/ martes 28 de julio de 2020

Pandemias versus biodiversidad

Por: Mario Duarte Villarello

Al inicio de la pandemia de COVID-19, cuando aún era un tema “local” en China, los científicos especulaban sobre la procedencia del virus SARS-CoV-2. Todo apuntaba a que había habido una mutación de una variedad que infectaba a los murciélagos que, de alguna manera, había logrado atacar a los humanos. Luego se habló del pangolín, un pequeño mamífero con escamas, como el posible factor de transmisión. Hoy en día la especulación continúa con otras especies “sospechosas” en la mira cuyo común denominador, incluyendo los murciélagos y los pangolines, es que no son domésticas ni de aprovechamiento como el ganado o las aves de corral.

Pero esto ¿qué implica? De acuerdo con los expertos, hay evidencia empírica de que el avance de los asentamientos humanos en zonas naturales, con abundante biodiversidad, es una de las razones por las cuales sea cada vez más frecuente el contacto con especies portadoras de virus, generalmente inocuos para ellas, y por tanto, mayor la probabilidad de que haya transmisiones, como parece ser el caso del SARS-CoV-2. De hecho, la mutación de los virus para poder infectar a humanos no sería tan inusual.

La biodiversidad es una de las bases de la actividad económica y además proporciona servicios irremplazables: el aire respirable, el agua dulce, los recursos naturales (a partir de los cuales se producen medicamentos y alimentos), provienen directamente de la biodiversidad. También abarca la variedad genética y a los ecosistemas, acuáticos y terrestres. Tiene un inconmensurable valor intrínseco y, paradójicamente, la actividad humana es su principal amenaza expresada a través de su explotación irracional, crecimiento demográfico, entre otras, incluyendo por supuesto el aumento descontrolado de la urbanización que nos lleva a cerrar el círculo sobre las causas de la transmisión de nuevos virus.

El principal instrumento internacional para la protección de la biodiversidad es el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), emanado de la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992), que tiene la misión de “la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos” a través de la promoción de medidas que conduzcan a un futuro sostenible. Futuro que, siguiendo las pautas actuales, cada vez es más huidizo.

No obstante, en el marco del CDB los países están discutiendo el “Marco Global para la Biodiversidad Post 2020” que es el plan más ambicioso de su tipo hasta ahora. Se preveía su adopción durante la Décimo quinta Conferencia de las Partes en China (COP-15) en octubre, que irónicamente a causa del COVID-19 tuvo que ser pospuesta para mayo de 2021, lo que no es alentador pues no se ha logrado detener la pérdida de biodiversidad a escala global a pesar de los esfuerzos realizados por algunos países.

Si bien hay un sinnúmero de razones por las cuales la protección de la biodiversidad es imperiosa, hay que sumarle que es probable que la invasión humana de los hábitats y ecosistemas sea la causa de la transmisión del SARS-CoV-2 que tiene al mundo de cabeza. No nos compliquemos más la existencia.



Profesor de la Facultad de Estudios Globales

Universidad Anáhuac México

@MarDuVill, mdv@inbox.com

Por: Mario Duarte Villarello

Al inicio de la pandemia de COVID-19, cuando aún era un tema “local” en China, los científicos especulaban sobre la procedencia del virus SARS-CoV-2. Todo apuntaba a que había habido una mutación de una variedad que infectaba a los murciélagos que, de alguna manera, había logrado atacar a los humanos. Luego se habló del pangolín, un pequeño mamífero con escamas, como el posible factor de transmisión. Hoy en día la especulación continúa con otras especies “sospechosas” en la mira cuyo común denominador, incluyendo los murciélagos y los pangolines, es que no son domésticas ni de aprovechamiento como el ganado o las aves de corral.

Pero esto ¿qué implica? De acuerdo con los expertos, hay evidencia empírica de que el avance de los asentamientos humanos en zonas naturales, con abundante biodiversidad, es una de las razones por las cuales sea cada vez más frecuente el contacto con especies portadoras de virus, generalmente inocuos para ellas, y por tanto, mayor la probabilidad de que haya transmisiones, como parece ser el caso del SARS-CoV-2. De hecho, la mutación de los virus para poder infectar a humanos no sería tan inusual.

La biodiversidad es una de las bases de la actividad económica y además proporciona servicios irremplazables: el aire respirable, el agua dulce, los recursos naturales (a partir de los cuales se producen medicamentos y alimentos), provienen directamente de la biodiversidad. También abarca la variedad genética y a los ecosistemas, acuáticos y terrestres. Tiene un inconmensurable valor intrínseco y, paradójicamente, la actividad humana es su principal amenaza expresada a través de su explotación irracional, crecimiento demográfico, entre otras, incluyendo por supuesto el aumento descontrolado de la urbanización que nos lleva a cerrar el círculo sobre las causas de la transmisión de nuevos virus.

El principal instrumento internacional para la protección de la biodiversidad es el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), emanado de la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992), que tiene la misión de “la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos” a través de la promoción de medidas que conduzcan a un futuro sostenible. Futuro que, siguiendo las pautas actuales, cada vez es más huidizo.

No obstante, en el marco del CDB los países están discutiendo el “Marco Global para la Biodiversidad Post 2020” que es el plan más ambicioso de su tipo hasta ahora. Se preveía su adopción durante la Décimo quinta Conferencia de las Partes en China (COP-15) en octubre, que irónicamente a causa del COVID-19 tuvo que ser pospuesta para mayo de 2021, lo que no es alentador pues no se ha logrado detener la pérdida de biodiversidad a escala global a pesar de los esfuerzos realizados por algunos países.

Si bien hay un sinnúmero de razones por las cuales la protección de la biodiversidad es imperiosa, hay que sumarle que es probable que la invasión humana de los hábitats y ecosistemas sea la causa de la transmisión del SARS-CoV-2 que tiene al mundo de cabeza. No nos compliquemos más la existencia.



Profesor de la Facultad de Estudios Globales

Universidad Anáhuac México

@MarDuVill, mdv@inbox.com