/ viernes 22 de abril de 2022

¿Malas decisiones?

Por Victoria Martínez

Como seres humanos, cada día nos enfrentamos a un sinfín de posibilidades de elección, que abarcan desde lo más banal; como las pequeñas acciones rutinarias, hasta lo más vital: decisiones que pueden cambiar el rumbo de nuestra vida. Hay quienes defienden fielmente el libre albedrío y la noción de que cada quien construye su futuro, por lo que llegan a la conclusión de que entrar a situaciones peligrosas como lo son el narcomenudeo, la prostitución o la migración ilícita son resultado meramente de una irresponsabilidad en la toma de decisiones.

Es innegable que entrar a cualquiera de estas actividades conlleva un riesgo enorme, pero me gustaría invitar a quienes me leen a cuestionar hasta qué punto son decisiones verdaderamente libres. Más allá de juzgar a quienes caen en estas redes, lo que es necesario es una mirada crítica, con empatía, que entienda que las personas no son ajenas a su entorno. Teniendo en cuenta que vivimos en un país donde el 43.9% de la población se encuentra en situación de pobreza, de la cual 35.4% es moderada y 8.5% es extrema (IMCO, 2021) y donde hay un Estado débil y corrupto que inevitablemente genera violencia e inseguridad para la población al grado en que el país se posiciona en el puesto 140 de 163 en el Índice de Paz Global, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que, exceptuando a una mínima élite, la población en México está en una situación de supervivencia.

Una vez que se conocen estos datos, la afirmación de que la gente que entra a la vida ilícita (llámese narcomenudeo, migración sin papeleo, o cualquier otro fenómeno actual) lo hace de manera voluntaria, tiene bases sumamente endebles. Lejos de eso, es una decisión que está atada al contexto que viven las personas, a la necesidad de salir adelante. Si las personas no enfrentaran condiciones tan extremas, seguramente no se verían orillados a tomar esas decisiones.

El objetivo de esta breve reflexión no es sombríamente afirmar que el mundo es un lugar cruel e injusto que no se puede cambiar, ni promover o justificar estos fenómenos, sino impulsar a las personas a comprender la complejidad y la importancia del entorno, para de esta manera trabajar por una sociedad más justa y pacífica, que permita solucionar estos fenómenos de raíz, y no solo castigando sus consecuencias.


Por Victoria Martínez

Como seres humanos, cada día nos enfrentamos a un sinfín de posibilidades de elección, que abarcan desde lo más banal; como las pequeñas acciones rutinarias, hasta lo más vital: decisiones que pueden cambiar el rumbo de nuestra vida. Hay quienes defienden fielmente el libre albedrío y la noción de que cada quien construye su futuro, por lo que llegan a la conclusión de que entrar a situaciones peligrosas como lo son el narcomenudeo, la prostitución o la migración ilícita son resultado meramente de una irresponsabilidad en la toma de decisiones.

Es innegable que entrar a cualquiera de estas actividades conlleva un riesgo enorme, pero me gustaría invitar a quienes me leen a cuestionar hasta qué punto son decisiones verdaderamente libres. Más allá de juzgar a quienes caen en estas redes, lo que es necesario es una mirada crítica, con empatía, que entienda que las personas no son ajenas a su entorno. Teniendo en cuenta que vivimos en un país donde el 43.9% de la población se encuentra en situación de pobreza, de la cual 35.4% es moderada y 8.5% es extrema (IMCO, 2021) y donde hay un Estado débil y corrupto que inevitablemente genera violencia e inseguridad para la población al grado en que el país se posiciona en el puesto 140 de 163 en el Índice de Paz Global, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que, exceptuando a una mínima élite, la población en México está en una situación de supervivencia.

Una vez que se conocen estos datos, la afirmación de que la gente que entra a la vida ilícita (llámese narcomenudeo, migración sin papeleo, o cualquier otro fenómeno actual) lo hace de manera voluntaria, tiene bases sumamente endebles. Lejos de eso, es una decisión que está atada al contexto que viven las personas, a la necesidad de salir adelante. Si las personas no enfrentaran condiciones tan extremas, seguramente no se verían orillados a tomar esas decisiones.

El objetivo de esta breve reflexión no es sombríamente afirmar que el mundo es un lugar cruel e injusto que no se puede cambiar, ni promover o justificar estos fenómenos, sino impulsar a las personas a comprender la complejidad y la importancia del entorno, para de esta manera trabajar por una sociedad más justa y pacífica, que permita solucionar estos fenómenos de raíz, y no solo castigando sus consecuencias.