/ sábado 15 de mayo de 2021

La moviola | La memoria, la loca de la casa

@lamoviola

En la novela La misteriosa llama de la reina Loana (Umbero Eco, 2004) la memoria es la búsqueda filosófica, lúdica, ambigua, borrosa de un hombre que no recuerda, luego de un infarto, su pasado. Una serie de cómics y objetos de su infancia remota lo ayudan en ese camino de neblinas.

En el filme La Belle époque (Nicolas Bedos, Francia, 2019), un caricaturista político casi en la tercera edad y venido a menos, pretenderá salvar al amor de su vida gracias a los recuerdos idealizados de su juventud. La premisa se antoja melosa, pero el filme que se presentó en el Festival de Cannes en 2019, va más allá: la imaginación, el romance, la imposibilidad de vivir en una época de apariencias, son parte fundamental del relato que surge del guion del mismo Bedos.

Eco, en la novela ya citada, enfrenta a su personaje principal con un descubrimiento: la memoria, es la primera construcción de la imaginación, por lo tanto, un hecho lúdico en sí mismo. En La Belle époque, la memoria es un pretexto para la idealización del romance en personajes incapaces de vivir en un mundo casi frío y metalizado, debido a la tecnología y al pragmatismo. La desazón es el nuevo gadget.

Víctor (Daniel Auteuil) masculla su mal humor en donde pisa: comidas familiares, reuniones de trabajo, el automóvil de su mujer, la psicóloga Marianne (Fanny Ardant) quien ya de plano no lo aguanta, le pone el cuerno con Pierre, dueño de un periódico y ex jefe de Víctor, que además lo despidió hace unos meses.

Para colmo, Víctor, quien llegó a ser un caricaturista de renombre, tiene meses sin poder terminar un cómic que dice prepara. Su sarcasmo se dirige hasta su hijo, un ejecutivo de TV, Max (Michael Cohen) quien lo ve con condescendencia y hasta le hace un regalo: recrear gracias a una empresa de servicio – de forma artificial y en un estudio- una época del pasado añorada. El hombre decide, luego de resistirse un poco, vivir otra vez el día en que conoció a su mujer, quien por cierto, lo acaba de correr de la casa.

El proyecto es idea del mezquino Antoine (Guillaume Canet), quien tiene una relación con Margot (Doria Tiller), actriz atormentada y maltratada por el empresario que juega a ser Dios y que es el mejor amigo de Max y siente tener una deuda con Víctor, ya que en su infancia lo llegó a aconsejar en momentos de depresión.

Antoine, otorga el papel de Marianne joven a su novia y a partir de ese momento, se desatarán conflictos y confusiones más emotivos que lógicos.

La película, va de un agudo humor, con una fotografía de Nicolas Bolduc cuidada y planos secuencias discretos y funcionales a una serena y medio profunda reflexión sobre la construcción de la memoria en torno a la idea del amor, es decir, el romance. Y todo con personajes rebasados por una era despersonalizada.

Buenos giros de tuerca completan la trama que va más allá de una comedia de enredos. Sin entrar en temas filosóficos al nivel de Eco, deja algo más que un mero entretenimiento gracias a lo cáustico por momentos de su humor y sobre todo el desempeño de Autiel. O por lo menos, yo así la recuerdo.


@lamoviola

En la novela La misteriosa llama de la reina Loana (Umbero Eco, 2004) la memoria es la búsqueda filosófica, lúdica, ambigua, borrosa de un hombre que no recuerda, luego de un infarto, su pasado. Una serie de cómics y objetos de su infancia remota lo ayudan en ese camino de neblinas.

En el filme La Belle époque (Nicolas Bedos, Francia, 2019), un caricaturista político casi en la tercera edad y venido a menos, pretenderá salvar al amor de su vida gracias a los recuerdos idealizados de su juventud. La premisa se antoja melosa, pero el filme que se presentó en el Festival de Cannes en 2019, va más allá: la imaginación, el romance, la imposibilidad de vivir en una época de apariencias, son parte fundamental del relato que surge del guion del mismo Bedos.

Eco, en la novela ya citada, enfrenta a su personaje principal con un descubrimiento: la memoria, es la primera construcción de la imaginación, por lo tanto, un hecho lúdico en sí mismo. En La Belle époque, la memoria es un pretexto para la idealización del romance en personajes incapaces de vivir en un mundo casi frío y metalizado, debido a la tecnología y al pragmatismo. La desazón es el nuevo gadget.

Víctor (Daniel Auteuil) masculla su mal humor en donde pisa: comidas familiares, reuniones de trabajo, el automóvil de su mujer, la psicóloga Marianne (Fanny Ardant) quien ya de plano no lo aguanta, le pone el cuerno con Pierre, dueño de un periódico y ex jefe de Víctor, que además lo despidió hace unos meses.

Para colmo, Víctor, quien llegó a ser un caricaturista de renombre, tiene meses sin poder terminar un cómic que dice prepara. Su sarcasmo se dirige hasta su hijo, un ejecutivo de TV, Max (Michael Cohen) quien lo ve con condescendencia y hasta le hace un regalo: recrear gracias a una empresa de servicio – de forma artificial y en un estudio- una época del pasado añorada. El hombre decide, luego de resistirse un poco, vivir otra vez el día en que conoció a su mujer, quien por cierto, lo acaba de correr de la casa.

El proyecto es idea del mezquino Antoine (Guillaume Canet), quien tiene una relación con Margot (Doria Tiller), actriz atormentada y maltratada por el empresario que juega a ser Dios y que es el mejor amigo de Max y siente tener una deuda con Víctor, ya que en su infancia lo llegó a aconsejar en momentos de depresión.

Antoine, otorga el papel de Marianne joven a su novia y a partir de ese momento, se desatarán conflictos y confusiones más emotivos que lógicos.

La película, va de un agudo humor, con una fotografía de Nicolas Bolduc cuidada y planos secuencias discretos y funcionales a una serena y medio profunda reflexión sobre la construcción de la memoria en torno a la idea del amor, es decir, el romance. Y todo con personajes rebasados por una era despersonalizada.

Buenos giros de tuerca completan la trama que va más allá de una comedia de enredos. Sin entrar en temas filosóficos al nivel de Eco, deja algo más que un mero entretenimiento gracias a lo cáustico por momentos de su humor y sobre todo el desempeño de Autiel. O por lo menos, yo así la recuerdo.