experimentado o conocido a alguien que ha sufrido sextorsión. Entre los sectores más vulnerables a este tipo de corrupción están: el judicial, el policial y el educativo, así como las personas migrantes y refugiados. Además, los casos documentados indican que las mujeres y las personas de la comunidad LGBTI+ son los blancos principales de esta actividad. Esto ocurre principalmente por la hipersexualización del cuerpo femenino, estereotipos de la capacidad y comportamiento de las mujeres en ciertos ámbitos, y por el acceso limitado a otros medios de pago.

Así sean las mujeres quienes buscan activamente pagar sobornos a través de actos sexuales o, que incurran en un acto de este tipo por coerción, lo cierto es que ambos son actos corruptos que responden a un sistema desigual, con pocas oportunidades para actuar distinto. Por lo general, las víctimas de sextorsión no pueden clasificar las demandas de sobornos sexuales como corrupción y es posible que ni siquiera sepan que son víctimas de este acto. En un mundo donde la sexualización de las mujeres es una constante, la sextorsión, como moneda de cambio, no representa una oportunidad, sino una limitante ya que se vuelve una práctica normalizada para ser recibida y exigida.

Reconocer este tipo de actos sexuales como actos de corrupción representa un reto en sí mismo. Esto, aunado a la dificultad de definir y medir la corrupción como tal. No obstante, es importante comenzar a visibilizarlo como parte de los actos corruptos, además de ser actos de abuso de poder, de violencia sexual y de género. La corrupción es otro sector más donde las mujeres y los hombres no están en un piso parejo.

Kawa, coordinadora académica Centro de Investigación para la Paz México

Jaso, investigadora World Justice Project.

Por Michelle Kawa y Verónica Jaso


¿Cuándo una persona abusa de su posición de poder para obtener un beneficio o ventaja sexual, es considerado, un acto de abuso de poder, un acto de abuso sexual, o un acto de corrupción? La respuesta: todas las anteriores.

Desde la óptica de la corrupción, a este tipo de actos se les conoce como extorsión sexual o “sextorsión”, y para que se les clasifiquen como tales deben estar presentes dos componentes: una solicitud implícita o explícita de participar en cualquier tipo de actividad sexual; y un cargo de autoridad ocupado por las personas que demandan dicha actividad, del cual abusan para explotar sexualmente a quienes dependen de ese poder. Ejemplos de estos casos son: policías que piden sexo a cambio de no detener a una persona; profesores que pidan fotos sexuales a cambio de una buena calificación; o, servidores públicos que piden ver partes íntimas de una persona a cambio de agilizar un trámite.

Según datos de Transparencia Internacional (2019), 1 de cada 5 personas ha experimentado o conocido a alguien que ha sufrido sextorsión. Entre los sectores más vulnerables a este tipo de corrupción están: el judicial, el policial y el educativo, así como las personas migrantes y refugiados. Además, los casos documentados indican que las mujeres y las personas de la comunidad LGBTI+ son los blancos principales de esta actividad. Esto ocurre principalmente por la hipersexualización del cuerpo femenino, estereotipos de la capacidad y comportamiento de las mujeres en ciertos ámbitos, y por el acceso limitado a otros medios de pago.

Así sean las mujeres quienes buscan activamente pagar sobornos a través de actos sexuales o, que incurran en un acto de este tipo por coerción, lo cierto es que ambos son actos corruptos que responden a un sistema desigual, con pocas oportunidades para actuar distinto. Por lo general, las víctimas de sextorsión no pueden clasificar las demandas de sobornos sexuales como corrupción y es posible que ni siquiera sepan que son víctimas de este acto. En un mundo donde la sexualización de las mujeres es una constante, la sextorsión, como moneda de cambio, no representa una oportunidad, sino una limitante ya que se vuelve una práctica normalizada para ser recibida y exigida.

Reconocer este tipo de actos sexuales como actos de corrupción representa un reto en sí mismo. Esto, aunado a la dificultad de definir y medir la corrupción como tal. No obstante, es importante comenzar a visibilizarlo como parte de los actos corruptos, además de ser actos de abuso de poder, de violencia sexual y de género. La corrupción es otro sector más donde las mujeres y los hombres no están en un piso parejo.

Kawa, coordinadora académica Centro de Investigación para la Paz México

Jaso, investigadora World Justice Project.