/ sábado 2 de septiembre de 2023

La Moviola | Sonido de libertad: Sin complicaciones, el medio es el mensaje

@lamoviola

Partamos de la base: Eduardo Verástegui, el actor, activista de extrema derecha, y probable político, que lo mismo se retrata con Donald Trump, con el papa Francisco y con el presidente de Ecuador Guillermo Lasso, el día del asesinato del candidato Fernando Villavicencio , es un tipo que llama a la polémica, incluso la división. Tiene su nicho, pero también sus detractores.

Se pelea con reporteros, en una pésima reacción después de una pregunta tal vez mal planteada pero de talacha, concede entrevistas a modo y como productor, sabe su negocio. A Sound of Freedom (Alejandro Monteverde, 2023), no se le puede negar su manufactura y oficio cinematográfico.

El señor Verástegui como productor del filme, se le nota que ha aprendido. No es lo mismo El gran pequeño, también dirigida por Monteverde en 2015, melosa de principio a fin, que Sonido de libertad. Con sus excesos que los tiene, y manipulaciones, si hablamos de cine tiene aciertos. Negarlos, es deshonesto en lo intelectual, aunque no se comparta el radicalismo del productor e incluso se tengan suspicacias respecto a su agenda política. Pero una cosa es una cosa, y la otra es el cine.

Navega entre un filme policiaco, en un tono más bien televisivo y el género religioso. Lo hace sin hipocresía aunque sin excesos. Es una película de nicho y de ahí tal vez su éxito en taquilla en Estados Unidos. Jim Caviziel, el protagonista, en el papel de Tim Ballard, el agente del gobierno en el cual se basa la historia, está en su punto, muy discreto y sobrio. Ha dejado los aires mesiánicos para ponerse al servicio de la obra. Mención aparte merece Bill Camp, como El vampiro, un arrepentido narco que ayudará al agente a descubrir una red internacional de trata de niños.

En algún punto, el filme puede ser de una estructura básica, un primer plano en lo fundamental domina; los buenos son muy buenos y los malos muy malos, pero esto lo convierte en un trabajo que se ajusta a las necesidades del público objetivo. Recursos no le faltan, la fotografía de Gorka Gómez Andrew, resalta a lo largo del filme y sobre todo un ritmo que genera tensión.

Tim (Caviziel, que luego de años de no estar en las alturas resucitó en la taquilla según las escrituras del Box office con este filme), es un agente casado y con hijos, (Mira Sorvino es su esposa, aunque salga en tres escenas), se obsesiona con un caso de trata infantil, en la que desaparecen dos niños, Rocío (Cristal Aparicio) y Miguel (Lucas David Ávila), luego de que su padre en un descuido inexplicable los deja a cargo de la ex reina de belleza colombiana Gisselle (Yessica Borroto) quien es el gancho para un negocio de trata infantil.

El agente, hará lo imposible para ver qué hay detrás y se topa con unos bad hombres, entre los que están nuestros compatriotas Gustavo Sánchez Parra y Gerardo Taracena, muy buenos actores siempre y también muy del ala no conservadora de la industria hasta que llega Verástegui con la marquesina internacional. Bueno X. Lo anterior es la base para desarrollar una historia de denuncia, efectiva sin lugar a dudas y por momentos efectista.

Sin la venda en los ojos del radicalismo que nos ahoga, la película funciona a nivel narrativo en lo general y comprueba que el medio es el mensaje: si usted comparte las causas de Verástegui, la va a amar, si anda en todo lo contrario, ni se pare en el cine. Pero si va al cine dispuesto a criticar y reconocer, mala no es.

¿Tanto trabajo nos cuesta no irnos a los excesos?


@lamoviola

Partamos de la base: Eduardo Verástegui, el actor, activista de extrema derecha, y probable político, que lo mismo se retrata con Donald Trump, con el papa Francisco y con el presidente de Ecuador Guillermo Lasso, el día del asesinato del candidato Fernando Villavicencio , es un tipo que llama a la polémica, incluso la división. Tiene su nicho, pero también sus detractores.

Se pelea con reporteros, en una pésima reacción después de una pregunta tal vez mal planteada pero de talacha, concede entrevistas a modo y como productor, sabe su negocio. A Sound of Freedom (Alejandro Monteverde, 2023), no se le puede negar su manufactura y oficio cinematográfico.

El señor Verástegui como productor del filme, se le nota que ha aprendido. No es lo mismo El gran pequeño, también dirigida por Monteverde en 2015, melosa de principio a fin, que Sonido de libertad. Con sus excesos que los tiene, y manipulaciones, si hablamos de cine tiene aciertos. Negarlos, es deshonesto en lo intelectual, aunque no se comparta el radicalismo del productor e incluso se tengan suspicacias respecto a su agenda política. Pero una cosa es una cosa, y la otra es el cine.

Navega entre un filme policiaco, en un tono más bien televisivo y el género religioso. Lo hace sin hipocresía aunque sin excesos. Es una película de nicho y de ahí tal vez su éxito en taquilla en Estados Unidos. Jim Caviziel, el protagonista, en el papel de Tim Ballard, el agente del gobierno en el cual se basa la historia, está en su punto, muy discreto y sobrio. Ha dejado los aires mesiánicos para ponerse al servicio de la obra. Mención aparte merece Bill Camp, como El vampiro, un arrepentido narco que ayudará al agente a descubrir una red internacional de trata de niños.

En algún punto, el filme puede ser de una estructura básica, un primer plano en lo fundamental domina; los buenos son muy buenos y los malos muy malos, pero esto lo convierte en un trabajo que se ajusta a las necesidades del público objetivo. Recursos no le faltan, la fotografía de Gorka Gómez Andrew, resalta a lo largo del filme y sobre todo un ritmo que genera tensión.

Tim (Caviziel, que luego de años de no estar en las alturas resucitó en la taquilla según las escrituras del Box office con este filme), es un agente casado y con hijos, (Mira Sorvino es su esposa, aunque salga en tres escenas), se obsesiona con un caso de trata infantil, en la que desaparecen dos niños, Rocío (Cristal Aparicio) y Miguel (Lucas David Ávila), luego de que su padre en un descuido inexplicable los deja a cargo de la ex reina de belleza colombiana Gisselle (Yessica Borroto) quien es el gancho para un negocio de trata infantil.

El agente, hará lo imposible para ver qué hay detrás y se topa con unos bad hombres, entre los que están nuestros compatriotas Gustavo Sánchez Parra y Gerardo Taracena, muy buenos actores siempre y también muy del ala no conservadora de la industria hasta que llega Verástegui con la marquesina internacional. Bueno X. Lo anterior es la base para desarrollar una historia de denuncia, efectiva sin lugar a dudas y por momentos efectista.

Sin la venda en los ojos del radicalismo que nos ahoga, la película funciona a nivel narrativo en lo general y comprueba que el medio es el mensaje: si usted comparte las causas de Verástegui, la va a amar, si anda en todo lo contrario, ni se pare en el cine. Pero si va al cine dispuesto a criticar y reconocer, mala no es.

¿Tanto trabajo nos cuesta no irnos a los excesos?