/ lunes 18 de junio de 2018

Lo que nos depara el 1 de julio

No recuerdo una elección tan compleja ni tan confrontada como la de este año, y no son los 3 400 cargos disputados el motivo, sino el deterioro del tejido social y la violencia que deja el régimen de Peña Nieto. Todo indica que este año será más violento que el 2017; esta situación ha sido caldo de cultivo para que la candidatura populista de López Obrador sea el termómetro del hartazgo reflejado en las encuestas, aunque 7 de cada 10 personas encuestadas no votará por él.

En 1988 había una gran efervescencia social derivada de la división del PRI, pero como todo poder que tiene el manejo de los hilos de una elección, manipularon el resultado para evitar el triunfo del Frente Democrático Nacional y Cuauhtémoc Cárdenas. En 2000 frente al triunfo de Fox, ya con un sistema electoral autónomo que pudo organizar y calificar la elección, con credencial con fotografía, el Presidente Zedillo tuvo que reconocer que el PRI había perdido la presidencia del país.

Sin embargo, en el 2006, López Obrador -entonces candidato del PRD- estaba encumbrado por las encuestas, como ocurre hoy, y también decía “este arroz ya se coció” y orgulloso se vendía como un hombre modesto, con su tsuru modesto, un depa modesto, un lenguaje modesto; su soberbia fue tan grande que le impidió reconocer que sus errores lo llevaron a una derrota, el resto de la historia la conocemos.

Mucho se puede escribir de la personalidad del candidato de Morena y de su arcaico estilo personal de hacer política y de su elemental formación, sin embargo lo que nos debe interesar de López Obrador es cómo sería si fuese presidente de México. Apunto algunas cuestiones que me indican sería un riesgo para lo que la gente busca precisamente de esta elección: un cambio de régimen que solucione las problemáticas asfixiantes, con un gobierno dedicado a resolver los problemas cotidianos y lograr un desarrollo pleno, con eficacia, eficiencia y honradez.

Y pongo algunos ejemplos que me indican que AMLO no atendería adecuadamente las causas precisamente de esos problemas porque no es un político que esté formado en los avances que ha tenido la Constitución particularmente en cinco materias: derechos humanos, le da la vuelta a su reconocimiento y enuncia ponerlos a consulta, lo que constituye una amenaza precisamente al Estado de Derechos; igualdad sustantiva, piensa que con solo tener mujeres en su equipo ya cumplió con los principios de igualdad e inclusión, pero no hay en ninguno de sus discursos mención al respeto de la igualdad; sistema de justicia penal acusatorio, nunca se le ha oído ni una sola opinión sobre la importancia del debido proceso legal, indispensable justamente para atender la desigualdad en el acceso a la justicia.

Respecto al sistema nacional anticorrupción, es alarmante que no merezca una sola opinión respecto a concluir su proceso de instauración, el sólo mencionar que la solución de todo es acabar con la corrupción es absurdamente demagógico. La transición de la PGR hacia una Fiscalía autónoma no es un asunto de su interés, le hemos oído él nombrará a su titular, o sea pretende todo siga igual con las consecuencias que ya conocemos y lamentamos.

Por eso es necesario reflexionar en la importancia del voto útil para apoyar a Ricardo Anaya para que gane con una diferencia cuyo resultado sea incuestionable y se transite hacia el camino de la estabilidad.

Senadora por el PRD

Angelica de la Peña

@angelicadelap

No recuerdo una elección tan compleja ni tan confrontada como la de este año, y no son los 3 400 cargos disputados el motivo, sino el deterioro del tejido social y la violencia que deja el régimen de Peña Nieto. Todo indica que este año será más violento que el 2017; esta situación ha sido caldo de cultivo para que la candidatura populista de López Obrador sea el termómetro del hartazgo reflejado en las encuestas, aunque 7 de cada 10 personas encuestadas no votará por él.

En 1988 había una gran efervescencia social derivada de la división del PRI, pero como todo poder que tiene el manejo de los hilos de una elección, manipularon el resultado para evitar el triunfo del Frente Democrático Nacional y Cuauhtémoc Cárdenas. En 2000 frente al triunfo de Fox, ya con un sistema electoral autónomo que pudo organizar y calificar la elección, con credencial con fotografía, el Presidente Zedillo tuvo que reconocer que el PRI había perdido la presidencia del país.

Sin embargo, en el 2006, López Obrador -entonces candidato del PRD- estaba encumbrado por las encuestas, como ocurre hoy, y también decía “este arroz ya se coció” y orgulloso se vendía como un hombre modesto, con su tsuru modesto, un depa modesto, un lenguaje modesto; su soberbia fue tan grande que le impidió reconocer que sus errores lo llevaron a una derrota, el resto de la historia la conocemos.

Mucho se puede escribir de la personalidad del candidato de Morena y de su arcaico estilo personal de hacer política y de su elemental formación, sin embargo lo que nos debe interesar de López Obrador es cómo sería si fuese presidente de México. Apunto algunas cuestiones que me indican sería un riesgo para lo que la gente busca precisamente de esta elección: un cambio de régimen que solucione las problemáticas asfixiantes, con un gobierno dedicado a resolver los problemas cotidianos y lograr un desarrollo pleno, con eficacia, eficiencia y honradez.

Y pongo algunos ejemplos que me indican que AMLO no atendería adecuadamente las causas precisamente de esos problemas porque no es un político que esté formado en los avances que ha tenido la Constitución particularmente en cinco materias: derechos humanos, le da la vuelta a su reconocimiento y enuncia ponerlos a consulta, lo que constituye una amenaza precisamente al Estado de Derechos; igualdad sustantiva, piensa que con solo tener mujeres en su equipo ya cumplió con los principios de igualdad e inclusión, pero no hay en ninguno de sus discursos mención al respeto de la igualdad; sistema de justicia penal acusatorio, nunca se le ha oído ni una sola opinión sobre la importancia del debido proceso legal, indispensable justamente para atender la desigualdad en el acceso a la justicia.

Respecto al sistema nacional anticorrupción, es alarmante que no merezca una sola opinión respecto a concluir su proceso de instauración, el sólo mencionar que la solución de todo es acabar con la corrupción es absurdamente demagógico. La transición de la PGR hacia una Fiscalía autónoma no es un asunto de su interés, le hemos oído él nombrará a su titular, o sea pretende todo siga igual con las consecuencias que ya conocemos y lamentamos.

Por eso es necesario reflexionar en la importancia del voto útil para apoyar a Ricardo Anaya para que gane con una diferencia cuyo resultado sea incuestionable y se transite hacia el camino de la estabilidad.

Senadora por el PRD

Angelica de la Peña

@angelicadelap