/ sábado 21 de enero de 2023

La moviola | Babylon y el arrobo de una sala de cine

@lamoviola

Un versículo épico, hermoso, sardónico. Profundamente cínico, nada moralizante y anti didáctico es Babylon (Damien Chazelle, 2022). Relato lúdico de los locos 20 del siglo pasado dentro de la industria de los sueños: el séptimo arte.

Pero también, un cuento gozoso y feroz de la construcción y consolidación de la llamada Meca del cine: Hollywood, con sus chicas aspirantes a estrellas, sus soñadores y abusivos, talentosos, viciosos y perseverantes. La mayoría próximos clientes de los sueños rotos. Y los menos, aquellos que alcanzan el maná de la gloria a cambio de un pedazo de su alma. A ellos se dirige el filme.

En realidad, la historia se sostiene en cuatro personajes: la estrella, la chica, el soñador y los escenarios, ya sea un foro con utileros con resaca, o actores que apenas pueden pararse frente a una cámara por la borrachera que se cargan.

En el primer caso, vemos a Jack Conrad (Brad Pitt, en pleno uso de sus facultades histriónicas y en mejor posesión de una irónica decadencia, quizá el mejor momento como actor), una estrella del cine mudo, arrogante y fuera de este mundo, con varios divorcios a cuestas y en papel en todo momento de mantener su leyenda. Él es la gloria, que se conmueve de alegría, hasta las lágrimas al ver el patetismo y los excesos que lo rodean. Algo poético ve en la brutalidad.

Nellie LaRoy (Margot Robbie, conmovedora y odiosa al mismo tiempo), una chica aspirante a actriz, rota, vulnerable, cínica. Tal vez talentosa. Muy hábil y dispuesta a llegar a la cima. En una fiesta, y por un numerito que encabeza en la mansión donde se cuela, obtiene un papel en un pequeño filme. La suerte parece favorecerla.

Manny Torres (Diego Calva, en verdad que más allá de chavacanerías está muy bien en su papel, que de hecho, es el eje rector del relato), al principio guardia de seguridad en la mansión donde es la fiesta, y que deja colarse a Nellie, quien acaba al cuidado de Jack, luego de que esté se pone una borrachera épica. “Quiero pertenecer al lugar donde se trasciende. Donde los sueños permanecen”, dice al chavo en un momento de prematura confesión.

El cuarto personaje son los foros, la tramoya, las fiestas, los columnistas de chismes, utileros, tramoyistas, cínicos y de malos modos, pero embebidos también por el universo que los rodea. Un personaje feroz, pero deslumbrante.

Es verdad que hay algo de meta ficción en el relato, Pitt, el cine dentro del cine, pero en ningún momento es un pesado rollo histórico. Porque sobre todo, detrás de las deslumbrantes luces e incluso el excelente trabajo musical de Justin Hurwitz, tenemos ante nuestros ojos una radiografía de la condición humana que transita en los foros. Con su ambición, su sensibilidad, su profunda estupidez en algunos casos.

Se sugiere por ahí, el escándalo sexual de Roscoe Fattie Arbuckle, los inicios de la industria del chisme en un personaje que es símil de Hedda Hopper o Louella Parsons, pero al final, la narrativa dividida en actos, decanta por un humor agudo y doloroso.

Es verdad, no le fue bien en taquilla. Parece que la meta ficción le juega una mala pasada al filme. Quizá influya en las próximas nominaciones este hecho. Nada importa. Es una película que se ve con la piel, los sentidos, y los ojos llorosos en el arrobo de una sala de cine.


@lamoviola

Un versículo épico, hermoso, sardónico. Profundamente cínico, nada moralizante y anti didáctico es Babylon (Damien Chazelle, 2022). Relato lúdico de los locos 20 del siglo pasado dentro de la industria de los sueños: el séptimo arte.

Pero también, un cuento gozoso y feroz de la construcción y consolidación de la llamada Meca del cine: Hollywood, con sus chicas aspirantes a estrellas, sus soñadores y abusivos, talentosos, viciosos y perseverantes. La mayoría próximos clientes de los sueños rotos. Y los menos, aquellos que alcanzan el maná de la gloria a cambio de un pedazo de su alma. A ellos se dirige el filme.

En realidad, la historia se sostiene en cuatro personajes: la estrella, la chica, el soñador y los escenarios, ya sea un foro con utileros con resaca, o actores que apenas pueden pararse frente a una cámara por la borrachera que se cargan.

En el primer caso, vemos a Jack Conrad (Brad Pitt, en pleno uso de sus facultades histriónicas y en mejor posesión de una irónica decadencia, quizá el mejor momento como actor), una estrella del cine mudo, arrogante y fuera de este mundo, con varios divorcios a cuestas y en papel en todo momento de mantener su leyenda. Él es la gloria, que se conmueve de alegría, hasta las lágrimas al ver el patetismo y los excesos que lo rodean. Algo poético ve en la brutalidad.

Nellie LaRoy (Margot Robbie, conmovedora y odiosa al mismo tiempo), una chica aspirante a actriz, rota, vulnerable, cínica. Tal vez talentosa. Muy hábil y dispuesta a llegar a la cima. En una fiesta, y por un numerito que encabeza en la mansión donde se cuela, obtiene un papel en un pequeño filme. La suerte parece favorecerla.

Manny Torres (Diego Calva, en verdad que más allá de chavacanerías está muy bien en su papel, que de hecho, es el eje rector del relato), al principio guardia de seguridad en la mansión donde es la fiesta, y que deja colarse a Nellie, quien acaba al cuidado de Jack, luego de que esté se pone una borrachera épica. “Quiero pertenecer al lugar donde se trasciende. Donde los sueños permanecen”, dice al chavo en un momento de prematura confesión.

El cuarto personaje son los foros, la tramoya, las fiestas, los columnistas de chismes, utileros, tramoyistas, cínicos y de malos modos, pero embebidos también por el universo que los rodea. Un personaje feroz, pero deslumbrante.

Es verdad que hay algo de meta ficción en el relato, Pitt, el cine dentro del cine, pero en ningún momento es un pesado rollo histórico. Porque sobre todo, detrás de las deslumbrantes luces e incluso el excelente trabajo musical de Justin Hurwitz, tenemos ante nuestros ojos una radiografía de la condición humana que transita en los foros. Con su ambición, su sensibilidad, su profunda estupidez en algunos casos.

Se sugiere por ahí, el escándalo sexual de Roscoe Fattie Arbuckle, los inicios de la industria del chisme en un personaje que es símil de Hedda Hopper o Louella Parsons, pero al final, la narrativa dividida en actos, decanta por un humor agudo y doloroso.

Es verdad, no le fue bien en taquilla. Parece que la meta ficción le juega una mala pasada al filme. Quizá influya en las próximas nominaciones este hecho. Nada importa. Es una película que se ve con la piel, los sentidos, y los ojos llorosos en el arrobo de una sala de cine.